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Judit 8

El valor de Judit

1 En la ciudad de Betulia vivía un mujer llamada Judit, que era hija de Merarí y nieta de Us. Estos eran sus antepasados:

Jacob,

Simeón,

Surisadai,

Selumiel,

Natanael,

Eliab,

Hilquías,

Elías,

Ahitub,

Rafaín,

Gedeón,

Ananías,

Elcías,

Uziel,

José,

Us y

Merarí.

2-3 Judit se había casado con un hombre llamado Manasés, que pertenecía a su misma tribu y familia. Manasés había muerto en Betulia, durante una cosecha de la cebada. Murió por pasar mucho tiempo bajo los rayos del sol, mientras dirigía a los trabajadores que ataban los manojos de cebada. Fue sepultado en el terreno que está entre Ibleam y Dotán, donde también habían sepultado a sus antepasados.

4 Hacía tres años y cuatro meses que Judit había quedado viuda.

5 Vivía en una habitación sencilla que hizo construir en la parte alta de su casa. Siempre vestía con ropas ásperas en señal de luto.

6 Ayunaba todos los días, menos los sábados, los días de luna nueva y durante las fiestas que celebraban los israelitas.

7 Era muy hermosa y atractiva. No necesitaba de nada, pues su esposo Manasés le había dejado una gran fortuna. Tenía oro, plata, ganado, fincas y muchos esclavos y esclavas.

8 Además, Judit siempre obedecía las leyes de Dios, por lo que nadie podía acusarla de nada malo.

9 Judit se enteró de que el pueblo se había quejado ante Ozías por la falta de agua. También se dio cuenta de que Ozías había prometido entregar la ciudad a los asirios, si en un plazo de cinco días Dios no salvaba a la ciudad.

10 Entonces Judit envió a su empleada de confianza para que llamara a Cabris y a Carmis, que eran dos de los jefes de la ciudad.

11 Cuando ellos se presentaron, Judit les dijo:

—¡Jefes de la ciudad de Betulia, escuchen bien lo que les voy a decir! Ustedes hicieron muy mal al prometer que entregarían la ciudad a nuestros enemigos, si Dios no nos ayuda en cinco días.

12 ¿Con qué derecho le exigen eso a Dios? ¿Acaso pretenden hacerse pasar por Dios delante de la gente?

13 Ustedes que no saben nada, ¿cómo se atreven a darle órdenes al Dios todopoderoso?

14 Si ni siquiera conocen los pensamientos de la gente, ¿cómo van a conocer las intenciones del Dios que creó todo lo que existe?

»¡Compatriotas, por ningún motivo hagan enojar a Dios!

15 Él es libre de hacer con nosotros lo que quiera, y puede negarse a ayudarnos en estos cinco días. Dios tiene el poder para ayudarnos, o para dejarnos morir delante de nuestros enemigos.

16 Así que no intenten obligarlo a cambiar sus planes. Recuerden que Dios no es como nosotros; él no siente miedo ante las amenazas, ni permite que se le diga lo que debe hacer.

17 Por eso, lo mejor que podemos hacer es pedirle que nos ayude, ¡y podemos confiar en que lo hará! Si Dios quiere salvarnos, escuchará nuestra oración.

18 »Tenemos una ventaja: hace mucho tiempo que ninguno de nosotros adora a esos dioses falsos que la gente fabrica. ¡En todo el país no hay nadie que adore a los ídolos! Nuestros antepasados sí lo hicieron,

19 y por eso Dios los castigó. En ese tiempo nuestros enemigos les causaron un daño muy grande a nuestros antepasados: les robaron todo lo que tenían, y los mataron.

20 Pero hoy día, nosotros solo adoramos al Dios verdadero. Por eso confiamos en que él no nos abandonará.

21 »Si nuestros enemigos conquistan esta ciudad, entonces toda la región de Judea también será derrotada, y se llevarán todo lo que hay en el templo de nuestro Dios. En tal caso nosotros mereceríamos morir, pues seríamos responsables de lo que pueda pasar.

22 Además, Dios nos culparía de la muerte y esclavitud de nuestra gente, y de la destrucción del país. Y por si eso fuera poco, nuestros enemigos se burlarían de nosotros y quedaríamos en ridículo.

23 Dios usaría nuestra esclavitud para avergonzarnos, así que no podríamos esperar que nos vaya bien.

24 »¡Demos a nuestros compatriotas un buen ejemplo de confianza! De nosotros depende la vida de ellos, y que el templo de Dios no sea destruido.

25 »¡Demos gracias a nuestro Dios, que nos ha puesto a prueba, como lo hizo con nuestros antepasados!

26 Recuerden lo que le hizo a Abraham, y las pruebas por las que hizo pasar a Isaac. También acuérdense de lo que le pasó a Jacob en Mesopotamia, cuando cuidaba las ovejas de su tío Labán.

27 Dios les mandó esas pruebas para que ellos fueran mejores personas, y lo mismo está haciendo con nosotros. ¡De ninguna manera quiere vengarse de nosotros!

28 Entonces, Ozías le respondió:

—Sin duda, has dicho la verdad.

29 No es la primera vez que te oímos hablar con sabiduría. Desde que eras una niña has demostrado ser muy inteligente y bondadosa. ¡Todo el mundo lo sabe!

30 Sin embargo, debes comprender que la gente se está muriendo de sed. Por eso no tuvimos más remedio que hacer ese juramento. Ahora no podemos echarnos atrás.

31 Ya que tú eres una mujer con mucha fe en Dios, pídele que envíe lluvias para que se llenen nuestras reservas de agua. Así no moriremos de sed.

32 Entonces Judit contestó:

—Escuchen bien lo que les digo. Hoy haré algo que siempre será recordado en nuestra nación. Todos los padres se lo contarán a sus hijos.

33 Vayan esta noche a los portones de la ciudad, y me verán salir con mi empleada de confianza. Les aseguro que antes de que se cumpla el plazo de cinco días, Dios salvará a Israel gracias a mi intervención.

34 No traten de averiguar lo que voy a hacer; lo sabrán cuando haya llevado a cabo mi plan.

35 Ozías y los jefes le dijeron:

—¡Vete tranquila! ¡Que nuestro Dios te acompañe y te use para derrotar a nuestros enemigos!

36 Entonces salieron de la casa de Judit y regresaron a ocupar sus puestos.

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Judit 9

La oración de Judit

1 Ese mismo día por la tarde, Judit se arrodilló, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente y se echó ceniza en la cabeza. Luego se quitó el manto y dejó a la vista la ropa áspera que llevaba puesta. Era la hora en que se quemaba incienso en el templo de Jerusalén, y en ese preciso momento Judit oró a Dios así:

2 «¡Dios mío!

¡Dios de mi antepasado Simeón!

Tú dejaste que él tomara venganza

de los extranjeros que violaron a Dina.

Ellos no obedecieron tu ley,

sino que la ofendieron

al desnudarla para violarla.

3 »Ellos forzaron a Dina y la violaron;

por esa maldad encontraron la muerte

allí donde la deshonraron.

Luego tú, mi Dios, hiciste que mataran

a los jefes de esos extranjeros.

»Tú destruiste a esa gente

junto con sus esclavos;

¡los poderosos murieron sobre sus tronos!

4 Tú escuchaste la oración

de los hermanos de Dina;

tú respondiste al horror que sintieron

cuando vieron violada a su hermana.

Tú les permitiste que se robaran

a las mujeres de esos malvados.

Hiciste que las hijas de esos extranjeros

fueran hechas prisioneras.

Tú les entregaste a los hermanos de Dina

las pertenencias de esos malvados.

»¡Dios mío, escucha mi oración!

¡Es la oración de una viuda!

5 Tú eres el dueño del pasado,

del presente y del futuro.

Tú decides todo lo que pasa.

¡Nada sucede sin tu permiso!

6 Solo tienes que pensarlo,

y ya se convierte en realidad.

Todo lo tienes planeado,

y tus decisiones son bien pensadas.

7 »¡Dios mío,

mira qué poderosos se creen esos asirios!

Están muy confiados en su caballería,

y presumen del valor de sus soldados.

Confían en que sus armas

bastarán para vencernos.

¡No reconocen que eres tú

quien gana todas las batallas!

8 »Tu nombre es Rey del universo;

¡usa tu poder y déjalos sin fuerza!

¡Enójate con ellos y acaba con su orgullo!

¡Ellos no respetan la belleza de tu casa!

Quieren destruir tu templo;

quieren destruir tu altar.

9 ¡Mira qué orgullosos son!

¡Manda tu castigo sobre ellos!

»Yo no soy más que una viuda;

¡dame fuerzas para llevar a cabo mi plan!

10 Déjame engañarlos con mis palabras

y castigar de un solo golpe

al amo y al esclavo.

¡Déjame ser el instrumento

que los derrote y acabe con su orgullo!

11 »Tu poder no radica

en los grandes ejércitos;

tu fuerza no depende

de los bravos soldados.

Tú eres el Dios de los humildes,

defensor de los débiles,

protector de los indefensos.

Tú cuidas de los abandonados

y salvas a los que no tienen esperanza.

12 »¡Dios de mi padre y de mi pueblo!

¡Dios del cielo y de la tierra!

Creador de los mares

y rey de toda la creación,

¡escucha mi ruego!

13 Déjame engañar y herir de muerte

a los que buscan dañar a Israel,

a los que quieren derribar tu templo,

a los que piensan destruir Jerusalén,

ciudad que pertenece a tu pueblo.

14 Haz que todas las naciones de la tierra

reconozcan que solo tú

eres el Dios verdadero,

eres el Dios todopoderoso,

¡eres el único protector de Israel!»

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Judit 10

Judit se enfrenta a Holofernes

1 Cuando Judit terminó de orar al Dios de Israel,

2 llamó a su empleada de confianza y bajó al primer piso de su casa. Allí era donde ella pasaba los sábados y los días de fiesta.

3 Judit se quitó la ropa de luto, se bañó y se perfumó. Luego se peinó, se puso una diadema y se vistió con su mejor vestido, tal como lo hacía cuando aún vivía su marido Manasés.

4 Se puso también unas sandalias y muchas joyas. Quedó tan hermosa que, al verla, cualquier hombre se hubiera enamorado de ella.

5 Por último, Judit llenó una bolsa con harina de cebada, tortas de higos y panes frescos. Además, agarró un botellón de vino y una botella de aceite. Todo esto se lo entregó a su empleada para que lo llevara.

6 Después de estos preparativos, Judit y su empleada se pusieron en marcha. Cuando llegaron a la entrada de la ciudad se encontraron con los jefes Ozías, Cabris y Carmis.

7 Al ver a Judit tan arreglada y bien vestida, ellos quedaron asombrados de su belleza, y le dijeron:

8 —¡Que el Dios de nuestros antepasados te conceda lo que pidas! ¡Que te permita llevar a cabo tus planes, para orgullo de Israel y alegría de los habitantes de Jerusalén!

9 Judit adoró a Dios, y luego les dijo:

—Den la orden para que me permitan salir de la ciudad. Llevaré a cabo todo lo que ustedes acaban de decir.

Enseguida, ellos ordenaron que se abrieran los portones,

10 y Judit y su empleada salieron. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada, y la vieron bajar por la montaña y atravesar el valle, hasta perderla de vista.

11 Cuando Judit y su empleada atravesaban el valle, les salió al paso un grupo de soldados asirios.

12 Las detuvieron, y le preguntaron a Judit:

—¿Y tú quién eres? ¿De dónde vienes y a dónde vas?

—Soy hebrea —contestó Judit—. Escapé de Betulia para salvar mi vida, pues dentro de poco ustedes la van a destruir.

13 Deseo ver a Holofernes, el comandante general del ejército, pues quiero darle información muy útil. Yo conozco un camino por el cual el comandante puede llevar a su ejército, y quedarse con toda la región montañosa sin perder un solo soldado.

14 Mientras Judit hablaba, los soldados no se cansaban de admirar su belleza. Entonces le dijeron:

15 —El venir a ver al comandante Holofernes te ha salvado la vida. Sigue adelante hasta llegar a su carpa. Estos soldados te guiarán hasta allá.

16 Cuando estés frente a él, no tengas miedo; tan solo repite lo que nos has dicho, y él te tratará bien.

17 Entonces eligieron a cien soldados para que acompañaran a Judit y a su empleada hasta la carpa de Holofernes.

18 La noticia de la presencia de Judit en el campamento corrió de carpa en carpa. Así que todos salieron y fueron a verla. Los soldados la rodearon justo en el momento en que ella se encontraba frente a la carpa de Holofernes, esperando ser recibida.

19 Al ver la belleza de Judit, todos se quedaron asombrados. Tan impresionados estaban que, llenos de admiración, comentaban: «¡Nadie puede menospreciar a un pueblo con mujeres tan bellas! Si dejáramos con vida a un solo israelita, cometeríamos un grave error. Porque si algunos quedaran con vida, serían capaces de conquistar el mundo por medio de engaños».

20 Los guardaespaldas de Holofernes, y los demás oficiales que lo acompañaban, salieron de su carpa y dejaron pasar a Judit.

21 Holofernes estaba descansando en su cama. Una tela muy fina adornada con oro, esmeraldas y piedras preciosas cubría la cama como un toldo.

22 Cuando le anunciaron a Holofernes que Judit lo estaba esperando, él salió a recibirla. Sus sirvientes iban adelante alumbrándole el camino con lámparas de plata.

23 Holofernes y sus acompañantes vieron a Judit, y se quedaron admirados de su belleza. Entonces Judit se arrodilló ante Holofernes en señal de respeto, pero los sirvientes del comandante la ayudaron a levantarse.

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Judit 11

Judit habla con Holofernes

1 Entonces Holofernes le dijo a Judit:

—Vamos, mujer, no tengas miedo; ¡confía en mí! Yo nunca maltrato a los que sirven a Nabucodonosor, el rey de toda la tierra.

2 Si ese pueblo tuyo, que vive en las montañas, no me hubiera despreciado, yo no habría venido aquí a presentar pelea. Pero ellos mismos se han buscado esta guerra.

3 No sé por qué escapaste y has venido hasta acá, pero hiciste bien en venir, pues has salvado tu vida. A partir de esta noche estarás a salvo.

4 Aquí nadie te hará daño. Te vamos a tratar muy bien, como merecen los que sirven a Su Majestad, el rey Nabucodonosor.

5 Judit le respondió:

—¡Su Excelencia, yo soy su humilde esclava, y estoy para servirle! Por favor, escúcheme. Todo lo que voy a decirle esta noche es verdad.

6 Si usted escucha mi consejo, Dios lo ayudará, y usted ganará esta guerra.

7 »¡Que viva Nabucodonosor, rey poderoso de todo el mundo! El rey lo ha enviado a usted a poner orden en toda la tierra. Gracias a su poder, ante el rey Nabucodonosor y sus descendientes se rinden todas las naciones, las bestias salvajes, los animales domésticos, y hasta las aves del cielo.

8 »Su Excelencia es muy inteligente, hábil y sabio, y esto lo sabe todo el mundo. ¡No hay nadie que se le compare en todo el reino! ¡Si hay alguien que sabe de guerra, ese es usted!

9 También sabemos lo que Aquior le dijo, pues cuando fue rescatado por los hombres de Betulia, él les contó todo.

10 Lo que Aquior dijo es cierto, y yo creo que usted, mi distinguido comandante, debe hacerle caso: cuando nuestro pueblo no peca contra Dios, nada ni nadie puede vencerlo.

11 Pero no se desanime ni se sienta fracasado, pues le tengo buenas noticias: mi pueblo ha hecho enojar a mi Dios, pues ha vuelto a pecar. Por eso Dios lo va a castigar, y será destruido.

12 »Mi pueblo se está muriendo de hambre y de sed, y está pensando comer todo aquello que Dios, en su ley, ha prohibido.

13 Ya están decididos a comerse los primeros frutos del trigo, y una parte del vino y del aceite, los cuales deben darse como ofrenda. Estos alimentos están reservados para los sacerdotes de Jerusalén, y solo ellos pueden tocarlos.

14 »Cuando la gente de Betulia vio que los de Jerusalén ya estaban comiendo los alimentos prohibidos, enviaron mensajeros pidiendo permiso a las autoridades para hacer lo mismo.

15 Tan pronto tengan el permiso, todos dejarán de cumplir la ley de Dios. Entonces él los castigará, y permitirá que usted los destruya.

16 »Yo sabía que esto iba a pasar; por eso escapé de la ciudad. Pero en realidad Dios me envió para hacer con usted algo tan extraordinario, que dejará sorprendido a todo el mundo.

17 »Aunque solo soy su humilde esclava, si usted me lo permite me quedaré aquí. Como soy una mujer que obedece y adora al Dios del cielo, cada noche iré al valle a orar. Allí le pediré a mi Dios que me haga saber el momento en que los israelitas cometan ese pecado.

18 En cuanto él me lo diga, vendré a avisarle a usted, para que salga con todo su ejército, ¡y nadie podrá hacerle frente!

19 Luego yo misma lo guiaré por toda Judea, hasta Jerusalén. Una vez que lleguemos allá, haré que usted tome el control de la ciudad. ¡Ni siquiera un perro saldrá a ladrarle! Entonces usted se llevará presos a todos los habitantes, como si fueran ovejas que no tienen pastor. Dios ha permitido que yo sepa esto antes de que suceda, y por eso me mandó a decírselo.

20 Este mensaje llenó de alegría a Holofernes y a sus oficiales. Todos estaban sorprendidos de la sabiduría de Judit, y decían:

21 «¡En ningún lugar del mundo hay una mujer tan hermosa y tan inteligente!»

22 Luego, Holofernes le dijo a Judit:

—¡Dios hizo muy bien al enviarte antes de que entremos en batalla con tu pueblo! Él nos dará la victoria y nos dejará destruir a los que dicen que el rey Nabucodonosor no vale nada.

23 Eres muy hermosa y sabes hablar muy bien. Si haces lo que has dicho, tu Dios será mi Dios, y tú vivirás en el palacio de mi rey. ¡Serás famosa en todo el mundo!

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Judit 12

Judit en el campamento enemigo

1 Después de esto, Holofernes pidió que llevaran a Judit al comedor, donde tenía su vajilla de plata. Allí ordenó que le sirvieran de la comida y del vino que solo le servían a él.

2 Pero Judit le dijo:

—No puedo comer de su comida, pues ofendería a mi Dios. Yo he traído mis propios alimentos.

3 Holofernes le preguntó:

—¿Qué vas a hacer cuando se te acaben tus alimentos? ¿Cómo vamos a conseguirte comida, si entre nosotros no hay nadie de tu pueblo?

4 —No se preocupe por eso, mi señor —le respondió Judit—. Antes de que se me acaben los alimentos, Dios cumplirá, por medio de mí, lo que ha planeado hacer.

5 Luego, los sirvientes de Holofernes llevaron a Judit a la carpa, donde ella durmió hasta la medianoche. Luego se levantó de madrugada,

6 y le mandó un mensaje a Holofernes pidiéndole permiso para salir a orar.

7 Holofernes ordenó a sus guardaespaldas que la dejaran salir del campamento.

Judit estuvo tres días en el campamento. Cada noche salía al valle de Betulia y se bañaba en una fuente, la cual estaba bien vigilada.

8 De regreso al campamento, le pedía al Dios de Israel que le permitiera sacar a su pueblo de esa difícil situación.

9 Después de cumplir con la ceremonia depurificación, regresaba a su carpa y permanecía allí hasta que le llevaban la cena.

Holofernes invita a Judit a cenar

10 Al cuarto día, Holofernes ofreció una fiesta solo para sus asistentes personales. Ningún otro oficial fue invitado.

11 Antes de la fiesta, llamó a Bagoas, un oficial al que le tenía muchísima confianza, y le dijo:

—Ve y convence a esa mujer hebrea que puse bajo tu cuidado, de que venga a comer y a beber con nosotros.

12 Sería una vergüenza que teniéndola aquí, no la conquistara y tuviera relaciones sexuales con ella. ¡Hasta se burlaría de mí!

13 Bagoas salió de inmediato, fue a donde estaba Judit y le dijo:

—Por favor, bella señorita, tenga la bondad de acompañar a mi señor en este día. Venga a beber vino, y a pasarla bien con nosotros, tal como lo hacen las asirias que viven en el palacio de Nabucodonosor.

14 Judit le contestó:

—¿Quién soy yo para decirle que no a Su Excelencia? ¡Iré con mucho gusto, si eso le complace! ¡Será el momento más feliz de toda mi vida!

15 Judit empezó a arreglarse, se puso un vestido muy bonito y se adornó con todas sus joyas. Su empleada iba delante de ella, y cuando llegó a donde estaba Holofernes, tendió las pieles que Bagoas le había dado a Judit, para que se recostara sobre ellas mientras comía.

16 Desde que Holofernes vio a Judit por primera vez, solo esperaba el mejor momento para enamorarla. Por eso, cuando Judit entró en su carpa y se sentó a su lado, Holofernes comenzó a sentir un gran deseo de tener relaciones sexuales con ella.

17 —¡Bebe y alégrate con nosotros! —le dijo Holofernes.

18 —¡Será un placer, Su Excelencia! —respondió Judit—. ¡Hoy es el día más feliz de mi vida!

19 Judit comenzó a comer y a beber lo que su empleada le había preparado.

20 Holofernes estaba tan feliz de que Judit estuviera allí, que hasta se emborrachó. Nunca antes había bebido tanto vino como ese día.

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Judit 13

Judit mata a Holofernes

1 Cuando se hizo tarde, los invitados de Holofernes se retiraron. Entonces Bagoas despidió al resto de la gente, y después de salir cerró la carpa. Tanto habían comido y bebido que se fueron a dormir.

2 Así Judit se quedó a solas con Holofernes, quien estaba tan borracho que se quedó dormido.

3 Antes de que todos se fueran, Judit avisó que saldría a orar, como lo había hecho las noches anteriores. De esto, Bagoas estaba enterado. Además, Judit le pidió a su empleada que se quedara afuera de la carpa, y que la esperara hasta que ella saliera a orar.

4 Entonces Judit se paró junto a la cama de Holofernes, oró en voz baja, y dijo:

«Dios mío, todopoderoso, lo que voy a hacer es por el bien de Jerusalén; te pido que lo aceptes con agrado.

5 Este es el mejor momento para que ayudes a tu pueblo, y para que yo lleve a cabo mi plan. ¡Ha llegado la hora de matar a los enemigos que han venido a destruirnos!»

6 Judit se acercó al respaldo de la cama y tomó la espada de Holofernes.

7 Luego agarró de los cabellos a Holofernes y dijo: «Dios de Israel, dame fuerzas para hacer esto».

8 Entonces le dio dos fuertes golpes en el cuello, y le cortó la cabeza.

9 Después arrastró el cuerpo de Holofernes fuera de la cama y quitó el pequeño toldo que la cubría. Judit salió rápidamente y le dio a su empleada la cabeza de Holofernes.

10 Ella la guardó en la bolsa donde tenía los alimentos de Judit. Luego se fueron las dos a orar, como lo habían hecho los días anteriores. Cruzaron el campamento, rodearon el valle, subieron la montaña y llegaron hasta la entrada de la ciudad de Betulia.

Judit en Betulia

11 Judit les gritó a los guardias de la entrada:

«¡Abran rápido los portones! ¡Nuestro Dios está con nosotros! ¡Hoy ha mostrado su gran poder contra los enemigos de Israel!»

12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron sus gritos, corrieron hacia la entrada y llamaron a los jefes de la ciudad.

13 Todos, desde el más joven hasta el más viejo, salieron a recibirla. No podían creer que Judit hubiera regresado, pues ya no la esperaban. Entonces abrieron los portones y dejaron entrar a Judit y a su empleada. Luego hicieron una fogata para poder ver, y todos rodearon a las dos mujeres.

14 Judit les dijo:

«¡Alaben a Dios! ¡Alaben a Dios! Esta misma noche Dios tuvo compasión de su pueblo Israel, pues fui un instrumento en sus manos para matar a nuestro enemigo».

15 Luego, sacando la cabeza de Holofernes, les dijo:

«¡Miren la cabeza del comandante del ejército asirio! ¡Miren el pequeño toldo que cubría la cama donde se acostaba después de sus borracheras! ¡Nuestro Dios me usó a mí para matarlo!

16 ¡Bendito sea Dios, que me protegió en todo momento! Mi hermosura conquistó a Holofernes, y esa fue su perdición. Pero yo no cometí ningún pecado, pues no tuve relaciones sexuales con él. Además, les aseguro que él no me hizo ningún daño».

17 La gente, llena de asombro, se inclinó para adorar a Dios y dijo:

«¡Bendito seas, Dios nuestro! ¡Hoy has destruido a los enemigos de tu pueblo!»

18 Por su parte, Ozías le dijo a Judit:

«¡Querida amiga, que el Dios altísimo te bendiga más que a todas las mujeres! ¡Bendito sea nuestro Dios, que creó todo lo que existe, y que te ayudó a cortarle la cabeza al comandante de nuestros enemigos!

19 Jamás olvidaremos tu valentía. ¡El poder de nuestro Dios será recordado para siempre!

20 Que Dios te dé muchas riquezas, y permita que tu nombre sea también recordado, porque pusiste tu vida en peligro para librarnos de nuestros enemigos. ¡Gracias a Dios que pudiste llevar a cabo tu plan!»

Y toda la gente gritó: ¡Amén! ¡Amén!

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Judit 14

Los israelitas se preparan para la batalla

1 Entonces Judit les dijo:

—¡Compatriotas, escúchenme bien! Tomen la cabeza de Holofernes y cuélguenla en la parte más alta de la muralla.

2 Apenas amanezca, nombren un capitán, y todos los que puedan pelear tomen sus armas y salgan de la ciudad. Quiero que engañen a los asirios haciéndoles creer que ustedes bajan al valle para pelear contra ellos.

3 »Cuando los soldados asirios los vean a ustedes, tomarán sus armas y correrán al campamento a despertar a sus jefes. Luego todos juntos irán a buscar a Holofernes, pero al no encontrarlo con vida se llenarán de miedo y saldrán huyendo.

4 Ese será el momento para que ustedes, y todos los israelitas que viven en la montaña, los persigan y los maten.

5 Pero antes que nada, tráiganme a Aquior, el jefe de los amonitas. Quiero que vea lo que le pasó al hombre que lo sentenció a muerte, y se burló de Israel.

6 Algunos de ellos fueron a la casa de Ozías para llamar a Aquior. Cuando este llegó, vio que uno de los hombres tenía en la mano la cabeza de Holofernes, y se desmayó.

7 Cuando volvió en sí, se arrodilló delante de Judit en señal de respeto, y le dijo:

«¡Que en todos los hogares de Judá y en todas las naciones se hable bien de ti! ¡Que todos tiemblen de miedo al escuchar tu nombre!

8 Ahora cuéntame qué hiciste durante estos días».

Entonces Judit le contó de principio a fin todo lo que había hecho.

9 Al terminar su relato, todos festejaron, y por toda la ciudad se oían gritos de alegría.

10 Cuando Aquior escuchó todo lo que había hecho el Dios de Israel, decidió creer en Dios con todo su ser, y pidió que locircuncidaran. Después de eso, se quedó a vivir con los israelitas por el resto de su vida.

Se descubre la muerte de Holofernes

11 Cuando amaneció, los israelitas colgaron la cabeza de Holofernes en el lugar más alto de la muralla. Luego, los hombres tomaron sus armas y salieron en grupos hacia los caminos que llevaban a la ciudad.

12-13 En cuanto los asirios los vieron, avisaron a sus capitanes. Ellos llamaron a Bagoas, el ayudante personal de Holofernes, y le dijeron: «¡Despierta a nuestro comandante! ¡Vamos a matar a esos esclavos que se han atrevido a bajar para pelear contra nosotros!»

14 Bagoas entró a la carpa y llamó desde la cortina a Holofernes, pues pensaba que aún estaba durmiendo con Judit.

15 Como Holofernes no respondió, Bagoas corrió las cortinas y entró en la habitación. Allí encontró al comandante tirado en el piso, muerto y sin cabeza.

16 Entonces Bagoas lanzó un fuerte grito, y rompiéndose la ropa en señal de dolor, empezó a llorar y a gritar.

17 Después fue a la carpa de Judit, y al no encontrarla, salió y les dijo a los soldados:

18 «¡Miren, Holofernes está muerto y sin cabeza! ¡Esos esclavos nos engañaron! ¡Una mujer hebrea se ha burlado del poder de nuestro rey!»

19 Al oír esto, los jefes del ejército asirio temblaron de miedo. Se rompieron la ropa, y en medio del campamento se pusieron a llorar a gritos.

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Judit 15

Los israelitas destruyen al ejército asirio

1-2 Cuando los soldados que estaban en sus carpas se enteraron de lo que había pasado, sintieron tanto miedo que salieron huyendo. Corrían como locos, atropellándose unos a otros. Nadie esperaba a su compañero, sino que cada uno tomaba el primer camino que encontraba. Corrían desesperados y en total desorden por el valle y por los caminos de la montaña.

3 Los soldados que vigilaban los alrededores de Betulia, también huyeron llenos de miedo. Entonces los soldados israelitas salieron a perseguirlos.

4 Ozías envió mensajeros por las ciudades de Cobá, Bebai, Colá y Betomestaim, y por toda la región montañosa de Israel. Ellos contaron lo que había sucedido, y pidieron a sus compatriotas que salieran para terminar de destruir al ejército enemigo.

5 Cuando los israelitas recibieron la noticia, salieron a atacar a los asirios. Los persiguieron hasta Hobá, y allí los derrotaron. También los que vivían en Jerusalén y en la región montañosa se unieron a la batalla. Los israelitas de Galaad y de Galilea mataron a muchos asirios que habían llegado hasta Damasco y sus alrededores.

6 Los demás habitantes de Betulia, es decir, los que no habían salido a pelear, fueron al campamento asirio y se llevaron muchos objetos de valor que habían quedado allí.

7 Luego vinieron los soldados que habían salido a pelear contra los asirios, y terminaron de llevarse lo que los asirios habían dejado abandonado. Hasta la gente que vivía en la región montañosa y en la llanura se quedó con algo.

8 Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes, fue a Betulia para conocer los detalles de lo que Dios había hecho a favor de Israel. Los jefes de Israel que vivían en Jerusalén lo acompañaron.

9 Cuando vieron a Judit, la felicitaron con estas palabras:

«¡Tú eres el gran tesoro de Jerusalén!

¡Eres lo más valioso de Israel!

¡Eres el orgullo de tu pueblo!

10 »Tú llevaste a cabo todo esto,

y le hiciste un gran favor a Israel.

Dios está feliz por lo que has hecho.

¡Que el Dios todopoderoso

te bendiga siempre!»

A esta alabanza el pueblo respondió: «¡Amén!»

11 Durante todo un mes los israelitas se dedicaron a sacar objetos del campamento asirio. A Judit le dieron la carpa de Holofernes y todo lo que había en ella: la vajilla de plata, las camas, los vasos y los utensilios de uso diario. Todo esto Judit lo cargó sobre sus carretas y sobre su mula.

Judit es aclamada

12 Todas las mujeres israelitas fueron a ver a Judit, para felicitarla y bailar en su honor. Entonces Judit tomó flores y se las dio a las mujeres que la acompañaban.

13 Ellas hicieron diademas con ramos de olivo, y se las pusieron sobre la cabeza. Al frente de todo el pueblo iba Judit, dirigiendo el baile de las mujeres. Detrás de ellas iban los hombres luciendo coronas en su cabeza, y portando sus armas. Todos, hombres y mujeres, iban cantando himnos de alabanza.

El canto de Judit

14 Entonces Judit y todos los israelitas entonaron a coro este canto de alabanza:

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Judit 16

1 «¡Canten a mi Dios!

¡Hagan sonar las panderetas!

¡Alaben a Dios con los platillos!

¡Eleven en su honor un nuevo canto!

¡Bendigan y alaben su nombre!

2 »Dios pone fin a las guerras.

Él me libró de mis enemigos,

y me guió hasta su campamento.

3 »De las montañas del norte

vinieron los asirios.

Miles y miles de soldados

llenaron los valles;

sus muchos caballos

cubrieron los montes.

4 »Pensaban quemar mi tierra

y acabar con nuestros jóvenes.

Querían estrellar contra el suelo

a los recién nacidos,

y querían llevarse prisioneras

a las jovencitas de mi pueblo.

5 »Pero nuestro poderoso Dios

derrotó a los asirios.

6 Al hombre más fuerte de su ejército

no lo mataron los mejores soldados;

no lo mataron hombres valientes,

ni fue derrotado por gigantes.

¡Lo venció una mujer, la hija de Merarí!

¡Judit lo cautivó con su belleza!

7-8 »Judit nos libró del dominio asirio.

Para atrapar a Holofernes,

se quitó la ropa de viuda,

se puso su mejor vestido,

se perfumó con sus fragancias,

y se puso una diadema en la cabeza.

9 Con sus finas sandalias

cautivó la mirada de Holofernes;

con su hermosura lo conquistó,

¡y con la espada le cortó la cabeza!

10 »Los persas se espantaron

al ver la valentía de Judit;

a los medos les dio miedo

saber lo que ella había hecho.

11 »Entonces mi débil pueblo

gritó con todas sus fuerzas,

y el enemigo tuvo miedo.

Mi humilde pueblo gritó,

y el enemigo salió corriendo.

12 ¡Esos cobardes murieron!

¡No lograron escapar

porque mi Dios los derrotó!

13 »Voy a cantarle a mi Dios

esta nueva canción.

¡Mi Dios, grande es tu poder!

¡Eres un Dios admirable!

¡Nadie te puede vencer!

14 »Con tan solo una orden tuya

todo comenzó a existir.

Con un soplo de tu aliento

toda tu creación cobró vida.

¡Que todo lo que respira te adore!

»¡Tú hablas y todos te obedecen!

15 Al oír tu voz, tiemblan las montañas,

las aguas se desbordan

y las rocas se derriten.

Pero con los que te adoran

eres un Dios bondadoso.

16 »Para ti, mi Dios,

las ofrendas y los sacrificios

no tienen ningún valor.

Pero al que te respeta

lo haces famoso para siempre.

17 »Cuando llegue el día

en que el Dios todopoderoso

juzgue a las naciones,

les va a ir muy mal

a los enemigos de mi pueblo.

¡Dios los hará sufrir

con fuego y con gusanos!

Será tan fuerte su dolor

que nunca dejarán de llorar.»

El final de la historia

18 Cuando los soldados llegaron a Jerusalén, todos adoraron a Dios. Luego el pueblo cumplió con las ceremonias de purificación y le presentó a Dios toda clase de ofrendas.

19-20 Los israelitas hicieron fiesta frente al templo de Jerusalén durante tres meses. Todo ese tiempo, Judit permaneció con ellos, y dedicó a Dios la vajilla que el pueblo le había regalado, y también el toldo que le había quitado a Holofernes.

21 Terminada la fiesta, la gente volvió a sus casas. También Judit regresó a Betulia para encargarse de sus bienes. Mientras vivió, fue muy reconocida en todo el país.

22 No volvió a casarse, aunque muchos hombres le propusieron matrimonio. Tampoco volvió a tener relaciones sexuales después de la muerte de su esposo Manasés.

23-25 Cada día Judit se volvía más famosa. Vivió en la casa que le dejó su esposo, y le concedió la libertad a su empleada de confianza. Antes de su muerte, Judit había repartido su fortuna entre sus propios familiares y los de su esposo.

Judit murió en Betulia, a la edad de ciento cinco años, y fue enterrada en la tumba de su esposo. Los israelitas lloraron su muerte durante siete días.

Mientras Judit vivió, y aun mucho tiempo después de su muerte, ningún país se atrevió a pelear contra los israelitas.

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Ester (dc) 1

Mardoqueo tiene un sueño

1-4 Mardoqueo pertenecía a la tribu de Benjamín, y era hijo de Jaír, nieto de Simí y bisnieto de Quis. El ejército del rey Nabucodonosor había conquistado Jerusalén, y a muchos israelitas se los había llevado presos a Babilonia. Entre ellos iban Mardoqueo y Jeconías, rey de Judá.

Mardoqueo vivió en la ciudad de Susa y llegó a ser uno de los consejeros más importantes del gran rey Asuero. Cuando este rey llevaba dos años gobernando, Mardoqueo tuvo un sueño. Era el primer día del mes de Abib, y esto fue lo que soñó:

Primero escuchó muchos gritos, truenos y un gran alboroto. Había una gran confusión en toda la tierra por causa de un terremoto.

5 Luego vio dos enormes dragones, que lanzaron un gran rugido y se alistaron para pelear el uno contra el otro.

6 Cuando las naciones lo escucharon, se prepararon para hacerle la guerra al pueblo de los judíos, que es un pueblo justo.

7 En su sueño el día era muy oscuro, y en todo el mundo había angustia, confusión y sufrimiento.

8 Cuando los judíos se dieron cuenta de los males que iban a sufrir, y que estaban a punto de morir, se asustaron mucho y gritaron a Dios pidiendo ayuda.

9 Dios escuchó sus oraciones, y de una pequeña fuente salió un gran río con abundante agua.

10 Luego salió el sol y el día se llenó de luz.

Entonces los que habían sido humillados se levantaron, y mataron a los que estaban llenos de orgullo y ocupaban lugares de honor.

11 Cuando el sueño terminó, Mardoqueo se levantó, pero pasó todo el día pensando en lo que había visto en el sueño, y se preguntaba qué era lo que Dios iba a hacer.

12 Mardoqueo vivía en el palacio, junto con Bigtán y Teres, que eran dos oficiales de confianza del rey encargados de vigilar el palacio.

13 En cierta ocasión, Mardoqueo los escuchó hablar y se enteró de que planeaban matar al rey Asuero. Entonces fue y los acusó ante el rey.

14 El rey les preguntó a los dos oficiales si aquello era cierto. Ellos confesaron que sí, y el rey los mandó matar.

15 Luego el rey ordenó que se escribiera todo lo que había pasado, para que nadie lo olvidara. Mardoqueo también escribió lo sucedido.

16 El rey recompensó a Mardoqueo con muchos regalos, y también lo nombró su consejero personal en el palacio.

17 Amán hijo de Hamedata, descendiente de Agag, era un hombre a quien el rey había dado muchos honores. Amán se molestó mucho al enterarse de que Mardoqueo había acusado a los dos oficiales, y comenzó a buscar la manera de hacerles daño a Mardoqueo y a su pueblo.

La gran fiesta del rey Asuero

18-20 Asuero, el rey de Persia, gobernaba sobre ciento veintisiete provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía, y la capital de su reino se llamaba Susa.

En el tercer año de su reinado, Asuero organizó una gran fiesta para todos los funcionarios ylíderesdel país. También invitó a los jefes de los ejércitos de Persia y Media, y a las autoridades y gobernadores de las provincias.

21 Durante seis meses el rey les estuvo mostrando las riquezas que poseía y les hizo ver cuán grande y poderoso era su reino.

22 Después ordenó que se preparara otra fiesta para todos los que vivían en Susa, desde el más importante hasta el menos importante. La fiesta se realizó en los jardines del palacio y duró siete días.

23 Entre las columnas de mármol se colgaron cortinas de hilo blanco y azul, sujetadas con cuerdas de color púrpura y argollas de plata. Pusieron muebles de oro y plata, y un piso de mármol blanco y negro, con incrustaciones de piedras preciosas.

24 Se sirvió una gran cantidad de vino, pues el rey era muy generoso. Las copas en las que se sirvió el vino eran de oro, y cada una con un diseño original.

25 Sin embargo, el rey ordenó a los sirvientes que no obligaran a nadie a beber, sino que cada persona bebiera lo que quisiera.

26 Por su parte, la reina Vasti ofreció en el palacio del rey Asuero una fiesta para las mujeres de los invitados.

La reina Vasti desobedece al rey

27 Al séptimo día de la fiesta, el rey estaba muy alegre, pues había bebido vino. Entonces llamó a siete hombres de su confianza: Mehumán, Biztá, Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás,

28-29 y les ordenó que fueran a buscar a la reina Vasti. Les dijo que ella debía venir luciendo la corona de reina, para que la gente y los príncipes pudieran ver su belleza, pues era muy hermosa. Pero ella no quiso obedecer la orden del rey.

Al saber esto, el rey se puso furioso

30 y les preguntó a los especialistas de la ley qué debía hacer. Era su costumbre pedir consejo a los que conocían bien la ley,

31 y los que más le ayudaban en esto eran Carsená, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán. Estos siete hombres eran jefes de Persia y Media, que tenían puestos importantes en el gobierno del país.

32 Así que el rey les preguntó:

—La reina Vasti ha desobedecido mis órdenes. De acuerdo con la ley, ¿qué debemos hacer con ella?

33 Entonces Memucán les respondió al rey y a los demás consejeros:

—La reina Vasti no solo ha ofendido al rey, sino también a todos los jefes y a toda la población.

34-35 Cuando las mujeres de Persia y Media se enteren de lo que ha hecho la reina, tampoco respetarán a sus esposos. Hoy mismo les dirán a sus esposos lo que hizo la reina, y vamos a tener muchos problemas.

36 Si le parece bien a Su Majestad, ordene que Vasti ya no siga siendo la reina, y que esa orden sea una ley para los de Persia y Media, para que nadie pueda cambiar su decisión. Además, elija usted otra reina que sea mejor que ella.

37 Cuando se conozca la orden de Su Majestad en todo este gran reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, sean ricos o pobres.

38 Al rey y a todos los consejeros les agradó este consejo. Entonces el rey

39 envió cartas a todas las provincias del país. Las cartas fueron escritas en el idioma de cada provincia, y dejaban en claro que el esposo era el jefe de la familia, y que en la casa se debía hablar su idioma.