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Tobit 12

El ángel se da a conocer

1 Cuando terminó la fiesta de bodas, Tobit llamó a su hijo y le dijo:

—Tobías, ya es tiempo de pagarle a tu amigo el salario acordado. Págale ahora, y dale algo más.

2 Tobías le respondió:

—Padre, ¿qué salario sería justo? Aun si le diera la mitad de todas las cosas que traje, yo no saldría perdiendo.

3 Él me trajo sano y salvo, sanó a mi esposa, me ayudó a traer la plata, y también te sanó a ti. ¡No hay dinero en el mundo con qué pagarle todos esos favores!

4 —Hijo mío —contestó Tobit—, por lo menos dale la mitad de todo lo que trajiste.

5 Entonces Tobías llamó al ángel y le dijo:

—Te has ganado la mitad de todo lo que traje. Ya puedes irte en paz.

6 El ángel llevó a Tobías y a su padre a un lugar aparte, y les dijo en secreto:

—Alaben a Dios y cuenten a todos lo que él ha hecho por ustedes. Alábenlo y canten himnos en su honor. No se cansen de darle gracias a Dios.

7-11 Si bien los secretos de un rey no deben contársele a nadie, lo que Dios ha hecho con ustedes deben contárselo a todo el mundo.

»Hagan el bien y no les pasará nada malo. Es mejor orar con sinceridad, ser justo y generoso, que conseguir riquezas siendo injusto con los demás. Es mejor compartir con el pobre lo que uno tiene, que amontonar riquezas. Si ustedes dan dinero al necesitado, Dios los librará de la muerte, les perdonará sus pecados, y les dará una larga vida. Pero la gente injusta y que no obedece a Dios pone en peligro su propia vida.

»Ahora les voy a contar la verdad.

12 Cuando Sara y Tobit oraron, yo llevé sus oraciones ante la presencia del Dios todopoderoso. Le conté a Dios que tú, Tobit, no soportabas ver los cadáveres de tus compatriotas tirados en la calle, sino que los levantabas y los enterrabas.

13 Por eso, el día que no dudaste en levantarte de la mesa y dejar tu comida para enterrar a un muerto, Dios me envió para averiguar si tú realmente le eras fiel.

14 Entonces Dios me envió a sanarte, y también me envió a sanar a tu nuera.

15 »Mi verdadero nombre es Rafael, y soy uno de los siete ángeles que sirven al Dios todopoderoso y siempre están en su presencia.

16 Al oír esto, Tobías y Tobit comenzaron a temblar y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.

17 Pero el ángel les dijo:

—¡Tranquilos! ¡No tengan miedo! Al contrario, alaben a Dios en todo momento.

18 Yo no vine por mi propia cuenta; fue Dios quien me envió. Por eso, alábenlo siempre y canten himnos en su honor.

19 Aunque ustedes me han visto comer y beber, en realidad no lo hacía; solo fingía hacerlo, pues soy un ángel.

20 »Alaben al Dios de la tierra, y denle gracias. Ahora regreso a donde está Dios. Pero ustedes, pongan por escrito todo lo que les ha pasado.

Mientras el ángel subía al cielo,

21 Tobit y su hijo lo seguían con la mirada. Finalmente lo perdieron de vista.

22 En ese momento comenzaron a alabar a Dios y a cantarle himnos. Le dieron gracias por permitirles ver algo tan maravilloso: ¡habían visto a un ángel de Dios!

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Tobit 13

Tobit alaba a Dios

1 Tobit alabó a Dios de la siguiente manera:

2 «Te doy gracias, Dios mío,

tú que vives y reinas para siempre.

Tú castigas al desobediente,

pero también lo perdonas;

lo arrojas a la muerte,

pero también lo salvas.

¡Para ti no hay nada imposible!

3-4 »¡Israelitas, alaben a Dios

ante todas las naciones!

Él ha demostrado su gran poder

en las naciones adonde los envió.

Alábenlo ante todo el mundo,

porque él es nuestro Rey;

él es nuestro Dios y nuestro Padre

desde ahora y para siempre.

5 »Dios los castigó

por todo el mal que han hecho,

pero también les tendrá compasión.

Los sacará de las naciones

en las que viven prisioneros

y los volverá a reunir en su país.

6 »Si vuelven a obedecer a Dios

con todas las fuerzas de su ser,

él volverá a amarlos

y nunca los abandonará.

7 »Alaben a Dios con todas sus fuerzas,

porque él siempre los trata bien.

Alaben al Dios de la justicia,

alaben al Rey eterno.

8 »Dios me sacó de Israel

y me trajo hasta Nínive.

En esta tierra de mi castigo

alabo a Dios por su gran poder.

Delante de todos estos pecadores

alabo la grandeza de mi Dios.

Les pido que se arrepientan,

y que dejen de hacer lo malo

para que Dios los perdone.

9 »Alabaré a mi Dios,

el Rey del cielo,

y celebraré su grandeza.

10 ¡Habitantes de Jerusalén,

alaben a Dios!

»¡Jerusalén, eres la ciudad de Dios!

Pero él te castigará

por los pecados de tus habitantes,

aunque tendrá compasión

de quienes hagan lo bueno.

11 »¡Alaben a Dios,

habitantes de Jerusalén!

Alábenlo como él se merece.

Alaben al Rey eterno,

y con alegría volverán a ver

su templo reconstruido.

12 »Cuando los israelitas

vuelvan a Jerusalén,

Dios los llenará de alegría,

y a los que han sufrido

los amará para siempre.

13 »Jerusalén, tu luz brillará

hasta el último rincón del mundo.

Desde lugares muy lejanos

vendrán a ti muchas naciones,

para alabar al Dios de Israel.

En sus manos traerán ofrendas,

para el Rey del cielo.

Los habitantes de la tierra

lo alabarán con alegría,

y tú, Jerusalén,

jamás serás destruida.

14 »¡Jerusalén,

que caiga una maldición

sobre todos los que te insulten!

¡Que caiga una maldición

sobre los que te destruyan,

y los que derriben tus muros!

¡Que caiga una maldición

sobre los que derriben tus torres

y prendan fuego a tus casas!

»¡Jerusalén,

que Dios bendiga para siempre

a todos los que te reconstruyan!

15 Entonces recibirás con alegría

a todos los que hacen el bien,

y ellos se reunirán para alabar a Dios,

el Rey del universo.

»¡Jerusalén,

que Dios bendiga a los que te aman!

¡Que bendiga a los que te vean prosperar

y se llenen de alegría!

16 ¡Que bendiga a los que te vean sufrir

y sientan pesar por tu castigo!

»Todos ellos se llenarán de alegría

cuando Dios te haga feliz para siempre.

»¡Alabo al Dios todopoderoso!

17 Porque Jerusalén

será reconstruida,

y el templo de Dios

jamás será destruido.

»¡Jerusalén,

mi gozo será completo

si Dios permite que mis descendientes

lleguen a ver tu hermosura

y adoren a Dios, el Rey del cielo!

»Jerusalén,

tus portones serán reconstruidos

con zafiros y esmeraldas.

Tus murallas serán reconstruidas

con piedras preciosas.

Tus torres y defensas, con oro puro,

y tus plazas serán pavimentadas

con rubíes y joyas preciosas.

18 La gente vendrá a ti

y alabará a Dios para siempre.

En tus portones

la gente cantará con alegría,

y en sus casas todos gritarán:

“¡Aleluya!

¡Alabado sea el Dios de Israel!”»

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Tobit 14

1 Así terminó Tobit su alabanza a Dios.

Últimos consejos de Tobit a su hijo

2 Cuando Tobit quedó ciego tenía sesenta y dos años. Después de recuperar la vista, obtuvo muchas riquezas, ayudó a los necesitados, y siguió adorando a Dios y proclamando su poder. Tobit murió en paz, a la edad de ciento doce años, y fue sepultado con honores en la ciudad de Nínive.

3 Poco antes de morir, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dio estos consejos:

«Hijo mío, toma a tus hijos

4 y vete con ellos al país de Media; allí estarás más seguro que en Asiria o en el país de Babilonia. Recuerda lo que Dios anunció por medio del profeta Nahúm en contra de Nínive. Yo estoy seguro de que, en su momento preciso, se cumplirá todo lo que Dios anunció por medio de los profetas. Ni una sola de las profecías contra el país de Asiria y su capital Nínive dejará de cumplirse.

»Los israelitas que viven en Israel serán expulsados de su patria y llevados a distintos países. Nuestro bello país será destruido por completo: Samaria y Jerusalén quedarán desiertas, y el templo de Dios será quemado y quedará en ruinas por un tiempo.

5 »Pero Dios tendrá compasión de los israelitas y los llevará de nuevo a su tierra. Cuando llegue el tiempo fijado por Dios, el templo será reconstruido, aunque no llegará a ser tan hermoso como el primero.

»Tiempo después, tal y como lo anunciaron los profetas, los israelitas regresarán al país, y reconstruirán el templo y la ciudad de Jerusalén con toda su belleza.

6 »Todas las naciones de la tierra abandonarán a los dioses falsos que los engañaron con sus mentiras. Entonces reconocerán y alabarán a Dios como su rey soberano, y lo adorarán con sinceridad.

7 »En aquellos días, todos los israelitas que hayan sobrevivido, volverán a obedecer a Dios. Se reunirán en Jerusalén, tierra de Abraham, y allí vivirán seguros por siempre. Dios mismo les devolverá esa tierra. Los que en verdad aman a Dios se alegrarán, pero los pecadores y malvados serán expulsados de esa tierra.

8-9 »Ahora pues, hijo mío, te pido a ti y a tus hijos que obedezcan a Dios con sinceridad, y que siempre hagan lo que a él le agrada. Enseñen a sus hijos a ser justos y a compartir todo lo que tienen con los necesitados. Díganles que nunca se alejen de Dios y lo alaben en todo tiempo con todas sus fuerzas.

»Hijo mío, el mismo día que muera tu madre y la entierres junto a mí, vete de la ciudad de Nínive. ¡Ni siquiera pases la noche aquí! En esta tierra hay mucha maldad y engaño, y veo que a nadie le importa.

10 »Tú sabes que Nadab enterró vivo a mi sobrino Ajicar, que era su padre adoptivo. Pero como Ajicar siempre compartió lo que tenía con los más necesitados, Dios lo sacó de la tumba, y delante de él castigó a Nadab enviándolo a la muerte eterna.

11 Recuerda que Dios bendice a los que ayudan a los necesitados, pero castiga con la muerte a los malvados. Espero que tú y tus hijos nunca se olviden de esto. En cuanto a mí, ya siento que se me acaba la vida…»

Entonces lo acostaron sobre la cama, y murió. Después lo enterraron con honores.

Tobías se va a vivir con sus suegros

12 Cuando murió Ana, madre de Tobías, este la enterró junto a la tumba de Tobit. Luego, se fue con su esposa Sara al país de Media. Allí se quedaron a vivir en la ciudad de Ecbatana, junto con su suegro Ragüel.

13 Como Ragüel y Edna eran ya muy ancianos, Tobías cuidó a sus suegros y los trató con respeto. Cuando murieron, los enterró en Ecbatana, y heredó sus riquezas, como antes había heredado lo que le dejó su padre Tobit.

14-15 Antes de su muerte, Tobías se enteró de que la ciudad de Nínive había sido destruida por Ciaxares, el rey de Media, y vio que sus habitantes eran llevados como prisioneros a ese país. Entonces bendijo a Dios por haber castigado a los habitantes del país de Asiria y su capital Nínive, y se alegró de haberlo presenciado antes de morir.

Tobías fue una persona muy respetada, y murió a la edad de ciento diecisiete años.

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Judit 1

Dos reyes en guerra

1 Esta historia comienza cuando el rey Nabucodonosor llevaba doce años gobernando el país de Asiria. Nabucodonosor vivía en la ciudad de Nínive, que era la capital de su reino. Por ese entonces, Arfaxad era el rey del país de Media y vivía en Ecbatana, la capital de su reino.

2 Arfaxad mandó construir alrededor de Ecbatana una muralla de piedras talladas. Cada una de las piedras era de un metro y treinta y cinco centímetros de ancho, y de dos metros con sesenta centímetros de largo. La muralla era de treinta y un metros y medio de alto, y de veintidós metros y medio de ancho.

3 Sobre los portones de la muralla mandó construir unas torres de vigilancia, que tenían cuarenta y cinco metros de alto, y estaban sobre unos cimientos que medían veintisiete metros de ancho.

4 Los portones eran de treinta y un metros y medio de alto, y de dieciocho metros de ancho. Por ellos podía pasar su poderoso ejército sin ninguna dificultad.

5 Fue entonces cuando el rey Nabucodonosor le declaró la guerra al rey Arfaxad, para combatir en la gran llanura que se encuentra en la región de Ragau.

6 A Nabucodonosor se le unieron los que vivían en las montañas y los pueblos que había junto a los ríos Hidaspes, Éufrates y Tigris. También se le unieron los que estaban en las llanuras gobernadas por Arioc, rey de Elam. Fueron muchos los pueblos que se aliaron contra Arfaxad y su pueblo, que eran descendientes de Queleúd.

7 Nabucodonosor envió mensajeros a todos los habitantes de Persia y a todos los que vivían en la región del oeste, para que se le unieran y lo apoyaran en la guerra. Los pueblos de la región del oeste eran:

Cilicia,

Damasco,

Líbano,

Antilíbano,

los de la costa,

8 los del Carmelo y Galaad,

los de Galilea superior y

los de la gran llanura de Esdrelón.

9 Nabucodonosor también llamó a todos los que vivían en Samaria y sus ciudades, a los que vivían al oeste del río Jordán, y a los de Jerusalén, Betané, Quelús y Cades. Igualmente, pidió el apoyo de los que vivían más allá del río de Egipto, los de Tafnes, Ramsés, los del territorio de Gosén,

10 los que vivían más allá de Tanis y Menfis. También pidió el apoyo de los egipcios y de todos los pueblos que llegaban hasta la frontera con Etiopía.

11 Sin embargo, ninguno de esos pueblos le tenía miedo a Nabucodonosor, y pensaban que nadie lo apoyaba. Por eso rechazaron su plan de guerra, y echaron a sus mensajeros, los cuales salieron humillados y con las manos vacías.

12 Cuando Nabucodonosor se enteró de eso, se enojó tanto contra todos esos pueblos que juró, por su trono y por su reino, que destruiría a todos los que no lo apoyaron, incluyendo a Moab, a Amón, a Judea y a los que están en la región de los dos mares.

Nabucodonosor derrota a Arfaxad

13 Nabucodonosor llevaba diecisiete años gobernando al país de Asiria cuando salió con su ejército a pelear contra el rey Arfaxad. En esa batalla Nabucodonosor destruyó por completo al ejército de Arfaxad.

14-15 Pero a Arfaxad lo capturó en las montañas de Ragau, y allí lo mató a flechazos. Luego conquistó las ciudades que pertenecían a Arfaxad y llegó hasta Ecbatana. Allí se apoderó de las torres, destruyó las plazas y convirtió en ruinas la belleza de la ciudad amurallada.

16 Finalmente, regresó a Nínive con sus soldados y el gran ejército que se le había unido, y durante cuatro meses se dedicaron a descansar y a celebrar la victoria.

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Judit

Judit 2

Venganza de Nabucodonosor

1-2 Al comienzo del año dieciocho de su reinado, el rey Nabucodonosor reunió a todos los jefes y ministros del reino. Les comunicó su decisión de vengarse de todos los pueblos que no lo habían apoyado en la guerra. También les presentó el plan que había preparado en secreto para acabar con todos esos pueblos,

3 y todos estuvieron de acuerdo.

4 Tan pronto como terminó la reunión, el rey Nabucodonosor llamó al comandante general del ejército, que se llamaba Holofernes y era el segundo hombre más importante del reino. Cuando el comandante llegó, el rey le dijo:

5 «Yo soy el gran rey y soberano de toda la tierra, y estas son mis órdenes. Quiero que de inmediato elijas a los soldados más valientes, para que formes un ejército de ciento veinte mil hombres de infantería, y doce mil hombres de caballería.

6 Atacarás a todos esos pueblos que están en la región del oeste, y que no me apoyaron.

7 Estoy muy enojado con ellos. Exígeles que se rindan, pues de lo contrario los atacaré. Hazles ver que mi ejército tiene muchos soldados. ¡Son tantos que pueden cubrir toda la tierra y apoderarse de ella!

8 Si no se rinden, los muertos cubrirán los valles, y llenarán los ríos y los arroyos hasta desbordarse.

9 Los que queden con vida serán sacados de sus casas y llevados lejos de su patria.

10 »Quiero que salgas de inmediato y conquistes en mi nombre a esos pueblos. Si se rinden, no les hagas ningún daño. Espera hasta que yo llegue y los castigue.

11 Pero si no se rinden, no perdones a ninguno; más bien, mátalos y quítales todo lo que tengan; no les tengas piedad.

12 ¡Juro por mi vida y por mi poderoso reino, que tomaré venganza con mis propias manos!

13 »¡Cumple mis órdenes al pie de la letra, y no te demores!»

14 El comandante Holofernes salió del palacio y de inmediato reunió a todos los jefes, generales y oficiales del ejército.

15 Tal como se lo había ordenado su rey, eligió ciento veinte mil soldados de infantería y doce mil soldados de caballería expertos en el manejo del arco y la flecha.

16 A todos ellos los organizó para la guerra.

17 Holofernes consiguió muchos camellos, burros y mulos para cargar el equipaje, y compró una gran cantidad de ovejas, toros y cabras para alimentar a su ejército.

18 Luego preparó suficientes provisiones para cada soldado, y sacó del tesoro del reino una gran cantidad de oro y plata para el viaje.

19-21 Holofernes salió de Nínive antes que el rey Nabucodonosor. Sus planes eran cubrir con su ejército toda la región del oeste. Detrás del ejército marchaba una gran cantidad de gente, tanta que parecía una nube de saltamontes o moscas. No se sabía cuánta gente iba, pues era como los granos de arena en el mar, que no se pueden contar.

Después de tres días de viaje, Holofernes y su ejército llegaron a la llanura de Bectilet. Luego se dirigieron a la montaña que está arriba de Cilicia norte, y allí acamparon.

22 Desde este lugar, Holofernes dirigió a todo su poderoso ejército hacia la región montañosa.

23 Destruyó los pueblos de Fud y Lud, y a los habitantes de Rasís. A los ismaelitas que vivían al sur de Queleón, al borde del desierto, les quitó todo lo que tenían.

24 Después Holofernes y su ejército cruzaron el río Éufrates, y atravesaron la región de Mesopotamia. Destruyeron todas las ciudades amuralladas que se extendían desde el arroyo de Abroná hasta el mar Mediterráneo.

25 Se apoderaron de la región de Cilicia, y derrotaron a todos los que se les enfrentaron. De allí pasaron a la frontera sur de la región de Jafet, frente a Arabia,

26 rodearon a los madianitas, incendiaron sus campos y se quedaron con sus ganados.

27 De allí bajaron a la llanura de Damasco, en la época de la cosecha del trigo. Quemaron todos sus campos y mataron todo su ganado; saquearon las ciudades y mataron a todos los jóvenes.

28 Al enterarse de esto, se llenaron de miedo todos los habitantes de la costa del Mediterráneo, es decir, los pueblos de Sidón, Tiro, Oquiná, Jabnia, Asdod, Ascalón y Sur.

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Judit 3

1 Entonces enviaron mensajeros a Nabucodonosor con esta propuesta de paz:

«Al gran rey Nabucodonosor:

2 »Su Majestad, nosotros somos sus servidores y nos ponemos a sus órdenes. Nuestra vida está en sus manos.

3-4 Todo lo que tenemos es suyo: fincas, animales, campos de trigo, y hasta nuestras ciudades con sus habitantes. Su Majestad puede hacer lo que quiera con todo esto».

5-8 Los mensajeros le entregaron la propuesta al comandante Holofernes, y este decidió ir a cada una de las ciudades de la costa. En todas ellas, la gente lo recibió con música de tambores y baile, y hasta se puso coronas de hojas de laurel. Sin embargo, Holofernes destruyó todos los templos que había en esas ciudades, pues tenía orden de destruir losídolos. Así todos los habitantes de esas ciudades, sin importar su raza o idioma, tendrían que adorar al rey Nabucodonosor como si fuera un dios.

Al salir de cada ciudad, Holofernes dejó tropas de su ejército vigilando la ciudad, y eligió hombres del lugar para que sirvieran como soldados auxiliares.

9 Luego se fue al valle de Esdrelón, que está junto a Dotán, frente a las montañas de Judea.

10 Puso su campamento entre las ciudades de Gabá y Escitópolis, y se quedó allí un mes, para juntar más alimentos y equipo para su ejército.

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Judit 4

Los israelitas se alistan para la guerra

1 Los israelitas que vivían en Judea se enteraron de que el comandante Holofernes había tratado con crueldad a las naciones de la costa. Supieron que había destruido los templos y se había llevado todo lo que allí había.

2 Estas noticias les causaron gran temor, pues ya se imaginaban lo que Holofernes haría con Jerusalén y su templo.

3 Hacía poco tiempo que los israelitas habían sido liberados de la esclavitud en Babilonia, y habían regresado a su país. Además, habían vuelto a dedicar a Dios el templo, el altar y los utensilios que se usaban en el culto, pues sus enemigos los habían usado para adorar a sus dioses.

4 Entonces los de Judea enviaron mensajeros a los israelitas que vivían en Samaria, Coná, Bet-horón, Ibleam, Jericó, Cobá, Hasor y el valle de Salem, y les avisaron que se alistaran para la guerra.

5 Luego, subieron rápidamente a las montañas más altas, y allí construyeron murallas alrededor de los pueblos de esos lugares. Aprovechando que hacía poco habían recogido sus cosechas, reunieron una gran cantidad de alimentos, y de ese modo se alistaron para la guerra.

6-8 El único camino que conducía a Judea estaba en la región montañosa, cerca de los pueblos de Betulio y Betomestaim, frente al valle de Esdrelón, y frente a la llanura cercana a Dotán. Entonces Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes y vivía en Jerusalén, escribió un mensaje para los israelitas de esos pueblos, pidiéndoles que vigilaran el camino. El mensaje iba firmado por él y por los jefes de Judea. El plan era cerrarles el paso a los enemigos invasores, pues el camino era tan angosto que solo podían pasar dos personas a la vez. La gente de Betulio y Betomestaim obedeció de inmediato.

Los israelitas piden ayuda a Dios

9 Los israelitas oraron a Dios con todas sus fuerzas y le pidieron ayuda. Reconocieron que necesitaban su ayuda, y que sin él estaban perdidos.

10 Entonces los hombres, mujeres y niños, y los obreros, esclavos y extranjeros del lugar, se vistieron con ropas ásperas para mostrar su tristeza ante Dios. También echaron mantas ásperas sobre los animales, para mostrarle a Dios hasta dónde llegaba su preocupación.

11 Los israelitas de Jerusalén fueron a los patios del templo y se arrodillaron; allí se echaron ceniza sobre la cabeza, y se vistieron con ropas ásperas y extendieron sus manos hacia Dios.

12-15 También cubrieron el altar del templo con telas ásperas, y le pidieron a Dios protección. Y es que temían que sus enemigos se burlaran de ellos, les quitaran a sus hijos y se llevaran a sus mujeres. Sabían que los enemigos destruirían las ciudades que habían heredado y adorarían a sus dioses en el templo.

En Jerusalén y en toda Judea, la gente ayunó durante muchos días delante del templo del Dios todopoderoso. Por su parte, Joaquín, el jefe de los sacerdotes, junto con los demás sacerdotes y los que trabajaban en el templo, reconocieron ante Dios que sin su ayuda estaban perdidos. Entonces se vistieron con ropas ásperas para hacer los sacrificios de cada día, y para recibir las ofrendas que el pueblo voluntariamente le llevaba a Dios. Además se echaron ceniza sobre la cabeza, y con todas sus fuerzas le pidieron a Dios que protegiera al pueblo de Israel.

Dios vio el sufrimiento de su pueblo y escuchó sus oraciones.

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Judit 5

El informe de Aquior a Holofernes

1 Holofernes, el comandante general del ejército asirio, fue informado de que los israelitas se alistaban para la guerra y que habían cerrado el camino que subía a la montaña. También le informaron que los israelitas habían construido murallas alrededor de los pueblos de las montañas, y que habían llenado de trampas las llanuras.

2 Al escuchar el informe, Holofernes se enojó muchísimo, y llamó a todos los jefes de Moab y de Amón, y también a los gobernadores de las ciudades de la costa.

3 Les preguntó:

—Ustedes que habitan la región de Canaán, díganme, ¿qué clase de gente es esa que vive en la montaña? ¿En qué ciudades habitan? ¿Qué tan poderoso es su ejército? ¿De dónde sacan su fuerza? ¿Quién es el rey que los gobierna y comanda su ejército?

4 ¿Por qué no salió su gente a recibirme, como lo hicieron los pueblos del oeste?

5 Aquior, el jefe de Amón, contestó:

«Su Excelencia, présteme usted atención y le contaré la verdad acerca de ese pueblo que ahora vive en las montañas. Puede usted confiar en que le diré solo la verdad.

6-8 »Originalmente, estos israelitas erandescendientesde los caldeos. Pero los caldeos los expulsaron de su tierra, porque no quisieron adorar a sus dioses. Al contrario, comenzaron a adorar solamente al Dios del cielo y abandonaron las costumbres caldeas. Por eso los israelitas tuvieron que irse a la región de Mesopotamia, y allí vivieron mucho tiempo.

9 »Después de algún tiempo, su Dios les ordenó que se fueran a vivir a Canaán. Así que se trasladaron a esa tierra y se hicieron muy ricos, pues llegaron a tener mucho oro, plata y ganado.

10 »Pasaron largos años, y hubo hambre en toda la región de Canaán. Entonces se fueron a Egipto, y allí vivieron mientras hubo alimento. Tuvieron muchos hijos, y se volvieron un pueblo muy numeroso.

11 Pero al ver que se convertían en una amenaza, el rey de Egipto se puso en contra de ellos. Los humilló, los maltrató y los obligó a fabricar ladrillos. ¡Los convirtió en sus esclavos!

12 »Entonces los israelitas le rogaron a su Dios que los ayudara, y él castigó a los egipcios con plagas terribles y enfermedades incurables. Los egipcios no tuvieron más remedio que echarlos fuera de su país.

13 »Ellos salieron y al llegar al Mar de los Juncos, su Dios secó el mar para que pudieran cruzarlo.

14 Luego los guió por el camino del Sinaí y por Cadés-barnea. Ellos, por su parte, echaron a la gente que vivía en los pueblos del desierto,

15 y se quedaron a vivir en la región de los amorreos. Además, pelearon contra los habitantes de Hesbón y los vencieron. Luego cruzaron el río Jordán y se apoderaron de toda la región montañosa,

16 donde se quedaron por mucho tiempo. De allí echaron a los cananeos, a los ferezeos, a los jebuseos, a los gergeseos y a los de Siquem.

17 »El Dios de ese pueblo odia el pecado. Por eso, mientras ellos lo obedecieron, les fue bien en todo.

18 Pero cuando desobedecieron a su Dios, sufrieron muchas guerras, los enemigos se apoderaron de sus ciudades, el templo de su Dios fue destruido, y a ellos los llevaron presos a un país lejano.

19 Estando allá, le pidieron perdón a su Dios, y así pudieron regresar a su tierra. Algunos volvieron a la ciudad de Jerusalén, donde está su templo, y otros habitaron de nuevo los pueblos de las montañas, los cuales habían quedado abandonados.

20 »Por lo tanto, Su Excelencia, si ese pueblo ha cometido algún pecado, y estamos seguros de que ha ofendido a su Dios, entonces podremos atacarlos y vencerlos.

21 Pero si no han pecado contra su Dios, será mejor que usted los deje en paz. Porque si usted los ataca, el Dios de ese pueblo los defenderá, y al vernos derrotados todo el mundo se burlará de nosotros».

22 Tan pronto como Aquior terminó de hablar, todos los que estaban escuchándolo se enojaron con él. Además, los capitanes del ejército de Holofernes, los habitantes de la costa y los de Moab querían matarlo.

23 Todos gritaban: «¡Esos israelitas no nos asustan! ¡Esa gente es débil y no tiene un ejército que nos pueda derrotar!

24 ¡Comandante Holofernes, ataquemos ahora! ¡Para nuestro ejército esa gente es pan comido!»

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Judit 6

Aquior en poder de los israelitas

1 Después de un rato, los que estaban alrededor de los jefes y gobernadores dejaron de gritar. Entonces el comandante Holofernes, delante de los moabitas y los extranjeros presentes, le dijo a Aquior:

2 «¿Quién te has creído que eres? ¿Cómo te atreves a darme consejos? Tú y tu ejército se han vendido a los israelitas, y ahora me sales con que no debemos luchar contra ellos porque su Dios los protegerá. ¿Acaso crees que hay otro dios aparte del rey Nabucodonosor? ¡Él es nuestro dios! Su poder hará desaparecer de la tierra a esos israelitas, y su dios no los podrá salvar.

3 »Nosotros servimos a Nabucodonosor, y destruiremos a los israelitas como si fueran un solo hombre. Ellos no podrán hacerles frente a nuestros poderosos soldados de caballería.

4 ¡Acabaremos con todos ellos! ¡La sangre de su gente correrá por las montañas, y los valles quedarán cubiertos de cadáveres! No podrán vencernos. ¡Ninguno de ellos quedará con vida! ¡Así lo ha dicho el rey Nabucodonosor, y sus órdenes se cumplirán! Él es el dueño de toda la tierra.

5 »Y tú, Aquior, no me volverás a ver hasta que haya castigado a ese pueblo que escapó de Egipto. Tus propias palabras te condenan. ¡No eres más que un soldado amonita que se vende al que mejor le paga!

6-8 Cuando yo regrese de la batalla, recibirás el castigo que te mereces. Mis soldados y mis ayudantes te clavarán sus lanzas, y te partirán con sus espadas. Por ahora te dejaré con vida, pero mis ayudantes te llevarán a la montaña y te dejarán en una de esas ciudades. Allí sufrirás la muerte junto con los israelitas.

9 »Todo cuanto te he dicho, se cumplirá. Y si de veras crees que ese pueblo es invencible, no tienes por qué poner esa cara de preocupación».

10 Tan pronto terminó de hablar, Holofernes ordenó a sus guardias que apresaran al jefe Aquior, y que lo entregaran a los israelitas que vivían en la ciudad de Betulia.

11 Los guardias lo tomaron prisionero y lo sacaron del campamento. Caminaron por el valle y luego subieron a la montaña, hasta llegar a las fuentes de agua que hay en la parte baja de Betulia.

12 Cuando los hombres de Betulia vieron a los soldados de Holofernes, tomaron sus armas y subieron a la parte más alta de la montaña. Los soldados hábiles en el uso de la honda comenzaron a arrojarles piedras para no dejarlos subir.

13 Entonces los hombres de Holofernes bajaron de la montaña, y allí dejaron atado a Aquior. Luego regresaron a donde estaba su comandante.

14 Al ver esto, los israelitas bajaron de su ciudad y llegaron hasta donde estaba Aquior. Luego de desatarlo, lo llevaron a Betulia y lo presentaron ante los jefes de la ciudad.

15 En ese tiempo los jefes eran Ozías hijo de Miqueas, de la tribu de Simeón, Cabris hijo de Otoniel, y Carmis hijo de Malquiel.

16 Ellos reunieron a todos los ancianos, y a las mujeres y a los jóvenes de la ciudad, y pusieron a Aquior en medio de ellos. Ozías le pidió a Aquior que explicara lo que había pasado,

17 y este contó lo que había dicho delante de los oficiales del ejército asirio. También les informó de los planes del comandante Holofernes, y que este había lanzado amenazas contra los israelitas.

18 Cuando los presentes oyeron esto, todos se arrodillaron hasta tocar el suelo con la frente, para adorar a Dios. Todos gritaban:

19 «¡Dios del cielo, mira el orgullo de nuestros enemigos! ¡Solo buscan el poder! ¡Ten compasión de tu humilde pueblo! ¡Atiéndenos, pues somos tuyos!»

20 Después de esto calmaron a Aquior, y con mucho entusiasmo lo felicitaron.

21 Cuando terminó la reunión, Ozías invitó a Aquior a su casa, donde dio una gran fiesta para los líderes de la ciudad. Y pasaron toda esa noche rogándole al Dios de Israel que los ayudara.

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Judit 7

Holofernes ataca la ciudad de Betulia

1 Al día siguiente, Holofernes le ordenó a su ejército y a las tropas aliadas que marcharan hacia la ciudad de Betulia. El plan era ocupar los caminos angostos que cruzaban la montaña y atacar a los israelitas.

2 El ejército de Holofernes tenía ciento sesenta mil soldados de infantería y doce mil de caballería. Esto sin contar a los ayudantes encargados del equipaje del ejército, y la gran cantidad de personas que lo seguían a pie. Ese mismo día iniciaron su camino a Betulia.

3 Cuando llegaron cerca de la ciudad, acamparon junto al manantial del valle. Era tan grande el ejército que el valle quedó completamente cubierto de soldados. El campamento se extendía desde Dotán hasta Ibleam, y desde Betulia hasta Ciamón, que está frente a Esdrelón.

4 Cuando los israelitas vieron aquel ejército tan grande, tuvieron mucho miedo, y se decían unos a otros: «¡Este ejército acabará con toda la tierra! Son tantos que ni las montañas ni los valles ni los cerros podrán aguantar su peso».

5 Entonces los israelitas tomaron sus armas, encendieron fogatas en las torres y vigilaron durante toda la noche.

6 Al día siguiente, Holofernes envió a todos sus soldados de caballería para que desfilaran frente a los israelitas de Betulia.

7 También revisó los caminos que llevaban a la ciudad, y dejó soldados vigilando los pozos de agua que estaban fuera de las murallas. Luego, regresó a donde estaba el resto de su ejército.

Los planes para el ataque

8 Los comandantes de las tropas aliadas de Edom, Moab y las ciudades de la costa, fueron a ver a Holofernes, y le dijeron:

9 «Su Excelencia, por favor preste atención al consejo que le vamos a dar, para que ningún soldado de su ejército muera.

10 Los israelitas no confían tanto en sus armas, sino en que viven en esas altas montañas, a las cuales es muy difícil subir.

11 Por eso, Su Excelencia, si usted no los ataca como ellos esperan, verá que ni uno solo de sus soldados morirá.

12 »Lo que usted debe hacer es quedarse aquí en el campamento con sus soldados. Mientras tanto, y si usted nos da permiso, iremos y cerraremos el pozo de agua que brota al pie de la montaña.

13 De ese pozo sacan agua todos los habitantes de Betulia, pero si ya no la tienen, tendrán que rendirse para no morir de sed.

»Cuando ellos se rindan, subiremos con nuestros soldados a lo más alto de la montaña, y no dejaremos salir a nadie de la ciudad.

14 Los hombres, mujeres y niños de Betulia caerán muertos de hambre por las calles. No tendremos necesidad de matarlos en batalla.

15 De esa manera, usted les dará el castigo que se merecen, pues ellos no quisieron rendirse por las buenas».

16 Holofernes y sus consejeros aceptaron el plan, y ordenaron que se cumpliera.

17 Entonces el ejército de los moabitas y cinco mil soldados asirios salieron del campamento, y al llegar al valle se apoderaron de los pozos de agua de los israelitas.

18 Al mismo tiempo, las tropas de los edomitas y de los amonitas subieron a las cumbres de las montañas y acamparon frente a Dotán. También enviaron tropas hacia el sureste para que acamparan frente a Egrebel, cerca de Cus, donde está el pozo de Mocmur. El resto del ejército asirio acampó en el valle. Eran tantos los soldados, las tiendas de campaña y el equipaje, que todo el valle quedó cubierto.

19 Cuando los israelitas vieron que sus enemigos los tenían rodeados, y que no tenían manera de escapar, se desanimaron mucho, y a gritos pidieron ayuda a Dios.

Los asirios rodean la ciudad de Betulia

20 Todo el ejército asirio mantuvo rodeada la ciudad de Betulia durante treinta y cuatro días.

Los habitantes de la ciudad pronto se quedaron sin agua,

21 pues se acabaron sus reservas. La gente solo bebía un poco de agua cada día, y no era suficiente para calmar la sed.

22-23 Los niños, las mujeres y los jóvenes caían desmayados en las calles y junto a los portones de la ciudad. Por eso los habitantes de Betulia, en su desesperación, fueron a reclamarle al gobernador Ozías y a los jefes de la ciudad. Les dijeron:

24 «¡Que Dios los castigue por el gran daño que nos han hecho! Ustedes no quisieron hacer un trato de paz con los asirios,

25 y ahora no tenemos quien nos ayude. Al contrario, Dios nos ha entregado en manos de nuestros enemigos, y moriremos de sed ante ellos. ¡Acabarán por completo con nosotros!

26 Ríndanse y dejen que el ejército de Holofernes se lleve todo lo que quiera.

27 No queremos ver morir a nuestros hijos y mujeres; antes, preferimos ser esclavos de los asirios.

28 Dios nos está castigando por los pecados que cometimos, y por los de nuestros antepasados. ¡Por el amor de Dios, no nos dejen morir!»

29 Todos los que estaban allí reunidos empezaron a llorar de angustia. Daban gritos pidiendo la ayuda de Dios.

30 Entonces el gobernador Ozías les respondió:

—¡Compatriotas, tengan fe! ¡Les pido que aguantemos solo cinco días más! ¡Les aseguro que Dios tendrá compasión de nosotros! ¡Dios no nos abandonará!

31 Si al cabo de cinco días nuestro Dios no nos ha salvado, haré lo que ustedes me están pidiendo.

32 Luego los despidió y les encargó que regresaran a sus puestos. Entonces los hombres se dirigieron a las murallas y a las torres de la ciudad, y las mujeres y los niños se fueron a sus casas. Sin embargo, en toda la ciudad había mucha preocupación y tristeza.