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Jeremías 31

Israel volverá de Babilonia

1 El Dios de Israel declara:

«El día que vuelvan de Babilonia, yo seré el Dios de todos los israelitas, y ellos serán mi pueblo.

2 »Cuando andaban por el desierto,

yo les demostré mi gran amor.

A los que no murieron en la guerra,

los hice descansar.

3-4 Hace mucho, mucho tiempo

me aparecí ante ellos y les dije:

“Pueblo de Israel,

siempre te he amado,

siempre te he sido fiel.

Por eso nunca dejaré

de tratarte con bondad.

Volveré a reconstruirte,

y volverás a danzar alegremente,

a ritmo de panderetas.

5 En las colinas de Samaria

volverás a plantar viñedos,

y disfrutarás de las uvas.

6 Muy pronto los guardias gritarán

por las colinas de Efraín:

‘¡Vengan, vayamos a Jerusalén,

yadoremosa nuestro Dios!’”»

7 El Dios de Israel dice:

«¡Canten alegres, israelitas!

¡Ustedes son los más importantes

entre todas las naciones!

En sus alabanzas canten:

“¡Tú, Dios nuestro, nos salvaste!

¡Salvaste a los pocos israelitas

que aún quedábamos con vida!”

8 »Yo los haré volver de Babilonia;

los haré volver

de todos los rincones del mundo,

y los llevaré a su tierra.

Serán muchos los que vuelvan.

Volverán los ciegos y los cojos,

las que estén embarazadas,

y las que llevan bebés en brazos.

9 Vendrán arrepentidos,

con lágrimas en los ojos,

y yo los llevaré por un camino seguro.

Israel, yo soy tu padre,

y tú eres mi hijo mayor».

10 Dios les dice a las naciones:

«Escuchen mi mensaje.

Digan a las islas lejanas

que yo dispersé a Israel,

pero que volveré a reunirlo.

Ahora voy a cuidarlos,

como cuida el pastor a sus ovejas.

11 Rescataré a los israelitas;

los libraré del poder de ustedes,

pues son más fuertes que ellos.

12 Cuando ellos lleguen a Jerusalén

disfrutarán de misbendiciones.

Yo les daré trigo, vino y aceite,

y también vacas y ovejas,

para que hagan fiesta.

Serán como un jardín bien regado,

y nunca más perderán su fuerza.

13 Yo les daré consuelo;

cambiaré su dolor en danza

y su tristeza en alegría.

Bailarán alegres jóvenes y viejos.

14 Lossacerdotesy mi pueblo

disfrutarán de mis bendiciones,

y tendrán más de lo que necesitan.

Les juro que así lo haré».

15 El Dios de Israel dice:

«Grandes llantos y lamentos

oyó la gente de Ramá.

Es Raquel, que llora

por la muerte de sus hijos,

y no quiere ser consolada».

16-17 Pero Dios le dice:

«Sécate las lágrimas, Raquel;

ya no sigas llorando

ni pierdas la esperanza.

Tus hijos volverán a su patria;

volverán de ese país enemigo,

y tu sufrimiento se verá recompensado.

Te juro que así será.

18 »Ya he escuchado a mi pueblo

llorar amargamente.

Los he oído reclamarme:

“Dios de Israel,

¡tú eres nuestro Dios!

Éramos como un toro salvaje,

pero tú pudiste domarnos

y ahora sabemos obedecer.

¡Acéptanos de nuevo!

19 ”Cuando jóvenes, te abandonamos;

pero ahora estamos arrepentidos.

¡Estamos tan avergonzados

que nosotros mismos nos herimos!”

20 »Pero yo les he dicho:

“Ustedes son mi pueblo preferido;

¡y los quiero más que a nadie!

Es verdad que los reprendo,

pero siempre pienso en ustedes.

¡Los amo de todo corazón!

¡Les tengo un gran cariño!

21 ”Amado pueblo de Israel,

¡regresa ya a tus ciudades!

¡Pon señales en el camino

para que puedas encontrarlo!

22 ¡Deja ya de andar perdido!

¡Deja ya de serme infiel!

Yo soy el Dios de Israel,

y he creado algo nuevo y sorprendente,

tanto que nadie podría imaginárselo”».

El sueño de Jeremías

23 En un sueño, el Dios todopoderoso me dijo:

«Cuando yo haga volver a los israelitas del país donde ahora son esclavos, los que viven en las ciudades de Judá volverán a decir:

“¡Dios tebendiga, Jerusalén!

¡Ciudad elegida por Dios!

¡Dios te bendiga, templo de Dios,

pues en ti habita la justicia!”

24 »Allí vivirán todos los que ahora viven en las ciudades de Judá, junto con los campesinos y los pastores de ovejas.

25 A los que tengan hambre les daré de comer, y a los que tengan sed les daré de beber».

26 Cuando me desperté y abrí los ojos, me di cuenta de que había tenido un sueño muy hermoso.

Responsabilidad personal

27 El Dios de Israel dice:

«Viene el día en que haré que Israel y Judá vuelvan a poblarse de gente y de animales.

28 Así como antes me dediqué a derribarlos, arrancarlos y destruirlos, ahora me dedicaré a plantarlos, reconstruirlos y ayudarlos a crecer.

29 Cuando llegue ese día, nadie volverá a decir: “Los padres la hacen, y los hijos la pagan”,

30 porque cada quien será responsable de sus propios actos. En otras palabras, cada uno de ustedes morirá por su propiopecado».

El nuevo pacto

31 El Dios de Israel dice:

«Viene el día en que haré un nuevopactocon el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá.

32-33 En el pasado, tomé de la mano a susantepasadosy los saqué de Egipto, y luego hice un pacto con ellos. Pero no lo cumplieron, a pesar de que yo era su Dios. Por eso, mi nuevo pacto con el pueblo de Israel será este:

»Haré que mis enseñanzas

las aprendan de memoria,

y que sean la guía de su vida.

Yo seré su Dios,

y ellos serán mi pueblo.

Les juro que así será.

34 »Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acordaré de suspecados. Les juro que así será».

El gran poder de Dios

35 El Dios todopoderoso dice:

«Yo hago que el sol alumbre de día,

y que la luna y las estrellas

alumbren de noche.

Yo hago que ruja el mar

y que se agiten las olas.

¡Yo soy el Dios de Israel!

36-37 »El día que estas leyes naturales

lleguen a faltar,

ese día el pueblo de Israel

dejará de ser mi nación preferida.

El día que alguien pueda

medir la altura del cielo

o explorar lo profundo de la tierra,

ese día yo rechazaré a mi pueblo

por todo el mal que ha hecho.

¡Pero eso nunca sucederá!

¡Les doy mi palabra!»

Jerusalén será reconstruida

38 El Dios de Israel dice:

«Viene el día en que Jerusalén, mi ciudad, será reconstruida desde la torre de Hananel hasta el portón de la Esquina,

39 y de allí hasta la colina de Gareb y el barrio de Goá.

40 Y serán dedicados a mí el valle donde se arrojan los cadáveres y las cenizas, y también los campos que llegan hasta el arroyo de Cedrón y hasta la entrada de los Caballos, en la esquina del este. ¡Nunca más la ciudad de Jerusalén volverá a ser arrancada ni destruida!»

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Jeremías 32

Un plan maravilloso

1-2 Dios me habló otra vez cuando el rey Sedequías me tenía preso en el patio de la guardia de su palacio. Fue en el tiempo en que el ejército babilonio tenía rodeada a la ciudad de Jerusalén. Para entonces Sedequías llevaba diez años de reinar en Judá, y Nabucodonosor llevaba dieciocho años como rey de Babilonia.

3-5 El rey Sedequías ordenó que me encarcelaran porque yo anuncié un mensaje de parte de Dios. Este fue el mensaje:

«Yo, el Dios de Israel, voy a dejar que el rey de Babilonia conquiste la ciudad de Jerusalén. Ni siquiera Sedequías podrá escapar del poder de los babilonios. Ahora es rey, pero será derrotado por el rey de Babilonia. Será llevado preso, y en ese país se quedará hasta que yo decida otra cosa. Si ustedes quieren pelear contra los babilonios, háganlo; pero saldrán derrotados. Juro que así será».

6 Yo dejé en claro que Dios habló conmigo,

7-8 y que me dijo que mi primo Hanamel vendría a ofrecerme un terreno, para que yo se lo comprara. Hanamel era hijo de mi tío Salum, y su terreno estaba en Anatot, en el territorio de Benjamín. Y así fue. Hanamel vino al patio de la guardia, donde yo estaba preso, y me dijo que yo tenía el derecho y la responsabilidad de comprárselo para que el terreno quedara en familia. Con eso quedaba demostrado que Dios había hablado conmigo.

9 Entonces le compré a mi primo el terreno, y le pagué por él diecisiete monedas de plata.

10 Llamé a unos testigos, y delante de ellos le pagué y firmé la escritura del terreno.

11 Se hicieron dos copias de este documento, y en las dos copias se explicaban las condiciones de compraventa; una de ellas quedó sellada, y la otra quedó abierta.

12 Yo le entregué las dos copias a Baruc, que era hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Esto lo hice delante de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado la escritura, y de toda la gente de Judá que estaba sentada en el patio de la guardia.

13 También delante de ellos le dije a Baruc:

14 «El Dios todopoderoso te ordena recibir esta escritura, tanto la copia sellada como la copia abierta. Guárdalas en una vasija de barro, para que no se echen a perder.

15 Dios nos promete que en este país volveremos a comprar casas, terrenos y viñedos».

16 Después de entregarle a Baruc la escritura, le pedí a Dios en oración:

17 «Dios de Israel, tú, con tu extraordinario poder, has creado el cielo y la tierra. ¡No hay nada que tú no puedas hacer!

18 Demuestras tu gran amor a miles de personas, pero también castigas a los hijos por elpecadode sus padres. ¡Tú eres grande y poderoso! ¡Por eso te llaman Dios del universo!

19 Tus planes son maravillosos, pero aún más maravilloso es todo lo que haces. Tú estás al tanto de todo lo que hacemos, y a cada uno nos das lo que merecen nuestras acciones.

20 »Todos saben de losmilagrosque hiciste en Egipto, y de los que sigues haciendo en todo el mundo.

21 Tú nos sacaste de Egipto con gran poder, por medio de milagros que a todos llenaron de miedo.

22 Tú nos diste este país muy fértil, donde siempre hay abundancia de alimentos, tal como se lo habías prometido a nuestrosantepasados.

23 »Pero cuando nuestros antepasados llegaron para habitar este país, no te obedecieron ni tuvieron en cuenta tus enseñanzas. ¡No cumplieron con lo que tú les mandaste hacer, y por eso los castigaste con esta desgracia!

24 Los ejércitos de Babilonia están listos para atacar a Jerusalén, y nuestra ciudad será conquistada por medio de la guerra, el hambre y las enfermedades.

»Dios de Israel, ¡tú mismo puedes ver cómo se cumple ahora todo lo que habías anunciado!

25 Si la ciudad está a punto de caer en manos de los babilonios, ¡para qué me ordenaste comprar un terreno delante de testigos!»

26 Entonces Dios me explicó:

27 «Jeremías, yo soy el Dios de Israel y de todo el mundo. No hay absolutamente nada que yo no pueda hacer.

28 Tienes razón, voy a permitir que el rey de Babilonia y sus soldados se apoderen de Jerusalén.

29 El ejército babilonio atacará a Jerusalén, y les prenderá fuego a todas esas casas donde se quemabainciensoparaadoraral dios Baal, y donde se presentabanofrendasde vino en honor de los dioses falsos. Todo eso lo hacían para ofenderme.

30 Siempre, desde que comenzaron a existir como nación, el pueblo de Israel y el de Judá han hecho lo que les da la gana.

»A mí me molesta mucho que adoren a esosídolos. ¡Son dioses que ellos mismos han fabricado!

31-32 Por eso voy a destruir a Jerusalén, pues desde que la construyeron, los habitantes de Judá y de Jerusalén no han dejado de ofenderme con su conducta. También los pueblos de Israel y de Judá, y sus reyes, jefes,sacerdotesyprofetas, no han hecho más que ofenderme y hacerme enojar.

33 Por más que yo traté de enseñarles y corregirlos, ellos no me escucharon ni me prestaron atención; en vez de seguirme, se alejaron de mí.

34 Para colmo, ¡en mi propio templo colocaron sus asquerosos ídolos! ¡Eso no lo puedo aceptar!

35 También construyeron altares en el valle de Ben-hinom, para adorar a Baal. Pero lo que más aborrezco es que en esos altares ofrecieron a sus hijos y a sus hijas en honor del dios Moloc. Yo jamás les ordené que hicieran eso, ¡y ni siquiera me pasó por la mente! Así fue como hicieron pecar a los habitantes de Judá.

36 »Por eso yo, el Dios de Israel, te digo que lo que has anunciado es verdad: la ciudad de Jerusalén caerá en manos del rey de Babilonia por causa de la guerra, el hambre y la enfermedad.

37 Yo estoy muy enojado con mi pueblo, y por eso lo he dispersado por muchos países. Pero en el futuro volveré a reunirlos, haré que vuelvan a Jerusalén, y entonces vivirán tranquilos y seguros.

38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

39 Haré que tengan buenos pensamientos, y que cambien de conducta. Así me respetarán siempre, y eso será provechoso para ellos y para sus hijos.

40 Haré con ellos unpactoque durará para siempre. Estaré con mi pueblo en todo momento, y lo ayudaré; haré que me respete, y que no vuelva a alejarse de mí.

41 Con todo mi corazón volveré a establecerlo en esta tierra, y mi mayor alegría será que mi pueblo esté bien.

42 »Yo, el Dios de Israel, declaro: Así como le di a mi pueblo este castigo, también le daré todo lo bueno que le he prometido.

43 Ahora mi pueblo dice que esta tierra es un desierto, y que no tiene gente ni animales porque yo la puse en manos de los babilonios. Pero yo les aseguro a todos que volverán a comprar terrenos en este país.

44 Sí, volverán a comprar propiedades y firmarán y sellarán las escrituras delante de testigos. Esas compras las harán en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén, en las ciudades de Judá y en las ciudades de la región montañosa, y también en las ciudades de la llanura y en el desierto. Les juro que los haré volver de Babilonia».

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Jeremías 33

Promesas de restauración

1 Yo, Jeremías, todavía estaba preso en el patio de la guardia cuando Dios me habló una vez más y me dijo:

2 «Yo soy el Dios de Israel. Yo fui quien creó la tierra y la puso en su lugar.

3 Llámame y te responderé. Te haré conocer cosas maravillosas y misteriosas que nunca has conocido.

4-5 »¡Ya vienen los babilonios! ¡Atacarán a Jerusalén! Cuando la ataquen, destruirán todas las casas y llenarán de cadáveres la ciudad. Los israelitas se defenderán y buscarán protección en los palacios de los reyes de Judá; pero como yo estoy muy enojado con la gente de esta ciudad, los abandonaré y los destruiré, pues han cometidopecadosterribles.

6 »Sin embargo, más adelante les devolveré la paz y la tranquilidad, y los haré disfrutar de una vida segura.

7 Haré que vuelvan del país adonde fueron llevados prisioneros, para que reconstruyan su ciudad y vuelvan a ser tan fuertes como antes.

8 Loslimpiaréde todas las maldades y pecados que cometieron contra mí, y les perdonaré su rebeldía.

9 La ciudad de Jerusalén vivirá en paz y bienestar, y recibirá misbendiciones. Además, me dará fama y alegría. Cuando todas las naciones vean esto, se asombrarán y temblarán de miedo».

10 Dios también me dijo:

«Según dicen ustedes, este lugar está destruido y no hay en él gente ni animales. Es verdad. Las ciudades de Judá están en ruinas, y por las calles de Jerusalén no se ve gente ni animales, pero yo les aseguro que de nuevo se poblará la ciudad,

11 y volverán a oírse las serenatas de los enamorados, y los gritos de gozo y alegría. También se escucharán las alabanzas de los que van hacia mi templo llevandoofrendasde agradecimiento. Irán cantando:

“¡Alabemos al Dios de Israel!

¡Alabemos al Dios todopoderoso!

¡Nuestro Dios es bueno

y nunca deja de amarnos!”

»¡Yo les juro que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros, y todo volverá a ser como al principio!»

12-13 Además, el Dios todopoderoso me dijo:

«Este lugar está ahora destruido, y no hay en él gente ni animales. Pero yo les aseguro que el pasto volverá a crecer en los pueblos, y abundarán las ovejas. Los pastores las alimentarán en la región montañosa, en todos los pueblos de Judá y de la llanura, en el desierto del sur, en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén.

14 »Viene el día en que cumpliré la promesa maravillosa que le hice a la gente de Israel y de Judá.

15 Cuando llegue ese día, en el momento preciso nombraré a un rey de la familia de David, que reinará con honradez y justicia.

16 Entonces el reino de Judá estará a salvo, y en Jerusalén habrá seguridad. Por eso la llamarán “Dios es nuestra justicia”.

17 »En Israel siempre habrá un rey de la familia de David.

18 De igual manera, siempre tendré a mi serviciosacerdotesque desciendan de Leví. Ellos presentarán en mi altar las ofrendas de cereal que se queman en mi honor, y también las que se me ofrecen todos los días».

Dios es fiel

19 Dios volvió a hablarme, y me dijo:

20-26 «Jeremías, fíjate en el sol y la luna, que siempre salen a su debido tiempo. Eso no cambia nunca, como tampoco cambiará elpactoque hice con mi servidor David, con lossacerdotes, y con losdescendientesde Abraham, de Isaac y de Jacob. Nunca faltará en Israel un rey de la familia de David, ni faltarán sacerdotes de la familia de Leví. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar; nadie podrá contarlos.

»Jeremías, hay gente que odia a mi pueblo, y lo desprecia como nación. Dicen que primero elegí a Israel y a Judá, y que hasta hice un pacto con ellos, pero que ahora los he rechazado. Pero yo siempre cumplo mis pactos, así que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros».

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Jeremías 34

Advertencia al rey Sedequías

1 El rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén y a sus ciudades vecinas, con el apoyo de todo su ejército y de los reinos y naciones bajo su dominio. Mientras esto sucedía, Dios me habló y me dijo:

2 «Jeremías, ve y dile de mi parte al rey Sedequías:

“Yo soy el Dios de Israel, y quiero decirte algo. Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego.

3 Tú no podrás escapar de su poder, sino que serás capturado y entregado en sus manos. Te llevarán ante su presencia, y después de eso serás llevado prisionero a Babilonia.

4 Pero te prometo que no morirás en la batalla,

5 sino que morirás en paz. Cuando mueras, la gente se pondrá muy triste y quemaráinciensoen tu honor, como lo hicieron con tusantepasados”».

6 Yo fui a Jerusalén y le dije todo esto al rey Sedequías.

7 Mientras tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando las ciudades de Jerusalén, Laquis y Azeca. Estas ciudades eran las únicas protegidas por grandes murallas, y por eso aún no habían sido conquistadas.

Los esclavos son liberados

8 Dios volvió a hablarme después de que el rey Sedequías y toda la gente de Jerusalén decidieron liberar a los esclavos.

9 Según esa decisión, ningún israelita debía esclavizar a sus compatriotas, sino que debían ponerlos en libertad.

10 Los jefes y toda la gente estuvieron de acuerdo en hacerlo así,

11 pero después se arrepintieron y volvieron a hacerlos sus esclavos.

12 Por eso Dios me dijo:

13 «Jeremías, yo soy el Dios de Israel. Losantepasadosde ustedes vivieron como esclavos en Egipto. Cuando yo los saqué de ese país hice unpactocon ellos. Parte de ese pacto establecía

14 que cada siete años dejarían libre a todo esclavo israelita que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, sus antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.

15 »En cuanto a ustedes, al principio se arrepintieron de suspecados, volvieron a obedecerme y pusieron en libertad a sus esclavos. Además, hicieron un pacto conmigo en mi templo.

16 Pero después cambiaron de parecer y me ofendieron; volvieron a esclavizar a los mismos que ustedes ya habían puesto en libertad.

17-18 »Ustedes me desobedecieron. No cumplieron con su parte del pacto, pues no dejaron en libertad a los esclavos. Por eso yo declaro que voy a enviar contra ustedes guerra, enfermedad y hambre. ¡Haré que se conviertan en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra! Recuerden que cuando hicieron el pacto conmigo, cumplieron con la ceremonia de cortar el toro en dos, y dijeron: “Así nos haga Dios si no cumplimos el pacto”. Pues ahora, como no lo cumplieron, los haré pedazos.

19 Esto va para todos los jefes de Judá y de Jerusalén, los oficiales de la corte, lossacerdotes, y para todos los que hicieron el juramento.

20 A todos los entregaré en manos de sus enemigos, para que los maten. ¡Sus cadáveres servirán de alimento a los buitres y a las fieras salvajes!

21 »Los enemigos del rey Sedequías y de sus jefes quieren matarlos. Y aunque por ahora el rey de Babilonia ha dejado de atacar a Jerusalén, más tarde yo los pondré en sus manos, para que los maten.

22 Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar a Jerusalén; ¡dejaré que se apoderen de ella, y que la quemen! La destrucción de las ciudades de Judá será total, ¡nadie podrá volver a vivir en ellas!»

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Jeremías 35

Los descendientes de Recab

1 Cuando Joacín hijo de Josías era el rey de Judá, Dios me habló de nuevo y me dijo:

2 «Jeremías, quiero que vayas a hablar con losdescendientesde Recab. Invítalos a venir a una de las salas de mi templo. Una vez que estén allí, ofréceles una copa de vino».

3 Yo fui en busca de Jaazanías, hijo de mi tocayo Jeremías y nieto de Habasinías. También fui en busca de todas las familias descendientes de Recab,

4 y las llevé al templo. Nos reunimos en la sala de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los jefes, y estaba encima de la de Maaseías hijo de Salum, que era el que vigilaba la entrada del templo.

5 Allí les ofrecí vino a todos ellos,

6-10 pero me respondieron que ni ellos ni sus hijos acostumbraban beber vino, porque suantepasadoJonadab hijo de Recab se lo había prohibido. También me dijeron que tenían prohibido sembrar semillas, plantar viñedos, tener propiedades y construir casas. Jonadab les había dicho que, si querían vivir mucho tiempo en la tierra donde vivían como peregrinos, tenían que habitar siempre en carpas.

Los recabitas habían seguido al pie de la letra todas las instrucciones de su antepasado Jonadab.

11 Pero cuando el rey de Babilonia invadió Israel, ellos decidieron refugiarse en Jerusalén, para escapar del ejército de Babilonia y de Siria.

12-13 Entonces el Dios de Israel me dijo:

«Jeremías, ve y dile a toda la gente de Judá y de Jerusalén que se fijen en el ejemplo de los recabitas. Eso es lo que yo quiero: que obedezcan sin falta mismandamientos.

14 Jonadab les ordenó que no bebieran vino, y hasta el día de hoy siguen obedeciendo esa orden. Ustedes, en cambio, no me hacen caso, aun cuando una y otra vez les he pedido que me obedezcan.

15 Siempre les he mandado a misprofetas, para decirles que dejen de hacer lo malo y noadorena otros dioses. Les he pedido que me obedezcan, para que puedan vivir en la tierra que les prometí a ustedes y a sus antepasados. Sin embargo, ustedes insisten en desobedecerme.

16 Los descendientes de Jonadab siempre han obedecido la orden de su antepasado; en cambio, ustedes nunca han sido obedientes.

17 »Por eso ahora les anuncio todos los castigos que enviaré sobre Judá y sobre todos los que viven en Jerusalén. Los voy a castigar porque no han prestado atención a mis palabras ni han obedecido mis mandamientos. Yo, el Dios todopoderoso, les juro que así será».

18 Yo fui y hablé con los recabitas. Les dije:

«El Dios todopoderoso me manda a decirles lo siguiente:

“Ustedes siempre han obedecido las órdenes de su antepasado Jonadab. Han seguido al pie de la letra todas sus instrucciones.

19 Por eso, yo les prometo que uno de sus descendientes siempre estará a mi servicio”».

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Jeremías 36

El libro dictado por Jeremías

1 Cuando Joacín hijo de Josías tenía cuatro años de reinar en Judá, Dios me habló. Me dijo:

2 «Jeremías, ve y consigue unos pedazos de cuero. Quiero que escribas en ellos todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones. Escribe todo lo que ha sucedido desde la época del rey Josías hasta hoy.

3 Tal vez los de Judá cambien su mala conducta cuando se enteren de los terribles castigos que pienso darles. Si lo hacen, yo les perdonaré sus horriblespecados».

4 Llamé entonces a Baruc hijo de Nerías, y le dicté todo lo que Dios me había dicho. Una vez que Baruc terminó de escribir,

5 le dije:

«Yo no puedo ir al templo de Dios, porque estoy preso.

6 Así que tendrás que ir tú. Irás el día que la gente haceayuno, y leerás en voz alta todo lo que te he dictado. Son las palabras mismas de Dios. Asegúrate de que te escuchen todos los que viven en Jerusalén, y toda la gente que haya venido al templo desde las otras ciudades de Judá.

7 Tal vez se arrepientan y cambien de conducta cuando sepan que Dios está muy enojado con ellos, y que los ha amenazado».

8-10 Tal como se lo ordené, Baruc fue al templo y entró en el patio superior, que estaba a la entrada del Portón Nuevo. Allí había una sala, que era del secretario llamado Guemarías hijo de Safán. Desde aquella sala, Baruc leyó ante el pueblo todo lo que yo le había dictado.

Ese día se les pidió a todos los habitantes de Judá que ayunaran para honrar a Dios. En ese entonces Joacín hijo de Josías tenía cinco años y nueve meses de reinar en Judá.

11-13 Uno de los que escucharon a Baruc fue Miqueas, que era hijo de Guemarías y nieto de Safán. Y en cuanto Baruc terminó de leer, Miqueas bajó a la sala del secretario, en el palacio del rey, y les contó a los que allí estaban todo lo que había oído. Allí estaban reunidos el secretario Elisamá, Delaías, Elnatán, Guemarías y Sedequías, que eran jefes de Judá.

14 Al oír eso, todos ellos mandaron a decirle a Baruc que les llevara el libro que había leído. El encargado de llevarle el mensaje fue Jehudí hijo de Netanías, que era nieto de Selemías y bisnieto de Cusí. Baruc obedeció y fue a donde ellos estaban.

15 Los jefes lo invitaron a sentarse y le dijeron:

—Por favor, léenos lo que dice el libro.

Baruc les leyó el libro.

16-17 Cuando terminó de leer, los jefes se miraron unos a otros y, con mucho miedo, le dijeron:

—Esto tiene que saberlo el rey. Pero, dinos, ¿de dónde sacaste todo esto? ¿Acaso te lo dictó Jeremías?

18 Y Baruc les respondió:

—Así es. Jeremías me dictó todo lo que dice el libro, y yo fui quien lo escribió.

19 Entonces los jefes le dijeron:

—Pues tú y Jeremías van a tener que esconderse ahora mismo. ¡Y que nadie sepa dónde están escondidos!

20 Enseguida los jefes dejaron el libro en la sala del secretario Elisamá, y fueron a ver al rey para contarle todo lo que habían escuchado.

21 Entonces el rey mandó a Jehudí a buscar el libro. Cuando Jehudí volvió, le leyó el libro al rey y a todos los jefes que estaban con él.

22 Era el mes de Quislev, y hacía frío, así que el rey estaba en su casa de invierno, sentado junto a un calentador.

23 A medida que Jehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con una navaja y las arrojaba al fuego. Así lo hizo, hasta quemar todo el libro.

24 Mientras el rey y los jefes escuchaban las palabras escritas en el libro, no tuvieron miedo ni se mostraron arrepentidos.

25 Elnatán, Delaías y Guemarías le rogaban al rey que no quemara el libro, pero él, en vez de hacerles caso,

26 mandó que a mí y a Baruc nos metieran en la cárcel. Enseguida salieron a buscarnos su hijo Jerahmeel, Seraías hijo de Azriel, y Selemías hijo de Abdeel, pero Dios no permitió que nos encontraran.

27 Después de que el rey quemó todo el libro que yo le había dictado a Baruc, Dios me habló de nuevo. Me dijo:

28 «Jeremías, ve y consigue más pedazos de cuero, y vuelve a escribir en ellos todo lo que estaba escrito antes y que Joacín quemó.

29 Además, ve a hablar con Joacín, y dile de mi parte lo siguiente:

“Tú quemaste aquel libro, y te atreviste a reclamarle a Jeremías por haberlo escrito. Pero no dudes ni por un momento que el rey de Babilonia va a destruir este país, y va a acabar con todas las personas y con todos los animales que aquí viven.

30 Y quiero que sepas, Joacín, que ninguno de tus hijos llegará a ser rey de Judá. Tu cadáver no será enterrado, sino que quedará al aire libre, recibiendo el calor del día y el frío de la noche.

31 Yo castigaré tu pecado, el de tus hijos y el de tus sirvientes. Voy a mandar una desgracia contra ellos, y contra los que viven en Jerusalén y en Judá. ¡Y todo esto les pasará porque no me hicieron caso!”»

32 Yo fui y conseguí otros pedazos de cuero, y se los di al secretario Baruc, para que escribiera en ellos todo lo que yo le dictara. Y le dicté lo mismo que decía en el libro que el rey Joacín había quemado, aunque esta vez agregué muchas otras cosas.

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Jeremías 37

Jeremías en la cárcel

1 El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacín.

2 Pero ni Sedequías ni sus sirvientes ni la gente de Judá hicieron caso del mensaje que yo les anuncié de parte de Dios.

3 Sin embargo, el rey Sedequías me envío un mensaje por medio de Jucal hijo de Selemías, y delsacerdoteSofonías hijo de Maaseías. En ese mensaje me pedía orar a Dios por ellos.

4 En aquel tiempo yo podía andar libremente entre la gente, pues todavía no me habían metido en la cárcel.

5 Por aquellos días los babilonios habían dejado de atacar a Jerusalén y se habían regresado a su país, pues se habían enterado de que el ejército egipcio se había puesto en marcha para ayudar a los de Judá.

6 Entonces Dios me dio este mensaje:

7 «Jeremías, ve y diles a los mensajeros que envió el rey Sedequías, que el ejército del rey de Egipto salió en su ayuda, pero se volverá a su país.

8 Diles también que los babilonios volverán a atacar a Jerusalén, y que la conquistarán y le prenderán fuego.

9 Así que no canten victoria antes de tiempo. Se equivocan si creen que los babilonios no van a volver. Yo les aseguro que volverán a atacarlos.

10 Y aun si ustedes llegaran a derrotarlos, y en el campamento quedaran solo unos cuantos babilonios heridos, esos pocos heridos se levantarán y le prenderán fuego a esta ciudad».

11 Cuando el ejército egipcio estuvo cerca de Jerusalén, el ejército babilonio se retiró de la ciudad.

12 Entonces yo intenté salir de Jerusalén para ir al territorio de Benjamín, pues iba a recibir una herencia.

13 Pero al llegar al Portón de Benjamín, me detuvo Irías, que era hijo de Selemías y nieto de Hananías. Como era capitán de la guardia, me dijo:

—¡Así que quieres unirte a los babilonios!

14 Yo le contesté que no era esa mi intención, pero Irías no me creyó. Al contrario, me arrestó y me llevó ante los asistentes del rey.

15 Como ellos estaban muy enojados conmigo, mandaron que me golpearan en la espalda y que me encerraran en la casa del secretario Jonatán, la cual habían convertido en prisión.

16 Me encerraron en una celda que estaba en el sótano, y allí me dejaron mucho tiempo.

17 Finalmente, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a su palacio, y allí, sin que nadie se enterara, me preguntó:

—Jeremías, ¿tienes algún mensaje de Dios para mí?

Yo le contesté:

—Así es, y el mensaje es que usted caerá en poder del rey de Babilonia.

18 Además, quiero hacerle a usted algunas preguntas personales: ¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad? ¿Qué mal le he hecho a usted, o a sus ministros o a este pueblo? Yo no merezco estar en la cárcel.

19 Dígame usted dónde están susprofetas, esos que decían que el rey de Babilonia nunca atacaría este país.

20 Yo le ruego a Su Majestad que me tenga compasión. Por favor, ¡no me mande de nuevo a la casa del secretario Jonatán! ¡No me deje usted morir encerrado en ese lugar!

21 Entonces el rey Sedequías ordenó que me encerraran en el patio de la guardia, y ordenó también que todos los días me llevaran pan fresco del que vendían en la calle de los Panaderos. Fue así como me dejaron encerrado en el patio de la guardia. Y todos los días me llevaban de comer, hasta que ya no hubo más pan en toda la ciudad.

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Jeremías 38

Jeremías es arrojado en un pozo

1 Tiempo después, cuando yo estaba hablando a la gente, Sefatías, Guedalías, Jucal y Pashur, que eran mis enemigos, me escucharon decir:

2-3 «Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida».

4 Por eso algunos jefes fueron a decirle al rey:

—¡Hay que matar a Jeremías! Lo que él anuncia está desanimando a los soldados y a la gente que aún queda en la ciudad. Jeremías no busca nuestro bien; al contrario, nos desea lo peor.

5 Sedequías les respondió:

—Yo soy el rey, pero no voy a oponerme a lo que ustedes decidan. ¡Hagan lo que quieran!

6 Entonces los jefes fueron a atraparme. Primero me ataron con sogas, y luego me bajaron hasta el fondo de un pozo, el cual estaba en el patio de la guardia y pertenecía a Malquías, el hijo del rey. Como el pozo no tenía agua sino barro, yo me hundí por completo.

7 En el palacio del rey trabajaba un hombre de Etiopía, que se llamaba Ébed-mélec, el cual supo que me habían arrojado al pozo. Un día en que el rey estaba en una reunión, frente al Portón de Benjamín,

8 Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:

9 —Su Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no se consigue pan en la ciudad.

10 Entonces el rey le ordenó:

—Bien, Ébed-mélec. Busca a tres hombres, y diles que te ayuden a sacar de allí a Jeremías, antes de que se muera.

11 Ébed-mélec fue entonces con aquellos hombres, y del depósito de ropa del palacio real sacó ropas y trapos viejos. Luego ató toda esa ropa y la bajó hasta el fondo del pozo, donde estaba yo.

12 Entonces me dijo:

—Jeremías, colócate estos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen.

Yo seguí sus instrucciones,

13 y aquellos hombres tiraron de las sogas y me sacaron del pozo. A partir de ese momento, me quedé en el patio de la guardia.

Sedequías vuelve a interrogar a Jeremías

14 Poco tiempo después, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a la tercera entrada del templo, y allí me dijo:

—Jeremías, quiero preguntarte algo, y espero que me digas todo lo que sepas.

15 Yo le contesté:

—No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.

16 Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento:

—¡No pienso matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida!

17 Entonces le dije:

—El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto Su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad.

18 Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.

19 El rey Sedequías me respondió:

—Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien.

20 Yo le aseguré:

—Dios ha dicho que si Su Majestad obedece, todo saldrá bien y esos judíos no le harán ningún daño.

21 Por el contrario, si Su Majestad no se rinde ante los babilonios,

22 todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad:

“Tus amigos te engañaron y te vencieron.

¡Eso te pasa por confiar en ellos!

Tus amigos te abandonaron por completo,

y ahora estás con el agua hasta el cuello”.

23 »Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!

24 Sedequías me amenazó:

—Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte callado, y que nadie sepa nada de esto.

25 Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte.

26 Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.

27 Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les dije exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado.

28 Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

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Jeremías 39

La derrota de Jerusalén

1 Sedequías llevaba diez años y nueve meses de reinar en Judá cuando el rey de Babilonia y sus soldados marcharon contra la ciudad de Jerusalén y la atacaron.

2-3 Durante más de año y medio la tuvieron rodeada, y finalmente pudieron abrirse paso a través de un hueco en el muro de la ciudad. Por ese hueco pasaron todos los jefes del rey de Babilonia, y fueron a instalarse en la entrada principal. Los jefes eran: Nergal-sarézer, Samgar, Nebo-sarsequim, que era un alto oficial, otro Nergal-sarézer, que también era un alto funcionario, y todos los otros jefes del rey de Babilonia. Esto ocurrió el día nueve del mes de Tamuz, del año once del reinado de Sedequías.

4 El rey Sedequías se dio cuenta de que Jerusalén había sido conquistada; por eso él y todos sus soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el jardín del rey y, luego de pasar por el portón que está entre los dos muros, se dirigieron hacia el valle del Jordán.

5 Pero el ejército babilonio los persiguió y los alcanzó cerca de Jericó. Allí capturaron a Sedequías y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que en ese momento estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí mismo el rey decidió el castigo que se le daría a Sedequías.

6 En primer lugar, mandó que mataran delante de él a sus hijos y a todos los hombres importantes de Judá;

7 luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos, y para terminar mandó que lo sujetaran con cadenas de bronce y lo llevaran preso a Babilonia.

8 Los babilonios quemaron el palacio del rey y todas las casas de la ciudad, y derribaron los muros de Jerusalén.

9 El comandante de la guardia personal del rey, que se llamaba Nebuzaradán, se llevó presos a Babilonia a todos los que quedaban en Jerusalén, y también a los que apoyaban a los babilonios.

10 En el territorio de Judá dejó solamente a los más pobres, y a ellos les dio campos y viñedos.

11-12 El rey de Babilonia le ordenó a Nebuzaradán que me vigilara muy bien, y le dijo: «No le hagas ningún daño, y dale todo lo que necesite».

13 Entonces, el comandante de la guardia y otros oficiales del rey de Babilonia

14 ordenaron que me sacaran del patio de la guardia, y que me entregaran a un tal Guedalías, que era hijo de Ahicam y nieto de Safán. Como Guedalías me permitió regresar a mi casa, yo me quedé a vivir con la gente de la ciudad.

15 Recuerdo que cuando estuve preso en el patio de la guardia, Dios me dijo:

16 «Jeremías, quiero que hables con Ébed-mélec, el etíope. Dile de mi parte que a Jerusalén no le va a ir nada bien, pues le voy a enviar un terrible castigo. Dile que yo, el Dios de Israel, lo he anunciado, y él estará allí cuando eso ocurra.

17 Dile además que yo me comprometo a no dejarlo caer en manos de los babilonios. Ébed-mélec les tiene miedo,

18 pero yo le aseguro que no permitiré que lo maten. Le salvaré la vida, y así lo recompensaré por haber confiado en mí».

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Jeremías 40

Jeremías sale de la cárcel

1-2 Dios volvió a hablarme cuando me llevaban a Babilonia junto con los prisioneros de Judá y Jerusalén. Cuando llegamos a Ramá, el comandante Nebuzaradán me quitó las cadenas y me dijo a solas:

«El Dios de Israel me pidió que te dijera que él mandó este desastre sobre tu país,

3 para cumplir con sus amenazas. Ustedes se rebelaron contra él y fueron muy desobedientes. Por eso les pasó todo esto.

4 Ahora mismo voy a quitarte de las manos esas cadenas. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia; ahí yo te cuidaré muy bien. Si no quieres, puedes irte a donde quieras. ¡Toda la tierra está a tu disposición!»

5 Como Nebuzaradán me vio indeciso, me dijo:

«El rey de Babilonia ha nombrado a Guedalías como gobernador de las ciudades de Judá. Creo que te conviene quedarte a vivir en este lugar, con él y con tu pueblo. Pero estás en libertad de ir a donde quieras».

Dicho esto, Nebuzaradán me dio bastante comida y un regalo, y me dejó ir.

6 Fue así como me quedé en Israel, con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Me quedé a vivir en Mispá, cerca de la casa de Guedalías.

Plan para matar a Guedalías

7-8 El rey de Babilonia nombró a Guedalías gobernador de Judá. Lo puso a cargo de los que se habían quedado allí, que eran los más pobres del país. Cuando se supo la noticia, algunos jefes y soldados de Judá todavía estaban en el campo. Entonces fueron a Mispá, junto con los soldados que estaban bajo su mando, y se presentaron ante Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, los hermanos Johanán y Jonatán, Seraías, Jezanías y los hijos de Efai.

9 Guedalías les dio ánimo a todos ellos, y les hizo la siguiente promesa:

«No tengan miedo de los babilonios. Quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Yo les prometo que les irá bien.

10 Voy a quedarme a vivir en Mispá, y cuando los babilonios vengan acá, yo hablaré a favor de ustedes. Solo les pido que vuelvan a sus ciudades, y que se encarguen de cosechar los frutos de verano, y de almacenar el vino y el aceite».

11 Los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado en Judá a unos cuantos judíos, y que había puesto a Guedalías como gobernador de Judá. También lo supieron los judíos que vivían en otros países,

12 así que todos ellos vinieron para volver a establecerse en Judá. En cuanto llegaron, fueron a presentarse ante el gobernador Guedalías, que estaba en Mispá. También ellos se dedicaron a cosechar los frutos de verano y a guardar mucho vino en las bodegas.

13 Un día, Johanán hijo de Caréah fue a Mispá para hablar con Guedalías. Lo acompañaron todos los jefes militares que estaban en el campo.

14 Al llegar, le dijeron:

—Queremos advertirte que Baalís, el rey de Amón, quiere matarte. Para eso ha contratado a Ismael hijo de Netanías.

Como Guedalías no les creyó,

15 Johanán le propuso en secreto:

—Guedalías, no podemos permitir que ese Ismael te mate. Si llega a matarte, se dispersarán todos los judíos que se han puesto a tus órdenes, y con eso Judá acabará de hundirse. ¡Déjame ir a matarlo! ¡Te prometo que nadie sabrá quién lo hizo!

16 Pero Guedalías le advirtió a Johanán:

—¡Ni se te ocurra hacerlo! ¡Eso que me dices de Ismael es pura mentira!