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2 Macabeos 11

Judas Macabeo derrota a Lisias

1 Lisias, el jefe de gobierno, se enteró de lo sucedido y se enojó mucho. Lisias era pariente del rey Antíoco Eupátor. Como este rey era aún muy joven, Lisias también lo cuidaba y aconsejaba.

2 Por eso Lisias organizó un ejército de unos ochenta mil soldados, y junto con toda su caballería marchó contra los judíos. Su idea era hacer de Jerusalén una ciudad donde solo vivieran griegos.

3 Además, quería que se pagaran impuestos por el templo, como lo hacían otras naciones por sus templos. También quería que, cada año, el cargo de jefe de los sacerdotes se le diera a quien le pagara más.

4 Tan confiado estaba con su gran ejército, y con sus miles de jinetes y ochenta elefantes, que no tuvo en cuenta que se enfrentaba al poder de Dios.

5 Entró a la tierra de Judea y atacó la fortaleza de Bet-sur, que está como a veinticinco kilómetros de Jerusalén.

6 Al enterarse de esto, los soldados de Judas Macabeo se reunieron con todo el pueblo, y entre llantos y lamentos le rogaron a Dios que enviara a un ángel bueno para salvar a Israel.

7 Judas Macabeo fue el primero en tomar las armas en defensa de sus compatriotas. Después invitó a los demás a que, sin temor al peligro, siguieran su ejemplo. Así todos, con mucho entusiasmo, marcharon a la batalla.

8 Cuando ya estaban cerca de Jerusalén, se les apareció un jinete vestido de blanco, y con armas de oro, que se puso al frente del ejército.

9 Entonces todos alabaron a Dios por su ayuda. Se sintieron tan contentos que estaban dispuestos a pelear, no solo contra ese ejército sino también contra animales salvajes. Era tal la fuerza que sentían, que se creían capaces de derribar murallas de hierro.

10 Como Dios había tenido compasión de ellos, marcharon en orden de combate. Al frente de ellos iba el guerrero celestial.

11 Se lanzaron contra el enemigo como leones, y derribaron a once mil soldados y a mil seiscientos jinetes. A los demás los obligaron a huir,

12 heridos y sin armas. Lisias mismo escapó con vida, pero muy avergonzado por la derrota.

Lisias hace un pacto de paz

13 Como Lisias no era ningún tonto, se puso a pensar en la batalla que había perdido, y se dio cuenta de que era imposible vencer a los judíos, ya que el Dios todopoderoso los ayudaba.

14 Por eso envió a sus representantes para firmar un acuerdo de paz con los judíos. Además, prometió que convencería al rey Eupátor para que se hiciera amigo de ellos.

15 Como Judas Macabeo solo buscaba el bien de su pueblo, aceptó la propuesta de Lisias, y le pidió por escrito muchos beneficios para los judíos. Lisias le comunicó al rey estas peticiones, y el rey las aceptó.

Las cartas a favor de los judíos

16 La carta que Lisias envió a los judíos decía así:

«Yo, el gobernador Lisias, saludo al pueblo judío.

17 He recibido la carta que me enviaron por medio de Juan y de Absalón. Como sé que están esperando una respuesta, les comunico

18 que ya he aprobado aquello que me corresponde aprobar. Los beneficios que no estoy autorizado a concederles, se los he dejado al rey, para que tome la decisión.

19 Si ustedes siguen mostrando sincero interés en colaborar con el reino, yo les prometo que trataré de conseguirles muchos beneficios.

20 Ya les he ordenado a mis representantes que traten con Juan y Absalón los detalles de este acuerdo.

21 Reciban mis mejores deseos.

»Esta carta la he escrito el día veinticuatro del mes del dios Corintio, del año ciento cuarenta y ocho del gobierno de los griegos».

22 La carta que el rey Antíoco Eupátor le envió a Lisias decía:

«Hermano Lisias, te saluda el rey Antíoco.

23 Después que mi padre murió y fue al lugar de los dioses, decidí que la gente que vive en mi reino debe gozar de tranquilidad, para que pueda seguir adelante con su vida.

24 Mi padre quería que todos vivieran según las costumbres griegas. Pero he sabido que los judíos no quieren hacerlo, sino que prefieren seguir sus propias leyes y costumbres.

25 Como quiero que también ellos vivan en paz, he decidido que se les devuelva su templo y se les permita vivir como lo hacían sus antepasados.

26 Por eso, manda a tus representantes, para que comuniquen a los judíos mi decisión, y hagan las paces con ellos. Así podrán estar tranquilos y seguir adelante con su vida».

27 La carta que el rey Antíoco le envió al pueblo judío decía:

«Yo, el rey Antíoco Eupátor, saludo a la junta de los jefes del pueblo, y a todos los judíos.

28 Les deseo que estén bien de salud, como lo estamos nosotros.

29 Menelao, jefe de los sacerdotes, me dijo que ustedes quieren regresar a sus hogares.

30 Yo les permito que lo hagan, siempre y cuando regresen antes del día treinta del mes de Xántico.

31 A ningún judío se le castigará por sus faltas anteriores. De ahora en adelante, todo judío podrá vivir según su propia ley y comer los alimentos permitidos por ella, como lo hacían antes.

32 Para que ustedes se sientan tranquilos, les envío a Menelao.

33 Con mis mejores deseos me despido de ustedes.

»Esta carta la he escrito el día quince del mes de Xántico, del año ciento cuarenta y ocho del gobierno de los griegos».

34 Esta es la carta que los romanos les enviaron a los judíos:

«Nosotros, Tito Manio y Quinto Memio, saludamos al pueblo judío de parte del pueblo romano.

35 Estamos de acuerdo con los beneficios que les ha concedido Lisias, el pariente del rey.

36-37 También les pedimos que vuelvan a revisar las peticiones que Lisias le ha presentado al rey, para que él tome una decisión. Como nosotros vamos a Antioquía para hablar con el rey, nos gustaría recibir esas peticiones y presentárselas personalmente al rey. Hagan esto cuanto antes, para conseguirles los mejores beneficios.

38 Con nuestros mejores deseos, nos despedimos.

»Esta carta la hemos escrito el día quince del mes de Xántico, del año ciento cuarenta y ocho del gobierno de los griegos».

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2 Macabeos 12

Judas Macabeo conquista Jope y Jabnia

1 Después de firmar estos acuerdos, el gobernador Lisias regresó a donde estaba el rey. Los judíos, por su parte, volvieron a cultivar sus campos.

2 Pero algunos de los jefes militares de aquellos lugares no dejaban que los judíos vivieran en paz. Esos jefes eran Timoteo, Apolonio hijo de Geneo, Jerónimo, Demofón y Nicanor, que era el jefe del ejército de Chipre.

3-4 Además, los habitantes de Jope cometieron un crimen horrible. Invitaron a unos doscientos judíos que vivían en la ciudad, a subir a unos barcos que ellos habían preparado. Los de Jope fingieron que lo hacían con la mejor voluntad, y como si se tratara de una decisión de todo el pueblo. Como los judíos querían vivir en paz con sus vecinos, aceptaron la invitación sin sospechar nada. Y cuando ya estaban en alta mar, los de Jope hundieron los barcos, y los judíos se ahogaron.

5 Cuando Judas Macabeo se enteró de la crueldad que habían cometido contra sus compatriotas, se lo comunicó a sus soldados.

6 Y después de pedir la ayuda de Dios, que siempre actúa con justicia, fueron a atacar a los que habían asesinado a sus compatriotas. Llegaron por la noche y quemaron el puerto de Jope junto con los barcos, y mataron a todos los que se habían escondido allí.

7 Como los portones de la ciudad estaban cerrados, Judas decidió irse y volver más tarde para matar a todos los habitantes de Jope.

8 Al saber que los de Jabnia también querían eliminar a los judíos que vivían entre ellos,

9 Judas atacó la ciudad durante la noche y quemó el puerto, junto con los barcos. El brillo de las llamas se alcanzaba a ver desde Jerusalén, que está a unos cuarenta y tres kilómetros de distancia.

Victoria sobre los árabes

10 Judas Macabeo y sus soldados salieron de Jabnia para luchar contra el ejército de Timoteo. Pero cuando estaban como a un kilómetro y medio de allí, fueron atacados por los árabes. Estos tenían un ejército de más de cinco mil soldados de infantería y quinientos de caballería.

11 La batalla fue sangrienta, pero los soldados de Judas, con la ayuda de Dios, lograron la victoria. Al verse derrotados, los árabes le rogaron a Judas que hiciera un tratado de paz con ellos, y prometieron darle ganado y apoyarlo en todo.

12 Judas aceptó y les dio la mano en señal de paz. Y es que pensó que alguna vez podría necesitar su ayuda.

Después de esto, los árabes regresaron a sus campamentos.

Victoria sobre los de Caspín

13 Luego Judas Macabeo atacó la ciudad de Caspín, que estaba bien protegida por murallas y otras defensas. En esa ciudad vivía gente de muchas naciones.

14 Todos los que vivían allí, se sentían muy tranquilos, pues tenían la seguridad de que nadie podría tirar abajo las fuertes murallas. Además, habían almacenado muchos alimentos. Por eso se atrevían a insultar, no solo a Judas y a sus soldados, sino también a Dios.

15 Nuestro Dios, que es el rey del universo, destruyó en los días de Josué la ciudad de Jericó sin necesidad de máquinas de guerra. Por eso Judas y sus soldados le pidieron ayuda a Dios. Después, con mucha rabia, se lanzaron contra las murallas como animales salvajes.

16 Dios les entregó esa ciudad, y ese día mataron a mucha gente. Fueron tantos los muertos, que un estanque de unos trescientos sesenta metros de ancho, que estaba allí cerca, se llenó de sangre.

Judas vence a Timoteo

17 Judas Macabeo y sus soldados salieron de Caspín y marcharon hacia la ciudad de Cárax. Esta ciudad estaba en la región de Tubi, como a ciento treinta y cinco kilómetros de Caspín.

18 Pero al llegar allá no encontraron al general Timoteo, pues este se había ido a otro lugar. Y es que Timoteo no había podido hacerles daño a los judíos de Cárax. Sin embargo, antes de irse dejó allí un poderoso ejército.

19 Entonces Dositeo y Sosípatro, capitanes del ejército de Judas Macabeo, atacaron al ejército que Timoteo había dejado en la fortaleza, y mataron como a diez mil soldados.

20 Judas, por su parte, dividió su ejército en varios grupos. Puso capitanes al mando de cada grupo, y se fue a atacar a Timoteo, que se había marchado con ciento veinte mil soldados de infantería y dos mil quinientos de caballería.

21 Cuando Timoteo supo que Judas venía a atacarlo, mandó a las mujeres con los niños y el equipaje, a un lugar llamado Carnaín. Ese lugar era muy seguro, ya que resultaba muy difícil llegar a él, pues los caminos eran muy angostos y había muchos precipicios.

22 En cuanto apareció el primer grupo de soldados del ejército de Judas, los enemigos se llenaron de miedo. Y es que en ese preciso momento, Dios, que todo lo ve, se apareció ante ellos. Por eso huyeron por todos lados, y en su confusión se atropellaban y se herían unos a otros con sus espadas.

23 Judas persiguió con mucha fuerza a esos asesinos, y mató como a treinta mil de ellos.

24-25 Los soldados al mando de los capitanes Dositeo y Sosípatro atraparon a Timoteo. Pero este con mucha astucia los convenció para que lo dejaran libre. Según Timoteo, si no lo dejaban libre les iría muy mal a los padres y a los hermanos de muchos judíos que estaban presos. Pero si lo dejaban ir, él prometía dejarlos regresar a sus casas sanos y salvos. Fue así como los soldados de Dositeo y Sosípatro, por salvar la vida de sus familiares, dejaron en libertad a Timoteo.

26 Luego Judas Macabeo marchó contra la ciudad de Carnáin y contra el templo de la diosa Atargatis, y allí mató a veinticinco mil hombres.

27 Después fue a atacar a Efrón, una ciudad fortificada cuyas murallas eran defendidas por soldados muy valientes. Dentro de la ciudad había muchas máquinas de guerra y proyectiles. Allí vivía el gobernador Lisias, y también mucha gente de distintas naciones.

28 Pero Judas y sus soldados le pidieron a Dios que los ayudara, pues él tiene poder para acabar con cualquier enemigo. Después de orar, conquistaron la ciudad y mataron a unas veinticinco mil personas.

29 De allí se fueron a atacar la ciudad de Escitópolis, que está como a ciento ocho kilómetros de Jerusalén.

30 Cuando llegaron, los judíos que vivían allí les dijeron que la gente de esa ciudad había sido siempre buena con ellos, y que los habían ayudado en tiempos difíciles.

31 Entonces Judas y sus soldados les dieron las gracias y les pidieron que siguieran tratando bien a los judíos.

Después, Judas y su ejército regresaron a Jerusalén, pues ya se acercaba la fiesta de Pentecostés.

Victoria sobre Gorgias

32 Apenas terminó la fiesta de Pentecostés, Judas Macabeo y sus soldados atacaron a Gorgias, general del ejército de Idumea.

33 Gorgias presentó batalla con un ejército de tres mil soldados de infantería y cuatrocientos de caballería.

34 En esa batalla murieron algunos judíos.

35 El capitán Dositeo, que era un jinete muy valiente de la región de Tubi, quería atrapar vivo a Gorgias, pues sabía que era un hombre malvado. Entonces lo agarró por la camisa y lo arrastró con todas sus fuerzas. Pero un jinete de Tracia se lanzó contra Dositeo y le cortó el brazo, de modo que Gorgias pudo escapar a la ciudad de Maresá.

36 Los soldados del capitán Azarías estaban muy cansados, pues llevaban mucho tiempo peleando. Entonces Judas le pidió a Dios que los ayudara y los guiara en la batalla.

37 Después de cantar himnos en su propio idioma, Judas se lanzó sorpresivamente contra los soldados de Gorgias, y los hizo huir.

Judas presenta ofrendas para los muertos

38 Luego Judas Macabeo reorganizó su ejército y se fue a la ciudad de Adulam. Como ya iba a empezar el sábado, sepurificaronsegún sus costumbres y celebraron el descanso obligatorio.

39 Al día siguiente, muy temprano, los soldados de Judas fueron a recoger los cadáveres de sus compañeros, para enterrarlos en las tumbas donde estaban sepultados sus familiares.

40 Pero, al recogerlos, encontraron entre la ropa de los muertos figuras de los dioses de Jabnia, lo cual está prohibido para los judíos. Así se descubrió por qué razón habían muerto.

41 Entonces todos alabaron a Dios, quien juzga con justicia y conoce todos los secretos.

42 Además, le pidieron que perdonara por completo ese pecado que habían cometido.

Y como todos habían visto lo que pasó con aquellos que habían ofendido a Dios, el valiente Judas Macabeo aprovechó para pedirles que no pecaran ni ofendieran a Dios.

43 También recogió unas dos mil monedas de plata y las envió a Jerusalén, para que se ofreciera a Dios un sacrificio por el perdón de los pecados. Hizo esta justa y buena obra, porque estaba pensando en la resurrección.

44 Si Judas no hubiera creído que aquellos soldados muertos resucitarían, habría sido inútil orar por ellos.

45 Pero como él creía que los que mueren sirviendo a Dios reciben una gran recompensa, entonces lo que hizo fue útil y bueno. Por eso mandó ofrecer ese sacrificio en favor de los muertos, para que Dios les perdonara su pecado.

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2 Macabeos 13

Muerte de Menelao

1 En el año ciento cuarenta y nueve del gobierno de los griegos, Judas Macabeo se enteró de que el rey Antíoco Eupátor marchaba hacia Judea para atacarla con un gran ejército.

2 Con Antíoco venía Lisias, que era su tutor y jefe de gobierno. Lisias marchaba con un ejército de ciento diez mil soldados griegos, cinco mil trescientos hombres de caballería, veintidós elefantes y trescientos carros de guerra con cuchillas en los ejes.

3 A ellos dos se les unió Menelao, a quien no le interesaba la libertad de su país, sino recuperar su puesto de jefe de los sacerdotes. Con esa mala intención Menelao animaba a Antíoco a seguir adelante con su plan.

4 Sin embargo, Lisias convenció al rey de que Menelao tenía la culpa de todos los males. Entonces, Dios, que es el rey del universo, hizo que Antíoco se enfureciera contra el malvado Lisias.

El rey Antíoco ordenó entonces que llevaran a Menelao a la ciudad de Berea, y que allí lo ejecutaran según la costumbre de ese lugar.

5 En Berea hay una torre de veintidós metros de altura, llena de cenizas calientes. En la parte alta tiene un aparato que da vueltas y hace que todo lo que se le coloque encima caiga a las cenizas.

6 Ese aparato lo usan para dar muerte a los que se roban algo de un templo y a los que cometen algún otro delito muy grave.

7-8 Así fue como Menelao recibió su justo castigo: como había pecado contra el altar, cuyo fuego y cenizas sonpuros, murió entre las cenizas, sin que lo sepultaran.

Victoria de Judas Macabeo en Modín

9 El rey Antíoco iba con la cruel intención de hacer sufrir a los judíos, mucho más de lo que su padre los había hecho sufrir.

10 Cuando Judas Macabeo supo esto, les ordenó a sus soldados que oraran a Dios de día y de noche, para que los ayudara como lo había hecho en el pasado, y que no permitiera que les quitaran su ley, su patria y su templo.

11 También les ordenó que le rogaran a Dios no dejar que su pueblo, que estaba disfrutando de un poco de libertad, fuera dominado por los enemigos que insultaban al Dios de Israel.

12 Todos cumplieron esta orden. Durante tres días, entre lamentos, ayunos y oraciones, le pidieron con fuerza a Dios que, en su gran misericordia, los ayudara. Judas, por su parte, los animó y les pidió que estuvieran listos para la batalla.

13 Luego Judas se reunió en privado con los jefes del pueblo. Allí tomó la decisión de salir a la batalla, antes que el ejército de Antíoco invadiera Judea y conquistara Jerusalén.

14 Confiado en que el creador del universo le daría la victoria, Judas reunió a sus soldados y los animó a pelear con valor hasta la muerte, para defender sus leyes, el templo, la ciudad, la patria y sus costumbres.

Judas puso su campamento en los alrededores de la ciudad de Modín,

15 y luego les dijo a sus soldados que cuando él gritara: «Victoria de Dios», debían atacar. Y así lo hicieron. Por la noche, Judas y un grupo de los jóvenes más valientes atacaron el campamento del rey Antíoco. Mataron a unos dos mil soldados, y también al elefante más grande y a su guía.

16 Esto hizo que los enemigos se llenaran de miedo y confusión. Fue así como Judas y sus soldados salieron victoriosos.

17 Cuando llegó la mañana, ya todo había terminado, gracias a la ayuda de Dios.

Los judíos vencen a Antíoco en Bet-sur

18 El rey Antíoco, a pesar de conocer la valentía de los judíos, quiso usar su habilidad militar para conquistar las fortalezas judías.

19-20 Así que atacó la fortaleza de Bet-sur, pero fue rechazado y derrotado, porque Judas Macabeo apoyaba a los que defendían la ciudad dándoles todo lo que necesitaban.

21 Luego los judíos descubrieron que Ródoco, uno de sus soldados, les pasaba información secreta a los enemigos. Entonces lo tomaron preso y lo mataron.

22 Como resultado de todo esto, el rey Antíoco no tuvo más remedio que volver a hablar con la gente de Bet-sur, para hacer las paces con ellos. Finalmente, se retiró de allí.

Antíoco hace las paces con todos los judíos

Luego, Antíoco atacó al ejército de Judas Macabeo, pero sufrió otra derrota.

23 Antíoco se asustó mucho, y más aún cuando se enteró de que Filipo, a quien había dejado como gobernador en Antioquía, se había rebelado. Entonces ordenó que llamaran a los judíos para hacer las paces con ellos, y les prometió cumplir sus justas demandas. Fue así como llegaron a un acuerdo y, después de firmar la paz, Antíoco ofreció un sacrificio en el templo, al cual trató con respeto y generosidad.

24 Después de esto, Antíoco le dio la bienvenida a Judas. Además, dejó a un hombre llamado Hegemónidas como gobernador de la región que va desde Gerra hasta Tolemaida.

25 De allí Antíoco se fue a Tolemaida. Pero los de ese lugar se enojaron mucho con los acuerdos que el rey había firmado con los judíos, y querían que se anularan.

26 Entonces, Lisias, el jefe de gobierno, subió a la plataforma y explicó lo mejor que pudo los acuerdos hechos por el rey. Esto logró tranquilizar a la gente. Después de eso, Lisias regresó a Antioquía.

Esta es la historia de la campaña militar del rey Antíoco, y de su retirada.

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2 Macabeos 14

Nicanor hace un pacto con Judas

1 Tres años después, Judas Macabeo y su gente supieron que Demetrio había llegado al puerto de Trípoli con muchos barcos. En esos barcos traía un ejército muy grande. Demetrio era hijo de Seleuco, el antiguo rey de Siria.

2 También se enteraron de que Demetrio había matado al rey Antíoco y a su tutor Lisias, y que así se había apoderado de Siria.

3 Durante esta época de guerra, un hombre llamado Alcimo, que había sido jefe de los sacerdotes, decidió por su propia voluntad aceptar las costumbres de los que no creían en Dios. Lo hizo a pesar de que sabía que nunca más podría salvarse ni servir en el templo.

4 Pues bien, en el año ciento cincuenta y uno del gobierno de los sirios, este hombre fue a hablar con el rey Demetrio. En esa ocasión le regaló una corona de oro, una palma y unos ramos de olivo, de los que crecían en los campos alrededor del templo, pero no le pidió nada a cambio.

5 Tiempo después, Demetrio invitó a Alcimo a una reunión de sus consejeros, y le preguntó sobre los planes y el estado de ánimo de los judíos. Entonces Alcimo aprovechó el momento para llevar a cabo sus malas intenciones, y dijo:

6 «Entre los judíos existe un grupo de gente muy fiel a la ley de Dios, y son conocidos como los hasideos. Su líder es Judas Macabeo. Ese grupo es el que anima a los demás a ir a la guerra, y no deja que haya paz en el reino.

7 Fueron ellos los que me quitaron el cargo de jefe de los sacerdotes, el cual heredé de mis antepasados. Por eso salí de mi país,

8 y he venido a tu reino por dos razones: en primer lugar, porque me interesan los asuntos del rey; y en segundo lugar, porque me preocupa mucho el bienestar de mis compatriotas, quienes, por las locuras de esos guerrilleros, están pasando por una situación muy difícil.

9 Por eso le ruego a usted, Su Majestad, que se informe bien de lo que está pasando, y que de acuerdo con su bondad y comprensión, haga algo a favor de mi pobre país.

10 Puedo asegurarle que mientras Judas Macabeo esté vivo, no habrá paz en nuestro país».

11 En cuanto Alcimo terminó de hablar, los demás consejeros del rey también acusaron a Judas ante el rey Demetrio, pues lo odiaban.

12 De inmediato, el rey nombró como gobernador de Judea a Nicanor, que era jefe del escuadrón de elefantes del ejército. Lo envió

13 con órdenes de matar a Judas y dispersar a sus seguidores. Además, le ordenó que colocara de nuevo a Alcimo como jefe de los sacerdotes del templo más importante.

14 Sucedió que todos los enemigos de los judíos que vivían en Judea se unieron a Nicanor. Esa gente había huido de allí por temor a Judas, pero pensaba que si derrotaban a los judíos les iría bien.

15 Al enterarse los judíos de ese plan, se echaron tierra sobre la cabeza en señal de dolor y oraron a Dios. Y es que Dios les había dado esa tierra y siempre los había protegido, mostrando su poder por medio de milagros extraordinarios.

16 Cuando Judas Macabeo les dio la orden, salieron a enfrentarse con sus enemigos. La batalla se llevó a cabo en el pueblo de Hadasá.

17 Simón, el hermano de Judas, salió a atacar a Nicanor. Pero los soldados de Simón se asustaron ante el contraataque sorpresivo de Nicanor, y sufrieron una pequeña derrota.

18 A pesar de ello, cuando Nicanor supo que Judas y sus seguidores eran muy valientes, y que no se rendían con tal de defender su patria, tuvo miedo de resolver el asunto por la fuerza.

19 Así que envió como mensajeros a Posidonio, a Teodoto y a Matatías, para hacer las paces con los judíos.

20 Luego de estudiar con cuidado la propuesta de paz, Judas se la hizo saber a sus soldados, y ellos estuvieron de acuerdo.

21-22 Entonces fijaron un día para que los jefes de los dos ejércitos se reunieran a solas.

Ese día, Judas puso en distintos lugares a hombres armados y listos para defenderlo, en caso de que los enemigos le tendieran una trampa. Cada jefe de su ejército llegó en su carro, y la reunión se celebró sin ningún problema.

23 Nicanor se quedó en Jerusalén por un tiempo, y se portó tan bien que hasta despidió a los soldados que se le habían unido.

24 Llegó a sentir mucho afecto por Judas, y siempre lo tenía a su lado.

25 Le aconsejó a Judas que se casara y tuviera hijos. Entonces Judas se casó, y vivió muy feliz.

Nicanor se pone otra vez en contra de Judas

26 Al darse cuenta de lo que pasaba, Alcimo consiguió una copia del acuerdo de paz entre el gobernador Nicanor y Judas Macabeo, y fue a hablar con el rey Demetrio. Le dijo que Nicanor estaba en su contra, pues había nombrado a Judas para que ocupara su lugar de jefe de los sacerdotes, a pesar de que era enemigo del reino.

27 El malvado Alcimo, con sus diabólicas acusaciones, hizo enojar mucho al rey. Por eso el rey le envió una carta a Nicanor. En esa carta le ordenaba apresar de inmediato a Judas Macabeo y enviarlo a Antioquía, pues no aceptaba el acuerdo que habían hecho.

28 Cuando Nicanor recibió la carta, no supo qué hacer. Sabía que no era correcto romper el acuerdo con Judas, pues este no había hecho ningún mal.

29 Pero como no podía ir en contra del rey, comenzó a buscar la oportunidad de cumplir con esa orden por medio del engaño.

30 Judas comenzó a sospechar que algo andaba mal, pues Nicanor ya no era el mismo con él, y lo trataba con dureza y frialdad. Así que reunió a sus seguidores y no volvió a encontrarse con Nicanor.

31 Nicanor descubrió que Judas se había adelantado a sus planes y se le había escapado. Por eso fue al santo y precioso templo, y les ordenó a los sacerdotes que le entregaran a Judas. A esa hora ellos estaban presentando sus ofrendas.

32 Ellos le juraron que no sabían dónde estaba.

33 Entonces Nicanor extendió su mano derecha hacia el templo y juró: «Si ustedes no me entregan preso a Judas, destruiré por completo este templo y su altar, y aquí mismo construiré un templo grandioso para el dios Baco».

34-35 Dicho esto, Nicanor se fue. Los sacerdotes levantaron sus manos al cielo de inmediato, y oraron a Dios: «Señor, tú siempre has defendido a tu pueblo, y aunque no tienes necesidad de nada, elegiste vivir en este templo, entre nosotros.

36 Por eso ahora, Dios santo, te pedimos que libres de toda contaminación a este templo, que hace poco tiempo fuepurificado».

Muerte de Razís

37 Había en Jerusalén un hombre llamado Razís, que era uno de los líderes de la ciudad y se preocupaba mucho por el bienestar de su pueblo. Gozaba de muy buena fama y, debido a su generosidad, lo llamaban «Padre de los judíos». Pues bien, a este hombre lo acusaron ante el gobernador Nicanor.

38 Ya antes, durante la guerra, también lo habían acusado de defender la religión judía. Pero Razís, por amor a su fe, estaba dispuesto a entregar su vida.

39 Entonces Nicanor, para mostrar su odio hacia los judíos, envió a más de quinientos soldados para que lo apresaran.

40 Nicanor estaba seguro de que esto les causaría un gran dolor a los judíos.

41 Los soldados habían recibido la orden de quemar la torre donde estaba Razís, y estaban a punto de derribar la puerta. Razís, por su parte, al verse completamente rodeado, tomó su espada y se la clavó.

42 Prefirió morir con dignidad, antes que caer en las manos de esos asesinos y sufrir sus insultos y burlas.

43 Pero, en su apuro, no logró matarse. Entonces, al ver que los enemigos ya estaban entrando por la puerta, corrió hacia la parte alta de la muralla, y se lanzó con valor sobre la tropa.

44 Los soldados, al verlo, lo esquivaron, de modo que Razís cayó al suelo en medio de ellos.

45 Casi muerto, se levantó con valentía, y a pesar de que sus heridas sangraban abundantemente, logró pasar por en medio de la tropa y subirse a una roca.

46 Allí, poco antes de morir, se arrancó los intestinos con las dos manos, y los arrojó sobre la tropa, mientras le pedía a Dios, dador de la vida y del espíritu, que algún día se los devolviera. Así murió Razís.

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Muerte de Nicanor

1 Cuando Nicanor, el gobernador de Judea, supo que Judas Macabeo y sus hombres estaban en Samaria, decidió atacarlos. Para estar más seguro de la victoria, planeó atacarlos un sábado, pues era el día de descanso de los judíos.

2 En el ejército de Nicanor había unos judíos que habían sido obligados a formar parte de sus tropas. Ellos le dijeron:

—El sábado es un día muy importante y especial para Dios. Guarde usted algo de respeto, no sea cruel, no los mate con tanta furia. Recuerde que Dios todo lo ve.

3 Pero ese malvado les dijo:

—¡No me vengan con que en el cielo hay un Dios tan poderoso que ordenó celebrar el sábado!

4 Ellos le respondieron:

—Pues fue el Dios de la vida y rey del cielo quien nos ordenó celebrar el séptimo día.

5 Pero Nicanor les contestó:

—Pues aquí en la tierra mando yo, y les ordeno que tomen sus armas y obedezcan las órdenes de mi rey.

Sin embargo, Nicanor no pudo llevar a cabo su diabólico plan.

6 Era tanto su orgullo, que estaba seguro de la victoria. Hasta había decidido construir un monumento público con todo lo que le quitara al ejército de Judas.

7 Judas Macabeo, por el contrario, mantenía su confianza en Dios, y estaba totalmente seguro de que él los ayudaría.

8 Por eso les daba ánimo a sus soldados. Les decía que no tuvieran miedo de los que no creían en Dios, sino que recordaran todas las veces que el Dios todopoderoso los había ayudado en el pasado. Y les pedía que confiaran en que Dios los ayudaría nuevamente.

9 Luego les recordó las promesas de la Biblia y las muchas victorias del pasado, y eso los llenó de fuerzas y alegría.

10 Para finalizar, les habló de la maldad de los que no creían en Dios, y les dijo que no se podía confiar en ellos ni en sus juramentos. Luego Judas les dio instrucciones para enfrentar al enemigo.

11 Fueron tan efectivas sus palabras, que los soldados se llenaron de valor, y confiaron más en estas palabras de aliento que en sus espadas y escudos.

Además, Judas Macabeo les contó un sueño que había tenido, y eso los llenó de confianza y alegría.

12 En el sueño vio a Onías, un antiguo jefe de los sacerdotes. Desde niño, Onías había aprendido a ser bueno, y toda su vida fue honesto, bondadoso, de buen carácter y humilde. En el sueño, Onías tenía sus manos levantadas y estaba orando a favor de todo el pueblo judío.

13 Luego vio aparecer a otro hombre, el cual también estaba orando. Ese hombre tenía blanco el cabello, y sobresalía porque tenía la apariencia de un rey. Se notaba que era alguien con mayor autoridad.

14 Entonces Onías tomó la palabra, y dijo: «Este es Jeremías, el profeta de Dios, el cual ama mucho a sus compatriotas. Él siempre ora por el pueblo de Judá y por la santa ciudad de Jerusalén».

15 Después, Jeremías extendió su mano derecha en dirección a Judas, y le entregó una espada de oro mientras le decía:

16 «Recibe esta espada como un regalo de Dios. Con ella destrozarás a tus enemigos».

17 Este mensaje maravilloso de Judas animó a los más jóvenes, y fue tanto el valor que sintieron los judíos, que decidieron salir del campamento y pelear valientemente contra sus enemigos. Querían terminar pronto con esta situación, pues la ciudad de Jerusalén, su religión y el templo estaban en peligro.

18 En ese momento les preocupaba más el templo, reciénpurificado, que la vida de sus esposas, hijos y familiares.

19 Por su parte, los que tuvieron que quedarse en la ciudad estaban muy tristes y angustiados, pensando en la batalla que se iba a dar afuera.

20 Todos esperaban con ansiedad el fin de esta situación. Los enemigos estaban listos para el combate, habían colocado los elefantes en los lugares donde podían hacer más daño, y los soldados que iban a caballo estaban a los dos costados.

21 Judas Macabeo vio que el ejército que marchaba contra ellos era muy numeroso, y que tenía muchas clases de armas y elefantes muy feroces. Pero él sabía que la victoria no se conseguía con las armas, sino con la ayuda de Dios, quien se la da a los que la merecen. Entonces, levantó sus brazos hacia el cielo y oró al Dios que hace milagros:

22 «Dios mío, cuando Senaquerib atacó a Ezequías, rey de Judá, tú enviaste a tu ángel para acabar con su ejército. ¡Y eso que eran ciento ochenta y cinco mil soldados!

23 Te ruego, Dios de los cielos, que también ahora envíes a tu buen ángel, para que vaya delante de nosotros, y llene de miedo y terror a nuestros enemigos.

24 Usa tu poder para herirlos, pues te han insultado y van a atacar a tu pueblo elegido».

25 Mientras los soldados de Nicanor avanzaban al son de trompetas y cantos de guerra,

26 los soldados de Judas marchaban pidiéndole a Dios su ayuda.

27 Peleaban con las manos, pero con el corazón oraban a Dios. Y con la fuerza que les daba la presencia de Dios, mataron a unos treinta y cinco mil enemigos.

28 Terminado el combate, los judíos, llenos de alegría, se dispusieron a abandonar el campo de batalla. Al hacerlo, descubrieron a Nicanor tirado en el suelo y con toda su armadura. ¡Había muerto en batalla!

29 Entonces, entre gritos de alegría comenzaron a alabar a Dios en su propio idioma.

30 Judas, que desde joven había amado a su pueblo, y que se había entregado por completo para luchar por él, mandó que le cortaran la cabeza a Nicanor. También ordenó que le cortaran el brazo derecho, y que tanto la cabeza como el brazo los llevaran a Jerusalén.

31 Al llegar a Jerusalén, Judas mandó llamar a los sacerdotes y a todos sus compatriotas. Se paró delante del altar y mandó buscar a los que estaban en la ciudad amurallada.

32 Entonces les mostró la cabeza del malvado Nicanor, y también el brazo. Era el brazo que Nicanor había levantado con orgullo y odio contra el templo de Jerusalén, para insultar al Dios todopoderoso.

33 Luego, le cortó la lengua al malvado Nicanor, y ordenó que la picaran en pedacitos y se la dieran como comida a las aves. También dio la orden de que pusieran el brazo frente al templo, en castigo por su locura.

34 Y todos los que allí estaban, levantaron sus ojos al cielo y alabaron a Dios con estas palabras: «Bendito seas Dios nuestro, que con tu presencia has protegido tu templo de toda contaminación».

35 Judas también colgó la cabeza de Nicanor en la ciudad amurallada, como una señal clara y fuerte de la ayuda de Dios.

36 Y todos estuvieron de acuerdo en que ese día debía celebrarse siempre. Así que declararon día de fiesta el día trece del mes doce, que en arameo se llama Adar. De modo que esta fiesta se celebra un día antes de la fiesta de Purim.

El fin de esta historia

37 Así concluye la historia del gobernador Nicanor, y así termina también mi narración. Desde ese día Jerusalén quedó bajo el control de los judíos.

38 Me sentiré satisfecho si esta historia quedó bien escrita y ordenada. Si no es así, y tiene poco valor, deben saber que hice lo mejor que pude.

39 Bien saben ustedes lo desagradable que es beber sólo vino o sólo agua; en cambio, el vino mezclado con un poco de agua es muy sabroso y agradable al paladar. Lo mismo pasa al escribir una historia: hay que saber combinar bien los relatos, para que les resulten agradables al lector.

Con esto doy por terminada mi obra.