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1 Samuel

1 Samuel 21

David huye de Saúl

1 1 (2)Por su parte, David se fue a Nob, donde vivía elsacerdoteAhimélec. Cuando Ahimélec vio a David, se puso nervioso y le preguntó:

—¿Por qué vienes solo?

2 2 (3)—Porque el rey me mandó a una misión especial y me pidió guardar el secreto —le contestó David—. Por eso es que ni mis hombres vienen conmigo. Con ellos debo encontrarme en otro lugar.

3 3 (4)Por cierto, tengo mucha hambre. ¿Podrías darme unas cinco piezas de pan, o lo que tengas?

4 4 (5)—Solo tengo el pan que usamos en el santuario —le contestó el sacerdote—. Te lo puedo dar, siempre y cuando ni tú ni tus hombres hayan tenido relaciones sexuales.

5 5 (6)—No te preocupes —respondió David—, que ni siquiera cuando salimos a un viaje de rutina tenemos relaciones sexuales con nuestras esposas, mucho menos ahora.

6 6 (7)Como el sacerdote no tenía ninguna otra clase de pan, le dio a David el que seofrendabaa Dios. Era el pan que acababan de quitar del altar para poner uno nuevo y caliente.

7-9 7-9 (8-10)David le dijo a Ahimélec:

—¿Podrías prestarme alguna lanza o espada? Fue tan urgente la orden del rey, que no alcancé a traer ningún arma conmigo.

—No tengo más que la espada de Goliat —contestó el sacerdote—. Es la espada del filisteo que mataste en el valle de Elá. Está allí, envuelta en tela, detrás de mi chaleco sacerdotal. Puedes llevártela, si quieres.

—Está muy bien —aceptó David—. Dámela.

Ese día estaba en el santuario un edomita llamado Doeg, que era el jefe de los pastores de Saúl.

10 10 (11)David siguió huyendo de Saúl, y de allí se fue a Gat, que era una ciudad filistea. Cuando llegó allá,

11 11 (12)lo llevaron ante el rey Aquís, a quien sus consejeros le dijeron: «Este es David, el rey de esta tierra, de quien habla la canción: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil”».

12 12 (13)Cuando David supo esto, tuvo mucho miedo de que el rey Aquís fuera a hacerle daño.

13 13 (14)Entonces empezó a rasguñar los portones de la ciudad y a babear, como si estuviera loco.

14 14 (15)Aquís les reclamó a sus consejeros: «¿Para qué me trajeron a este loco?

15 15 (16)¡Ya tengo en mi palacio suficientes locos, como para que me traigan otro más!»

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1 Samuel

1 Samuel 22

1 De Gat, David se fue a la cueva que está en Adulam. Cuando sus hermanos y familiares lo supieron, fueron a verlo.

2 Ese día también se unieron a David como cuatrocientos hombres. Todos ellos eran tan pobres que no tenían dinero para pagar sus deudas. Además, eran gente que sufría mucho y que ya no quería seguir viviendo así. De modo que David llegó a ser sulíder.

3 De allí David se fue a una ciudad de Moab llamada Mispá, y le pidió al rey de ese país:

—Por favor, te ruego que dejes que mi padre y mi madre vivan aquí, en tu país, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo.

4 Fue así como los padres de David se quedaron con el rey de Moab todo el tiempo que David estuvo en su escondite.

5 Cierto día, elprofetaGad fue a ver a David y le dijo: «No te quedes en tu escondite. Mejor vete a la tierra de Judá».

Y David se fue al bosque de Héret.

Saúl mata a los sacerdotes de Nob

6 Mientras tanto, Saúl estaba en el cerro de Guibeá, sentado bajo la sombra de un árbol y rodeado de sus ayudantes. En la mano sostenía una lanza. En cuanto Saúl supo dónde estaban David y sus hombres,

7-8 les dijo a sus oficiales:

—Ustedes, los de latribude Benjamín, oigan bien lo que voy a decirles. ¿Por qué me han traicionado? Díganme si David les ha prometido darles campos y viñedos, o hacerlos jefes de su ejército.

»Si no lo ha hecho, ¿por qué nadie me advirtió que mi hijo se puso de parte de David y le ayudó a rebelarse contra mí? ¿Por qué nadie se preocupa por mí?

9 En ese momento Doeg el edomita, que estaba entre los oficiales de Saúl, le dijo:

—Yo vi a David en Nob, cuando fue a ver a Ahimélec, el hijo de Ahitub.

10 Allí Ahimélec le dio un mensaje de parte de Dios, le dio de comer, y también le entregó la espada de Goliat el filisteo.

11 Entonces el rey mandó traer alsacerdoteAhimélec y a todos sus familiares, que también eran sacerdotes en Nob.

12 Y Saúl le dijo a Ahimélec:

—Escúchame bien.

—Hable usted, Su Majestad —contestó Ahimélec.

13 —¿Por qué me has traicionado, como lo hizo David? —preguntó Saúl—. ¿Por qué le diste a David comida y una espada, y además le pediste a Dios que lo ayudara? ¡David quiere acabar conmigo, y solo está esperando una oportunidad para hacerlo!

14 Y Ahimélec le respondió:

—¡Pero si David es el más fiel de sus servidores! ¡Está casado con su hija, es jefe de sus guardias, y el hombre más apreciado en palacio!

15 ¡Esta no es la primera vez que yo consulto a Dios en cuanto a lo que David debe hacer! Además, yo no sabía nada de los problemas que él tiene con usted. Ni yo ni mi familia hemos traicionado a Su Majestad.

16 Pero el rey le dijo:

—¡Eso no me importa! ¡Tú y toda tu familia van a morir!

17 Enseguida el rey les ordenó a sus guardias:

—¡Maten a los sacerdotes de Dios! Ellos sabían que David estaba huyendo de mí, y en vez de darme aviso le dieron protección.

Pero como los guardias no se atrevieron a matar a los sacerdotes de Dios,

18 el rey le ordenó a Doeg: «¡Mátalos tú!»

Entonces Doeg, como no era israelita, mató ese día a ochenta y cinco sacerdotes.

19 Además, fue a la ciudad de Nob, donde vivían los sacerdotes, y mató a hombres, mujeres, niños y recién nacidos, y a todo el ganado.

20 Sin embargo, uno de los hijos de Ahimélec, llamado Abiatar, pudo escapar y se fue a donde estaba David.

21 Allí le contó cómo Saúl había mandado matar a los sacerdotes de Dios.

22 Entonces David dijo:

—Ya sabía yo que Doeg el edomita le contaría a Saúl lo que vio ese día en el templo. Yo tengo la culpa de que hayan matado a toda tu familia,

23 y ahora Saúl va a querer matarte también a ti. Pero no tengas miedo, que conmigo estarás seguro.

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1 Samuel

1 Samuel 23

David libera a la ciudad de Queilá

1 Los filisteos atacaron la ciudad de Queilá y se llevaron el trigo recién cosechado. Cuando David lo supo,

2 le preguntó a Dios:

—¿Debo ir a atacar a los filisteos?

Y Dios le contestó:

—Ve y atácalos. Salva a la ciudad de Queilá.

3 Sin embargo, los hombres que andaban con David le aconsejaron:

—No vayas. Si estando aquí en Judá, que es nuestra tierra, tenemos miedo, con mayor razón si vamos a Queilá y atacamos al ejército filisteo.

4 David volvió a preguntarle a Dios si debía ir o no, y Dios le contestó: «Ya te dije que vayas, pues yo te ayudaré a derrotar a los filisteos».

5 David fue con sus hombres a Queilá y peleó contra los filisteos. Los venció y les quitó sus rebaños. Así salvó a la gente de Queilá.

6-8 Cuando le informaron a Saúl que David estaba en Queilá, pensó: «Dios me está ayudando a atrapar a David. Se ha metido en una ciudad que se cierra con portones y candados, y no va a poder escapar».

Enseguida Saúl reunió a todo su ejército, y se puso en marcha hacia Queilá para capturar a David y a su gente. Pero Abiatar, el hijo delsacerdoteAhimélec, tenía un chaleco sacerdotal, que usaban los sacerdotes para conocer la voluntad de Dios. Lo había llevado consigo cuando huyó de Saúl y se unió a David en Queilá.

9 Cuando David supo que otra vez Saúl quería matarlo, llamó a Abiatar y le pidió llevar el chaleco.

10 Entonces David le consultó a Dios:

—Dios de Israel, sé que Saúl va a venir a Queilá, y que por mi culpa va a matar a toda la gente.

11 ¡Dime si esto es verdad!

—Es verdad —contestó Dios—. Saúl vendrá.

12 David volvió a consultar a Dios:

—Y la gente de Queilá, ¿nos traicionará?

—Así es. Los traicionará —contestó Dios.

13 Entonces David y sus seiscientos hombres se fueron de Queilá, y empezaron a huir de un lado a otro.

Cuando le informaron a Saúl que David se había ido de Queilá, ya no atacó la ciudad.

David se esconde en el desierto

14 Desde entonces David se escondía en las cuevas bien protegidas que había en el desierto de Zif. Y aunque Saúl lo buscaba todo el tiempo, Dios no dejaba que lo encontrara.

15 Una vez David estaba en Hores, en el desierto de Zif, y llegó a saber que Saúl lo andaba buscando para matarlo.

16 Pero Jonatán fue a Hores para ver a David, y lo animó a tener confianza en Dios.

17 Le dijo:

—No tengas miedo. Mi padre no va a poder encontrarte. Además, hasta él sabe que tú vas a ser rey de Israel, y que yo seré menos importante que tú.

18 Ese día renovaron su pacto de amistad delante de Dios. Después de eso, David se quedó en Hores y Jonatán regresó a su casa.

19-20 En otra ocasión, algunas personas de Zif fueron a Guibeá y le dijeron a Saúl:

—David está escondido en nuestra tierra, en las cuevas de Hores. Cuando Su Majestad quiera venir, se lo entregaremos. Está en el cerro de Haquilá, al sur del desierto.

21 —¡Que Dios losbendigapor tenerme compasión! —les dijo Saúl.

22 Vayan y fíjense bien dónde está, pues me han dicho que es muy listo.

23 Vean bien dónde se esconde, y regresen a decírmelo. Entonces yo iré con ustedes y, si David está allí, lo atraparé, ¡aunque tenga que buscarlo entre todas las familias de Judá!

24-25 Aquellas personas regresaron a Zif, y Saúl y sus hombres se fueron tras ellas para buscar a David.

David y su gente estaban al sur del desierto de Maón. Cuando David supo que Saúl lo buscaba, bajó a la roca que estaba en el desierto de Maón.

Saúl supo dónde estaba David, y fue a perseguirlo.

26 Por un lado del cerro iba Saúl, y por el otro iba David. Cuando Saúl y su ejército estaban a punto de alcanzar a David y a su gente,

27 llegó un mensajero y le dijo a Saúl: «¡Regrese usted de inmediato, porque los filisteos nos están atacando!»

28 Saúl tuvo entonces que dejar de perseguir a David, y se fue a pelear contra los filisteos. Por eso a aquella roca se le conoce como «la roca del escape».

29 29 (24.1)Después de eso, David se fue a vivir por un tiempo a las cuevas protegidas de En-gadi.

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1 Samuel

1 Samuel 24

David le perdona la vida a Saúl

1 1 (2)Cuando Saúl dejó de perseguir a los filisteos, le dijeron: «David está en el desierto de En-gadi».

2 2 (3)Saúl tomó entonces a los tres mil mejores soldados de su ejército, y se fue al lugar conocido como Cerro de las cabras monteses, para buscar a David.

3 3 (4)Llegó a un lugar donde había una cueva. Allí los pastores acostumbraban encerrar sus ovejas, y allí también estaban escondidos David y su gente.

Saúl entró en la cueva para hacer sus necesidades.

4-7 4-7 (5-8)Entonces los hombres de David le dijeron:

—¿Te acuerdas que Dios te prometió que te vengarías de tu enemigo, y que le harías lo que quisieras? Pues bien, ¡ahora es cuando debes hacerlo!

Pero David les respondió:

—¡Que Dios me libre de hacerle algo a mi señor el rey! ¡Nunca le haré daño, pues Dios mismo lo eligió como rey! ¡Sobre su cabeza se derramó aceite, como señal de la elección de Dios!

Y aunque David les prohibió a sus hombres atacar a Saúl, él mismo se acercó en silencio a donde estaba Saúl, y cortó un pedazo de la orilla de su manto. Sin embargo, más tarde pensó que no debía haberlo hecho.

En cuanto Saúl terminó, se levantó y salió de la cueva para seguir su camino.

8 8 (9)Pero cuando ya se alejaba, David salió de la cueva y le gritó:

—¡Mi señor y rey!

Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó de cara al suelo,

9 9 (10)y le dijo:

—¿Por qué Su Majestad le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?

10 10 (11)Como usted mismo podrá ver, hoy Dios me dio la oportunidad de matarlo aquí mismo, en la cueva. Algunos de mis hombres me insistían que lo matara, pero yo no quise hacerlo. No quise hacerle ningún daño porque Su Majestad es mi rey. ¡Dios mismo lo eligió!

11-15 11-15 (12-16)»¡Vea Su Majestad lo que tengo en la mano! Es un pedazo de su manto, que yo mismo corté. Con esto podrá ver Su Majestad que no quiero matarlo.

»Yo no le he causado ningún mal a Su Majestad; sin embargo, Su Majestad me anda persiguiendo y quiere matarme, ¡a mí, que no valgo más que un perro muerto o una pulga!

»¡Que Dios juzgue entre nosotros dos, y vea quién está haciendo mal! ¡Que Dios castigue a Su Majestad por lo mal que se ha portado conmigo, y no permita que me atrape!

»Bien dice el antiguo refrán, que “del malvado solo se puede esperar maldad”. Yo, por mi parte, ¡nunca le haré daño a Su Majestad!

16 16 (17)Cuando David terminó de hablar, Saúl dijo: «¡Pero si es David en persona!» Luego empezó a llorar a gritos,

17 17 (18)y le dijo a David:

—Tú, David, eres más bueno que yo. Aunque te he hecho mucho mal, tú siempre me has hecho el bien.

18 18 (19)Hoy me doy cuenta de que me has tratado con bondad, aun cuando Dios te dio la oportunidad de matarme.

19 19 (20)»Si alguien puede matar a su enemigo, no lo deja ir con vida. Por eso le pido a Dios que te recompense con muchas cosas buenas, por lo bien que hoy me has tratado.

20 20 (21)»Yo sé muy bien que llegarás a ser rey, y que al pueblo de Israel le irá muy bien contigo.

21 21 (22)Por eso, júrame por Dios que no acabarás con mis hijos ni con mis nietos, y que no harás que mi familia se olvide de mí.

22 22 (23)David se lo juró a Saúl. Luego Saúl se regresó a su casa, y David y su gente volvieron a su escondite.

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1 Samuel

1 Samuel 25

Muerte de Samuel

1 Cuando Samuel murió, todos los israelitas se reunieron para llorar su muerte y sepultarlo en Ramá, que era la ciudad donde había nacido. Después del entierro, David regresó al desierto de Parán.

David, Nabal y Abigail

2-3 En Maón vivía un hombre de la familia de Caleb. Se llamaba Nabal, y era muy rico, pues tenía propiedades en Carmel y era dueño de tres mil ovejas y mil cabras. Pero también era muy grosero y maleducado. En cambio su esposa, que se llamaba Abigail, era una mujer muy inteligente y hermosa.

4 David supo que Nabal estaba en Carmel, cortando la lana de sus ovejas,

5-6 así que envió a diez de sus ayudantes para que saludaran a Nabal y le dijeran de su parte:

«Que Dios tebendiga, y que siempre le vaya bien a tu familia.

»Que cada día tengas más propiedades.

7-8 »Aquí, en Carmel, tus pastores han estado entre nosotros, y nunca les hemos hecho ningún daño ni les hemos robado nada. Pregúntales y verás que digo la verdad.

»Me he enterado de que tus pastores están cortándoles la lana a tus ovejas, y que por eso estás haciendo fiesta. Yo te ruego que nos des lo que sea tu voluntad. Te lo piden humildemente estos servidores tuyos, y también yo, David, que me considero tu hijo».

9 Los ayudantes que envió David le dieron a Nabal este mensaje,

10 pero él les contestó:

«¿Y quién es ese David, hijo de Jesé? ¡Seguramente ha de ser uno de esos esclavos que huyen de sus amos!

11 ¿Por qué le voy a dar la comida que preparé para mis trabajadores a gente que no sé ni de dónde viene?»

12 Los ayudantes regresaron a donde estaba David, y le contaron lo sucedido.

13 Entonces David les dijo a sus hombres: «Preparen sus espadas».

Y tomando sus espadas, David y cuatrocientos de sus hombres se fueron a atacar a Nabal, mientras doscientos de ellos se quedaban a cuidar lo que tenían.

14 Uno de los sirvientes de Nabal fue a decirle a Abigail, su esposa:

«David envió unos mensajeros a nuestro amo, con un saludo amistoso. Pero él los insultó,

15 a pesar de que ellos han sido muy buenos con nosotros.

»Todo el tiempo que hemos estado con ellos en los campos, nunca nos han maltratado ni nos han robado nada.

16 Al contrario, siempre nos han protegido.

17 »Nuestro amo Nabal es tan malo que nadie se atreve a decirle nada. Y David ya decidió atacarnos a todos nosotros. ¡Por favor, haga usted algo!»

18 Abigail no perdió tiempo. De inmediato le envió a David doscientos panes, dos recipientes de cuero llenos de vino, cinco ovejas asadas, cuarenta kilos de grano tostado, cien racimos de pasas y doscientos panes de higo. Toda esta comida la cargó Abigail en unas burras,

19 y le dijo a sus sirvientes: «Adelántense ustedes, que yo iré después».

Sin decirle nada a su esposo,

20-22 Abigail se montó en un burro y empezó a bajar del cerro. También David y sus hombres venían bajando del cerro. Y David les dijo:

«De nada nos ha servido cuidar en el desierto las ovejas de ese hombre. Nunca le he pedido nada y, sin embargo, me ha pagado mal el bien que le he hecho. ¡Que Dios me castigue duramente si antes de que amanezca no he matado a Nabal y a todos sus hombres!»

En ese momento, David y sus hombres se encontraron con Abigail.

23 Cuando ella lo vio, se bajó del burro y se inclinó de cara al suelo,

24-26 y echándose a los pies de David le dijo:

—Señor mío, por favor, ¡escuche usted mis palabras, aunque no soy más que una simple sirvienta suya! ¡No le dé usted importancia a las groserías de Nabal! ¡Su nombre significa “estúpido”, y en verdad lo es!

»¡Yo tengo la culpa de todo! Y la tengo, señor mío, porque no vi a los mensajeros que usted envió. Pero Dios no permitirá que usted se desquite matando a gente inocente. Yo le pido a Dios que castigue a los enemigos de usted del mismo modo que será castigado Nabal.

27 »Por favor, acepte la comida que he traído para usted y para sus hombres,

28 y perdone mis errores. Usted solo lucha cuando Dios se lo manda; estoy segura de que Dios hará que todos losdescendientesde usted reinen en Israel. Por eso, ni ahora ni nunca haga usted lo malo.

29 »Cuando alguien lo persiga y quiera matarlo, Dios lo cuidará y usted estará seguro. Pero a quienes quieran matarlo, Dios los arrojará lejos, como cuando se arroja una piedra con una honda.

30 »Usted, mi señor, será ellíderde Israel, pues Dios le cumplirá todas las promesas que le ha hecho.

31 Cuando eso suceda, usted no se sentirá culpable de haber matado a gente inocente, ni triste por haberse desquitado.

»Cuando todo esto suceda, acuérdese usted de mí, que soy su servidora.

32 David le contestó:

—¡Bendito sea el Dios de Israel, que te envío a mí!

33 ¡Y bendita seas tú, por ser tan inteligente y por no dejar que yo mismo me vengara y matara a gente inocente!

34 »Si no hubieras venido a verme, te juro por Dios que para mañana no habría quedado vivo un solo hombre de la familia de Nabal. ¡Qué bueno que el Dios de Israel no permitió que yo te hiciera daño!

35 David aceptó la comida que Abigail le había traído, y le dijo:

—Puedes irte tranquila, que yo haré lo que me has pedido.

36 Cuando Abigail regresó a su casa, encontró a Nabal muy contento y completamente borracho. Por eso no le contó hasta el día siguiente lo que había pasado.

37-38 Por la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la borrachera, su esposa le contó lo sucedido. En ese momento, Dios hizo que Nabal tuviera un ataque al corazón, y Nabal se quedó tieso como una piedra. Diez días después, tuvo otro ataque y murió.

39-40 Cuando David se enteró de que Nabal había muerto, dijo: «¡Bendito sea Dios, que castigó a Nabal! Se vengó por lo que me hizo, y no dejó que yo mismo lo castigara».

Luego, David envió algunos de sus ayudantes a Carmel, para que le dijeran a Abigail: «David nos manda a pedirle que acepte usted ser su esposa».

41 Al oír esto, Abigail se inclinó de cara al suelo, y dijo: «Yo estoy para servir a mi señor David, y para hacer lo que él me ordene. ¡Incluso estoy dispuesta a lavar los pies de sus esclavos!»

42 Después de haber dicho esto, se preparó rápidamente y, acompañada de cinco sirvientas, montó en un burro y se fue tras los enviados de David para casarse con él.

43 David tuvo dos esposas, pues además de casarse con Abigail se casó también con una mujer de Jezreel, llamada Ahinóam.

44 Aunque Mical había sido esposa de David, más tarde Saúl le ordenó casarse con Paltí hijo de Lais, que era de Galim.

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1 Samuel

1 Samuel 26

David perdona otra vez a Saúl

1 La gente que vivía en Zif fue a Guibeá, a decirle a Saúl que David estaba escondido en el cerro de Haquilá, frente al desierto.

2 Saúl se levantó y, acompañado de tres mil de sus mejores soldados, se fue al desierto de Zif para buscar a David.

3-4 David estaba en el desierto, pero supo que Saúl lo andaba buscando. Entonces envió espías, para ver si Saúl ya había llegado, y le informaron que Saúl había acampado frente al desierto, en el camino que está junto al cerro de Haquilá.

5-7 David habló entonces con Ahimélec el hitita y con Abisai, que era hijo de Seruiá y hermano de Joab. Les dijo:

—¿Quién me quiere acompañar hasta el campamento de Saúl?

—Yo lo acompaño, Su Majestad —le contestó Abisai.

Esa misma noche David y Abisai fueron al campamento de Saúl, y lo encontraron dormido y rodeado de sus soldados. A un lado de su cabeza estaba su lanza, clavada en el suelo; al otro lado dormía Abner hijo de Ner, capitán de su ejército.

8 Abisai le dijo a David:

—Dios le da a usted la oportunidad de matar a su enemigo. Déjeme que lo clave en la tierra con su propia lanza. Un solo golpe bastará.

9-11 —¡No lo mates! —respondió David—. ¡Y que Dios me libre de matar a quien él mismo eligió para ser rey! Dios no dejará sin castigo a quien le haga daño al rey que él mismo ha elegido.

»Ya le llegará su hora. Estoy seguro de que Dios mismo le quitará la vida, y morirá de muerte natural o lo matarán en batalla. Mejor toma su lanza y su jarra de agua, y vámonos de aquí.

12 Nadie vio a David ni a Abisai, ni nadie se despertó, pues Dios hizo que todos se quedaran bien dormidos.

13 Luego David se fue al otro lado del campamento, subió a la punta de un cerro lejano,

14 y desde allí empezó a gritarle a Abner y al ejército:

—¡Abner! ¿Por qué no respondes?

—¿Quién eres tú para gritarle así al rey? —contestó Abner.

15-16 Y David le dijo:

—¿No es verdad que tú eres uno de los mejores soldados de Israel? Entonces, ¿cómo es posible que no hayas cuidado a tu señor el rey? Mira lo que tengo en la mano: ¡es la lanza del rey, y su jarra de agua!

»Un hombre del pueblo estuvo a punto de matarlo, y tú no hiciste nada para evitarlo. ¡Muy mal hecho! Mereces la muerte por no haber protegido al rey elegido por Dios.

17 Saúl reconoció la voz de David, y dijo:

—David, ¿eres tú el que habla?

Y David le contestó:

—Sí, mi señor y rey; soy yo.

18 ¿Por qué me persigue usted? ¿Qué mal he cometido? ¿De qué se me acusa?

19 »Yo le suplico a mi señor y rey que me escuche. Si es Dios quien ha puesto a Su Majestad en mi contra, espero que él me perdone y acepte miofrenda; pero si es una cuestión de los hombres, que Dios los maldiga. Porque me están arrojando de esta tierra de Dios, y así me obligan aadorara otros dioses.

20 »Ya que Su Majestad me persigue a muerte, como si fuera yo una pulga, o una perdiz en el monte, yo le ruego que al menos no me mate lejos de la tierra de Dios.

21 Entonces Saúl le contestó:

—¡David, hijo mío! Me he portado muy mal contigo. Pero vuelve, que no te haré ningún mal. Me he portado como un tonto. He cometido un grave error. En cambio tú hoy me has perdonado la vida.

22-23 David le respondió:

—A cada uno de nosotros Dios lo premiará de acuerdo con su justicia y su verdad. Hoy Dios me dio la oportunidad de matar a Su Majestad, pero no quise hacerlo porque él lo eligió a usted como rey. ¡Aquí está la lanza de Su Majestad! Envíe a uno de sus soldados a recogerla.

24 Yo espero que, así como respeté hoy la vida de Su Majestad, también Dios respete la mía y me libre de todo peligro.

Saúl le dijo:

25 —David, hijo mío, ¡benditoseas! Yo sé que te irá bien en todo lo que hagas.

Y así David siguió su camino, y Saúl regresó a su casa.

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1 Samuel

1 Samuel 27

David vive entre los filisteos

1 Pero David se quedó pensando: «Uno de estos días Saúl me va a matar. Es mejor que me vaya a vivir a la tierra de los filisteos. Así Saúl dejará de perseguirme por todo Israel, y podré vivir tranquilo».

2-3 Fue así como David se fue a vivir a la ciudad filistea de Gat, donde reinaba Aquís hijo de Maoc. Con él se fueron sus dos esposas, Ahinóam de Jezreel y Abigail de Carmel, más seiscientos soldados con sus familias.

4 Cuando Saúl supo que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo.

5 Mientras tanto, David le rogó a Aquís: «Por favor, déme usted un lugar donde vivir. Yo no soy más que un sirviente de usted, y no está bien que viva yo en la misma ciudad donde usted vive».

6 Ese mismo día, Aquís le dio permiso de vivir en la ciudad de Siclag. Por eso, desde entonces Siclag pertenece a los reyes de Judá.

7 David vivió entre los filisteos un año y cuatro meses.

8-11 En todo ese tiempo, David y sus hombres salían con frecuencia a atacar a los pueblos de la región, desde Telaím hasta Egipto, y pasando por el desierto de Sur.

Cuando David atacaba a los pueblos de Guesur, Guézer y Amalec, se llevaba ovejas, vacas, burros, camellos y ropa, y no dejaba vivo a nadie. Mataba a hombres y a mujeres, para que nadie lo acusara en Gat de todo lo que hacía.

Cuando regresaba, si Aquís le preguntaba: «¿A quién atacaste hoy?», David le contestaba: «A mis paisanos que viven al sur de Judá».

Algunas veces respondía: «Ataqué a mis paisanos que viven al sur de Jerahmeel». Algunas otras, decía: «Ataqué a mis paisanos que viven al sur de la tierra de los quenitas».

12 Por eso Aquís confiaba mucho en David, ya que pensaba: «Con lo que David hace, los israelitas deben odiarlo mucho. Así que tendrá que vivir siempre en mi tierra, y se quedará a mi servicio».

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1 Samuel

1 Samuel 28

1 Fue en ese tiempo cuando los filisteos reunieron a su ejército para pelear contra Israel. Entonces Aquís le ordenó a David:

—Tú y tus hombres deben venir conmigo a la guerra.

2 —¡Claro que sí! —le contestó David—. Ahora va usted a ver de lo que soy capaz.

—Muy bien —dijo Aquís—. Tú serás mi guardaespaldas.

Saúl consulta a una adivina

3-7 Los filisteos se reunieron en Sunem, y allí pusieron su campamento. Saúl, por su parte, reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Guilboa.

Cuando Saúl vio al ejército filisteo, le dio muchísimo miedo. Entonces consultó con Dios qué debía hacer. Pero Dios no le contestó, ni en sueños, ni por medio de suertes ni deprofetas.

Saúl no podía recurrir a Samuel para consultar a Dios, porque Samuel ya había muerto. La gente había llorado mucho por su muerte, y lo habían enterrado en Ramá, el pueblo donde había nacido.

Además, como Saúl mismo había expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas, les ordenó a sus ayudantes:

—Busquen a una espiritista. Quiero que me ayude a preguntarle a Samuel lo que debo hacer.

—Hay una en Endor —le dijeron sus ayudantes.

8 Una noche Saúl se disfrazó y, acompañado por dos de sus hombres, se fue a ver a esa mujer. Cuando llegó, le dijo:

—Quiero que llames al espíritu de un muerto. Necesito preguntarle algo.

9 La mujer respondió:

—Tú bien sabes que Saúl ha expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas. Si hago lo que me pides, con toda seguridad me matarán.

10 —Te juro por Dios —le aseguró Saúl— que nadie te castigará si haces lo que te pido.

11 Ella preguntó:

—¿Quién quieres que se te aparezca?

—Llama a Samuel —le contestó Saúl.

12 La mujer obedeció. Pero cuando vio aparecer a Samuel, lanzó un fuerte grito y le dijo a Saúl:

—¡Usted es Saúl! ¿Por qué me engañó?

13 —No tengas miedo —le aseguró el rey—. ¡Dime lo que ves!

Ella le dijo:

—Veo a un espíritu que sube del fondo de la tierra.

14 —¿Y cómo es él? —le preguntó Saúl.

—Es un anciano vestido con una capa —respondió ella.

Al darse cuenta Saúl de que se trataba de Samuel, se inclinó de cara al suelo.

15 Samuel le preguntó:

—Saúl, ¿por qué me llamaste? ¿Por qué no me dejas descansar?

—Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer.

16 Y Samuel le dijo:

—Si Dios te ha abandonado, y ahora es tu enemigo, ¿para qué me consultas?

17-18 »Dios está haciendo contigo lo que ya te había dicho yo que iba a hacer. Por haberlo desobedecido y no haber matado a todos los amalecitas, Dios te ha quitado el reino y se lo ha dado a David.

19 »Además, los filisteos vencerán mañana a los israelitas, y tú y tus hijos morirán y vendrán a hacerme compañía.

20 Al oír estas palabras de Samuel, Saúl sintió mucho miedo y se desmayó. Las fuerzas le faltaron, pues no había comido nada en todo el día.

21 La mujer se acercó a Saúl y, al verlo tan espantado, le dijo:

—Yo solo hice lo que usted me pidió, pues estoy para servirle. Por obedecerlo, he arriesgado mi vida.

22 Pero aunque solo soy su sirvienta, yo le ruego que me haga caso y se coma este pedazo de pan. Se lo he traído a usted, para que tenga fuerzas para el regreso.

23 Saúl no quería comer nada, pero ante la insistencia de la mujer y de sus ayudantes, se levantó del suelo y se sentó en la cama.

24 La mujer mató un ternero gordo que tenía en su casa, preparó unos panes,

25 y se los llevó a Saúl y a sus ayudantes. Todos ellos comieron, y esa misma noche se fueron de allí.

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1 Samuel

1 Samuel 29

Los filisteos no confían en David

1-2 Los filisteos reunieron todo su ejército en Afec. Sus jefes marchaban al frente de grupos de cien y de mil soldados. Los israelitas, por su parte, acamparon cerca del arroyo que está en Jezreel.

Cuando los filisteos vieron que al final de su ejército pasaba el rey Aquís junto con David y sus hombres,

3 le gritaron:

—¿Qué hacen aquí esos israelitas?

Y Aquís les contestó:

—Vienen con David, el que era ayudante de Saúl, el rey de Israel. David se apartó de Saúl, y hace ya más de un año que está conmigo. Desde entonces ha sido muy fiel. No tengo nada que decir en su contra.

4 Pero los jefes de los filisteos se enojaron mucho y le exigieron:

—Dile que se vaya de aquí, y que regrese a su país con todos sus hombres. ¿No te das cuenta de que podría volverse nuestro enemigo en la batalla? Con tal de ganarse otra vez la simpatía de Saúl, sería capaz de matar a nuestros soldados.

5 »Toma en cuenta que de él habla la canción: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil”.

6 Aquís llamó entonces a David, y le dijo:

—Te juro por Dios que yo no tengo nada contra ti. Desde el día que llegaste hasta hoy, tú has sido fiel conmigo. Pero los jefes de los filisteos no confían en ti.

7 Así que regresa en paz, y no hagas enojar a los jefes del ejército.

8 Pero David protestó:

—¿De qué se me acusa? ¿En qué he ofendido a Su Majestad desde que empecé a servirle hasta hoy? ¿Por qué no me permite usted pelear contra sus enemigos?

9 Y Aquís le volvió a decir:

—Yo no tengo nada contra ti. En mi opinión, tú eres tan bueno como unángel. Pero los jefes de los filisteos no quieren que vayas con nosotros a la batalla.

10 »Yo te agradecería que mañana temprano, en cuanto salga el sol, tú y tus hombres regresen a la ciudad que les di.

11 De modo que, al amanecer, David y sus hombres regresaron a la tierra de los filisteos. Mientras tanto, los filisteos se dirigieron a Jezreel.

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1 Samuel 30

David vence a los amalecitas

1-5 Al tercer día, David y sus hombres llegaron a Siclag y descubrieron que los amalecitas habían atacado el desierto del sur. A Siclag le habían prendido fuego y, aunque no mataron a nadie, se habían llevado como esclavos a mujeres, ancianos y niños. Entre las mujeres, se habían llevado a Ahinóam y a Abigail, las esposas de David.

Al ver esto, David y sus hombres se echaron a llorar, hasta que ya no tuvieron más fuerzas.

6 Los hombres estuvieron a punto de apedrear a David, pues le echaban la culpa de que los amalecitas se hubieran llevado a sus mujeres y a sus hijos.

Sin embargo, David confiaba en que Dios podía ayudarlo, así que se animó

7 y le dijo alsacerdoteAbiatar, el hijo de Ahimélec: «Tráeme tu chaleco sacerdotal. Voy a consultar con Dios qué es lo que debo hacer».

Cuando Abiatar le llevó a David el chaleco sacerdotal,

8 David consultó a Dios:

—¿Debo perseguir a esos bandidos? Y si los persigo, ¿los alcanzaré?

Dios respondió:

—Persíguelos, porque vas a alcanzarlos, y también vas a recuperar lo que se robaron.

9 Entonces David se fue con sus seiscientos hombres. Al llegar al arroyo de Besor,

10 doscientos de ellos estaban tan cansados que no lo pudieron cruzar y se quedaron allí.

David siguió persiguiendo a los amalecitas con los otros cuatrocientos hombres.

11-12 Más adelante, encontraron en el campo a un hombre desmayado. Estaba así porque en tres días no había comido ni bebido nada. Le dieron agua, un pedazo de pan de higos, y dos panes de pasas. Después de comer, aquel hombre se sintió mejor,

13 así que David le preguntó:

—¿De dónde vienes? ¿Al servicio de quién estás?

—Soy egipcio —contestó aquel hombre—. Mi amo es un amalecita. Hace tres días me enfermé, y mi amo me abandonó aquí.

14 Antes de eso, habíamos atacado varios lugares: el territorio de los filisteos, que está al sur, el de Judá y el de Caleb. También quemamos la ciudad de Siclag.

15 David le preguntó:

—¿Me puedes llevar a donde están los amalecitas?

—Te llevaré —contestó el egipcio—. Pero júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo.

David se lo juró, y el egipcio los condujo hasta ellos.

16 Al llegar, David y sus hombres encontraron a los amalecitas comiendo, bebiendo y danzando por todo el campamento. Estaban celebrando el haberles quitado a los filisteos y a los de Judá todo lo que tenían.

17 Al amanecer, David los atacó, y la batalla duró hasta la noche del día siguiente. David mató a todos los amalecitas. Solo se salvaron cuatrocientos jóvenes, que montaron en camellos y lograron escapar.

18-19 David recobró todo lo que los amalecitas se habían llevado, y también rescató a sus dos esposas. No faltó ningún niño ni adulto, y ni siquiera el objeto más pequeño.

20 Además, David recobró todas las vacas y ovejas. Y los que iban guiando el ganado decían: «Esta es la parte que le toca a David».

21 David y sus hombres regresaron al arroyo de Besor, donde se habían quedado con el equipaje los doscientos soldados que estaban muy cansados. Cuando ellos vieron que David se acercaba con los otros hombres, salieron a recibirlos. David les contestó el saludo.

22 Entre los hombres que habían ido con David a la batalla, no faltaron algunos malvados y envidiosos que le dijeron a David:

—A esos doscientos hombres que no vinieron con nosotros, no debemos darles nada de lo que les quitamos a los amalecitas. ¡Que se conformen con llevarse a sus mujeres y a sus hijos!

23 Pero David les dijo:

—No, hermanos míos, no debemos hacer eso. Después de todo, Dios nos ha dado todo esto, y nos cuidó y ayudó a vencer a esos amalecitas ladrones.

24 Además, nadie va a estar de acuerdo con ustedes, pues le debe tocar lo mismo al que va a la batalla que al que se queda a cuidar el equipaje.

25 David estableció esta ley en Israel, y desde entonces hasta ahora se ha cumplido.

26-31 De regreso en Siclag, David tomó una parte de lo que les había quitado a los amalecitas, y la envió a los lugares donde había estado con su gente, es decir, a Betel, a Ramot del desierto del sur, a Jatir, a Aroer, a Sifmot, a Estemoa y a Racal.

David también envió regalos a los que estaban en las ciudades de Jerahmeel y de los quenitas, y en Hormá, Corasán, Atac y Hebrón, entre otras. Junto con los regalos, les envió este mensaje: «Este es un regalo para ustedes, de lo que les quité a los enemigos de Dios».