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Baruc 2

1 Baruc continuó diciendo:

«Dios nos castigó tal como lo había anunciado. Todos sufrimos el castigo: tanto el rey y los gobernantes como los que pertenecemos a Israel y a Judá.

2 »En Jerusalén pasaron cosas terribles que nadie en este mundo había sufrido. Ya Moisés lo había anunciado en el libro de la Ley:

3 nosotros llegaríamos al extremo de comernos a nuestros propios hijos e hijas.

4 Por eso Dios nos hizo esclavos de las naciones vecinas y convirtió nuestro territorio en un desierto. También hizo que la gente de esas naciones se burlara de nosotros.

5 De jefes pasamos a ser esclavos, y todo esto por desobedecer a nuestro Dios.

6-10 »Realmente nuestro Dios es justo, y nosotros merecemos este castigo, pues no obedecimos sus mandamientos. Todas las desgracias que Dios nos anunció, nos han caído encima, ¡y ni siquiera así abandonamos nuestra mala conducta, ni oramos a Dios pidiendo su perdón!»

Oración pidiendo libertad

11 Baruc dijo:

«Dios de Israel, tú demostraste tu gran poder al librar a tu pueblo de la esclavitud en Egipto. Lo hiciste por medio de milagros y maravillas; por eso sigues siendo muy famoso.

12 En cambio, nosotros no hemos hecho más que ofenderte y desobedecer tus mandamientos.

13 Por eso nos enviaste como esclavos a otras naciones. Pero ahora te rogamos que no sigas enojado con nosotros, pues quedamos muy pocos en esos países.

14-15 »¡Dios, escucha nuestras súplicas y oraciones! Libéranos, y haz que nos traten bien quienes ahora nos tienen bajo su dominio. Así sabrán que tú eres un Dios de poder, y que tú elegiste a Israel y a sus descendientes para ser su pueblo.

16 »¡Dios, desde el lugar donde tú vives, míranos! ¡Por favor, Dios, escúchanos!

17-18 Los que estamos vivos podemos adorarte y reconocer que actúas con justicia, a pesar de estar tristes, sin fuerzas y hambrientos. En cambio, los muertos no pueden hacerlo, ¡pues están encerrados en sus tumbas!

El castigo es justo

19-24 »Al pedirte esto, Dios nuestro, no lo hacemos confiados en las buenas obras de nuestros antepasados y de nuestros reyes. Nosotros mismos merecemos el castigo tan duro que nos diste, pues ya nos lo habías advertido por medio de tus servidores, los profetas. Por medio de ellos nos dijiste que nos sometiéramos al rey de Babilonia y lo sirviéramos, pues solo de esa manera podríamos seguir viviendo en la tierra que les diste a nuestros antepasados. Nos dijiste: “Si no obedecen esto que les digo, pondré fin a las fiestas y a las canciones de alegría en Jerusalén y en las demás ciudades de Judá; todo el país quedará deshabitado y convertido en un desierto”.

»Dios nuestro, como no te obedecimos, cumpliste tus amenazas: los huesos de nuestros reyes y de nuestros antepasados fueron sacados de sus tumbas

25 y quedaron abandonados por las calles, bajo el calor del día y el frío de la noche. De hecho, ellos ya habían sufrido mucho de hambre, plagas y guerra.

26 Además, tu templo quedó en la terrible situación en que hoy se encuentra, por el pecado y la maldad de la gente de Israel y de Judá.

Confianza en la promesa de Dios

27 »A pesar de todo esto, Dios nuestro, tú nos has tratado con mucha bondad y cariño.

28 Lo hiciste para cumplir tu promesa a Moisés, cuando en presencia de los israelitas le ordenaste que pusiera por escrito tus enseñanzas. Dijiste:

29 “Si este pueblo escandaloso no me obedece, llegará a ser tan solo un puñado de gente, aunque ahora sea muy numeroso. Quedará esparcido por todas las naciones a donde lo enviaré como esclavo.

30 Estoy seguro de que no me va a obedecer, porque es un pueblo rebelde.

”Pero cuando este pueblo se encuentre esparcido por esas naciones, va a tener tiempo de pensar en lo que hizo,

31 y se dará cuenta que yo soy su único Dios. Entonces, yo le daré un corazón dispuesto a obedecerme.

32 Y se acordará de mí y me alabará en el lugar donde se encuentre esparcido.

33 Este pueblo dejará de ser rebelde y abandonará su mala conducta cuando recuerde lo que les pasó a sus antepasados por pecar contra mí.

34 ”Entonces yo lo traeré de nuevo al país que juré entregarles a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Y otra vez será el dueño de ese país. Llegará a ser un gran pueblo, y no volverá a ser reducido a un puñado de gente.

35 Además, haré con este pueblo una alianza que durará por siempre: Yo me comprometeré a ser su Dios, y ellos se comprometerán a ser mi pueblo. De mi parte, ya no los volveré a expulsar de su país”».

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Baruc

Baruc 3

Oración pidiendo perdón

1 Baruc continuó diciendo:

«Todopoderoso Dios de Israel, con mucho dolor y tristeza te rogamos:

2 “¡Escucha nuestros gritos! ¡Hemos pecado contra ti, pero por favor, escúchanos! ¡Ten compasión de nosotros!

3 Tú siempre serás rey; nosotros, en cambio, siempre seremos unos simples mortales.

4 ”Todopoderoso Dios de Israel, escucha nuestros ruegos. Nosotros, los israelitas, somos los hijos de aquellos que pecaron contra ti y no te obedecieron. Por eso nos han llegado estas desgracias.

5 ¡Pero olvida los pecados de nuestros antepasados! ¡Recuerda más bien tu poder y tu fama!

6 ”¡Tú eres nuestro Dios, y nosotros queremos alabarte!

7 Tú pusiste en nosotros el deseo de obedecerte y buscarte en oración. Y queremos alabarte aquí, lejos de nuestra tierra. Ya no pecamos como lo hicieron nuestros antepasados.

8 ¡Míranos, Dios nuestro! Aquí estamos, sufriendo insultos y burlas lejos de nuestra tierra. Ese castigo lo merecían nuestros antepasados, pues ellos fueron los que en verdad te olvidaron”».

Poema a la sabiduría

9 Baruc dijo:

«Israelitas,

obedezcan los mandamientos,

pues dan vida y sabiduría.

10-12 »Ustedes abandonaron a Dios,

el Dios que da sabiduría;

por eso viven en un país enemigo.

»Allí se pondrán viejos,

y vivirán como si estuvieran muertos.

13 Si hubieran obedecido a Dios,

siempre disfrutarían de paz.

14 »Busquen la prudencia,

el valor y la inteligencia.

Así encontrarán la alegría,

la paz y una larga vida.

15 »Hasta ahora nadie sabe

dónde está la sabiduría,

ni dónde guarda sus tesoros.

16 »¿Dónde están los reyes

que dominan a las fieras,

17 y se divierten con las aves?

»¿Dónde están aquellos

que adoran al dinero?

¡Esos que amontonan oro y plata

y nunca se cansan de hacerlo!

18 »¿Dónde están los joyeros

que hacen obras de arte

que nadie puede imitar?

19 ¡Ya están muertos!

¡Su lugar lo ocupan otros!

20 Ahora son los jóvenes

los que gobiernan este mundo.

»Pero tampoco esos jóvenes

saben qué es la sabiduría.

21 Todavía no la encuentran,

ni podrán jamás alcanzarla.

A sus hijos no les interesa

alcanzar la sabiduría.

22 »Los habitantes de Canaán

nunca supieron de la sabiduría;

tampoco los de Temán

oyeron hablar de ella.

23 »Los árabes aman la aventura,

pero de sabios no tienen nada.

Los comerciantes de Madián y Temán

tampoco llegaron a ser sabios.

Los filósofos ni siquiera saben

qué es la sabiduría,

y los que escriben historias,

ni idea tienen de qué se trata.

24 »¡Israelitas,

qué inmenso es el universo!

¡Qué enorme es el hogar de Dios!

¡Qué grandioso es su imperio!

25 Su grandeza no tiene límites,

¡nadie lo puede medir!

26 »En el imperio de Dios nacieron

los gigantes de la antigüedad;

hombres fuertes y famosos,

guerreros excelentes.

27 Pero Dios no los eligió a ellos,

ni les mostró el camino

que lleva a la sabiduría.

28 Su imprudencia los mató;

¡su locura acabó con ellos!

29-31 »¿Y dónde está la sabiduría?

Ninguno de nosotros

puede llegar a ella.

Aunque subamos a las nubes,

o lleguemos a lo más alto del cielo;

aunque crucemos al otro lado del mar,

o tengamos todo el dinero del mundo,

¡no la encontraremos!

32 »¡Solo Dios conoce la sabiduría,

pues él todo lo sabe!

Dios creó la tierra,

y la llenó de animales.

33 Dios ordena que salga la luz,

y la luz le obedece;

y cuando la llama,

ella viene temblando.

34 Dios puso en el cielo las estrellas,

y ellas brillan de felicidad.

35 Cuando las llama,

ellas responden: “Aquí estamos”;

y brillan contentas para su Creador.

36 »¡Ese es nuestro Dios!

¡No hay nadie como él!

37 »Dios le enseñó a Israel

cómo alcanzar la sabiduría,

38 y ella vino a este mundo

y se quedó a vivir entre nosotros.

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Baruc 4

1 »¡Las enseñanzas de Dios

son la sabiduría misma,

y durarán para siempre!

Si las obedeces, vivirás;

si las desobedeces, morirás.

2 »Pueblo de Israel,

¡vuelve a Dios, y acepta su sabiduría!

¡Déjate guiar por su luz!

3 ¡No dejes que otros gocen

de tus privilegios!

¡No pongas tu grandeza

en manos de extranjeros!

4 »Los israelitas somos felices,

pues sabemos lo que Dios quiere.»

Mensaje de consuelo

5 «¡Israelitas, pueblo mío,

den rienda suelta a su alegría!

6 Ustedes hicieron enojar a Dios,

pero él no los destruirá.

Dios los entregó a sus enemigos,

y permitió que los vendieran

a otras naciones,

pero él no los destruirá.

7 »Ustedes ofrecieron sacrificios

a los demonios,

olvidaron a Dios, su creador,

y por eso lo hicieron enojar.

8 Se olvidaron del Dios eterno,

que tuvo cuidado de ustedes,

y le causaron dolor a Jerusalén,

la ciudad que los vio crecer.

9 »Cuando se supo

que Dios iba a castigarlos,

Jerusalén dijo:

“¡Ciudades vecinas, escuchen:

Dios me envió un dolor muy grande!

10 Yo vi cómo el Dios eterno

mandaba presos a mis habitantes.

11 Con alegría los vi crecer,

pero con gran dolor los vi partir.

12-13 Que nadie se alegre al verme

sola y abandonada por todos.

Me quedé sin habitantes

porque ellos pecaron contra Dios

y no obedecieron sus mandamientos.

No permitieron que él les enseñara

cómo vivir en este mundo.

14 Por eso, ¡vengan ciudades vecinas!

¡Recuerden que el Dios eterno

hizo que a mis habitantes

se los llevaran prisioneros!

15 ”Dios hizo que viniera de muy lejos

una nación de malvados

que hablaba otro idioma,

que no respetaba a los ancianos,

ni tenía compasión de los niños.

16 Esos malvados me quitaron

a los que yo tanto quería,

y me dejaron sola y abandonada.

17 Yo nada puedo hacer

para ayudar a mi pueblo.

18 Dios le envió esos males,

y solo él puede librarlo

de sus enemigos.

19 ”¡Marchen, habitantes míos, marchen!

¡Yo me quedaré sola!

20 Ya he guardado los vestidos de fiesta,

y me he puesto la ropa de luto;

cada día de mi vida

pediré a Dios por ustedes.

21 ¡Pueblo mío, ten confianza!

Pídele a Dios que te ayude

y te libre del poder del enemigo.

22 He esperado mucho tiempo

que el Dios eterno los salve.

Y él me dio este consuelo:

Me dijo que muy pronto

les tendrá compasión

y los librará de sus enemigos.

23 ”Cuando salieron de aquí,

los despedí con lágrimas en los ojos;

pero cuando Dios me los devuelva,

tendré gozo y alegría para siempre.

24 Muy pronto las ciudades vecinas

que los vieron irse presos,

verán el poder del Dios eterno

que los traerá de vuelta a su tierra.

25 ”¡Pueblo mío, soporta con valor

el castigo que Dios te ha mandado!

Tus enemigos te persiguieron,

pero pronto serán destruidos,

y quedarán bajo tu poder.

26 ”Querido pueblo,

anduviste por lugares peligrosos.

El enemigo te arrebató,

como el lobo arrebata a las ovejas.

27 ¡No te desanimes, pueblo mío!

Pídele a Dios que te ayude;

es verdad que te castigó,

pero también te salvará.

28 Pueblo mío, busca a Dios

con la misma insistencia

con que te alejaste de él.

29 Es verdad que te castigó,

pero también te regalará

salvación y alegría eterna”.»

30 Baruc continuó diciendo:

«¡Ten ánimo, ciudad de Jerusalén!

Dios te conoce por nombre,

y él mismo te consolará.

31 »¡Qué mal les va a ir

a los que te causaron daño

y se alegraron al verte sufrir!

32 ¡Qué mal les va a ir

a las malvadas ciudades

que esclavizaron a tus habitantes!

»¡Qué mal le va a ir

a la ciudad de Babilonia

que mantuvo presos a tus habitantes!

33 Así como gritó de alegría

por tu desgracia y caída,

así gritará de dolor

cuando quede en ruinas.

34 Dios le quitará el orgullo

de ser una ciudad muy importante;

su orgullo se convertirá en tristeza.

35 El Dios eterno enviará sobre ella

un fuego que arderá por muchos días,

y durante muchos años

solo demonios vivirán en ella.

36-37 »¡Jerusalén,

mira hacia donde sale el sol,

y verás con alegría lo que Dios te trae!

¡Mira, ya vuelven tus habitantes,

los que un día viste partir!

El Dios único los ha reunido;

los ha llamado de todas las naciones

donde estaban prisioneros.

Vienen llenos de felicidad

porque han visto el poder de Dios.

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Baruc

Baruc 5

1 »Ciudad de Jerusalén,

quítate esa ropa de luto;

aleja tu tristeza y amargura.

¡Vístete para siempre

con el poder que Dios te da!

2 Que la justicia de Dios

te cubra como un manto,

y que el poder de Dios

sea la corona de tu cabeza.

3 Dios mismo mostrará

tu grandeza y esplendor,

y todo el mundo lo verá.

4 Dios te dará un nuevo nombre,

y para siempre te llamarán:

“Paz en la justicia,

y poder en el servicio”.

5 »Jerusalén, ponte de pie,

sube a la colina más alta,

mira hacia donde sale el sol,

y contempla a tus habitantes.

El Dios todopoderoso

los ha reunido y llamado

de todas las naciones del mundo.

Vienen llenos de alegría,

porque Dios les ha dado libertad.

6 »Sus enemigos los tomaron presos,

y se los llevaron a pie;

pero Dios traerá a tus habitantes

en carruajes de reyes.

7 Dios mismo ha dado la orden

de aplanar montañas y colinas,

y de rellenar todos los valles,

hasta que la tierra quede pareja.

Así tus habitantes,

guiados por Dios mismo,

no encontrarán ningún tropiezo.

8 Dios también ha ordenado

que los árboles aromáticos

den su sombra a los israelitas.

9 Dios guiará a su pueblo con alegría,

y los protegerá con su poder,

con su amor y su justicia».

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Carta de Jer

Carta de Jer 6

1 «Ustedes han pecado contra Dios. Por eso el rey Nabucodonosor, que es el rey de Babilonia, se los va a llevar presos a su país.

2 Allá en Babilonia ustedes tendrán que vivir unos trescientos años, hasta que se cumpla el tiempo fijado por Dios. Después de ese tiempo él los hará volver de allí en paz.

3 »En Babilonia verán a la gente cargar sobre sus hombros ídolos de plata, de oro y de madera. Verán también cómo esa gente, que no cree en Dios, adora a esos ídolos.

4 »Tengan mucho cuidado: No se porten como esa gente, ni adoren a sus ídolos.

5 Cuando vean a esa gente marchar delante y detrás de esos ídolos para adorarlos, ustedes digan en voz baja: “Dios de Israel, solo a ti te debemos adorar”.

6 Recuerden que el ángel de Dios está con ustedes, y que él sabe lo que ustedes piensan.

7 »El escultor fabrica ídolos de oro y plata, y hasta les pone lengua, pero esos ídolos no pueden hablar porque son dioses falsos.

8 La gente que no conoce a nuestro Dios adorna a sus dioses con diademas de oro, como si esos ídolos fueran muchachas coquetas.

9 Luego vienen los sacerdotes y se roban el oro y la plata de esos dioses, y los usan para sus gastos personales, y hasta para pagarles a las prostitutas del templo.

10 Además, a esos ídolos de oro, plata y madera los visten como si fueran personas; sin embargo, esos ídolos no pueden evitar que el óxido y la polilla los destruya.

11 Aunque están cubiertos con ropa muy fina, no pueden protegerse del polvo que hay en el templo; por eso la gente tiene que limpiarles la cara.

12 Hasta hay uno de esos ídolos con un bastón de mando en la mano, como si fuera el gobernador del país; pero si alguien lo insulta, no puede castigar al ofensor.

13 Hay otro que lleva en la mano derecha una espada y un hacha; pero no se puede defender de sus enemigos ni de los ladrones.

14 Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren.

15 »Los ídolos que están dentro de los templos no sirven para nada; son tan inútiles como un jarrón roto.

16 Esos ídolos tienen los ojos llenos del polvo que levanta la gente al caminar.

17 Los sacerdotes los encierran con todo tipo de cerraduras, para que nadie se los robe. ¡Se parecen a los prisioneros condenados a muerte por haber ofendido al rey!

18 En sus templos les encienden muchísimas lámparas, pero esos ídolos jamás las podrán ver,

19 pues son como las vigas de una casa: están carcomidos por la polilla. La gente que los adora no se da cuenta de que los gusanos se comen a esos ídolos con ropa y todo.

20 El humo que hay en sus templos les ha puesto negra la cara.

21 Los murciélagos, las golondrinas y otros pájaros, se posan sobre ellos; ¡hasta los gatos se echan sobre ellos!

22 Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren.

23 »Cuando los estaban fabricando, ni se dieron cuenta; y aunque están recubiertos de oro, alguien tiene que pulirlos para que puedan brillar.

24 Esos ídolos no tienen vida, pero salen muy caros.

25 Si se caen, hay que levantarlos, y como no pueden caminar, hay que cargarlos. Para vergüenza de quienes los adoran, queda demostrado que no sirven para nada.

26 Si los ponen de pie, no pueden moverse; si los acuestan, no pueden levantarse. Darles una ofrenda es como dársela a un muerto.

27 Los sacerdotes se roban esas ofrendas y las venden. Las esposas de los sacerdotes se roban la carne de los animales ofrecidos a esos ídolos, en vez de compartirla con la gente pobre. Hasta las mujeres que están con su menstruación, o que acaban de tener un hijo, tocan esos animales sacrificados, ¡y no les pasa nada!

28 Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren.

29 »¿Cómo pueden decir ustedes que esos ídolos de oro, plata y madera son dioses? Si lo fueran, esos ídolos no permitirían que las mujeres les presentaran ofrendas, pues eso está prohibido por nuestra ley.

30 En los templos de esos ídolos, los sacerdotes tampoco cumplen nuestra ley, pues presiden el culto con túnicas rotas, con el cabello y la barba afeitados y con la cabeza descubierta.

31 También lloran a gritos delante de sus ídolos, como lo hace la gente en los funerales.

32 Además, esos sacerdotes les quitan la ropa a los ídolos, y con ella hacen vestidos para sus hijos y esposas.

33-34 Si la gente que los adora los trata bien o mal, esos ídolos no pueden responder. Si alguien les hace una promesa y no la cumple, ellos no pueden castigarlo por no cumplir. Esos ídolos no pueden hacer rico a nadie, ni siquiera darle unas monedas. Tampoco pueden poner o quitar reyes,

35 ni librar al pobre del poderoso, ni salvar a nadie de la muerte.

36 No pueden devolver la vista al ciego ni librar a nadie del peligro;

37 tampoco pueden cuidar a las viudas ni ayudar a los huérfanos.

38 Esos ídolos de madera, recubiertos de oro y plata, son tan inútiles como pedazos de piedra sacados de una montaña. Quienes los adoran quedarán en vergüenza.

39 ¡Qué ridículo es creer que esos ídolos son dioses!

40 »Los babilonios mismos hacen quedar en ridículo a sus dioses, pues cuando hay una persona muda, lo llevan ante el dios Bel y le piden que la haga hablar. ¡Como si ese ídolo pudiera escuchar!

41 Y aunque se dan cuenta de que sus dioses no sirven para nada, los babilonios no se atreven a abandonarlos. ¡No quieren reconocer que son unos tontos!

42 En las calles algunas mujeres se atan un cordón a la cintura y se sientan a quemar la cáscara del grano, como si fuera incienso.

43 Y cuando un hombre pasa por allí, y se lleva a una de esas mujeres para tener relaciones sexuales con ella, esa mujer se burla de sus compañeras, porque ninguna de ellas fue elegida por el hombre para desatarle el cordón.

44 ¡Qué ridículo es creer que esos ídolos son dioses!

45 »Los ídolos no son más que objetos hechos por artesanos; son lo que sus fabricantes quisieron que fueran.

46 Y si los artesanos son simples mortales, ¿cómo pueden pensar que sus obras son dioses?

47 Lo único que esos artesanos les van a dejar a sus hijos son mentiras y fracasos.

48 »Cuando hay guerra o llega una desgracia, los sacerdotes buscan un lugar para esconderse junto con sus ídolos.

49 No se dan cuenta de que esos ídolos son falsos dioses, y que ni ellos mismos se pueden salvar.

50 Tarde o temprano las naciones, junto con sus reyes, descubrirán que esos ídolos no son dioses, sino simples objetos hechos por simples mortales. No son más que madera recubierta de oro y plata, y no tienen ningún poder divino.

51 ¡Qué ridículo es creer que esos ídolos son dioses!

52 »Esos ídolos no eligen a los reyes de los países, ni pueden enviar lluvia a la gente;

53 no se pueden defender en un juicio, y mucho menos salvar a quien sufre injusticias, pues no tienen poder alguno. Son totalmente indefensos.

54 Si se quema el templo donde están esos ídolos, los sacerdotes salen corriendo para ponerse a salvo, y los ídolos se queman como cualquier viga del templo, aunque estén recubiertos de oro y plata.

55-56 ¡Qué ridículo es creer que esos ídolos son dioses, cuando ni siquiera pueden hacerle frente a un rey o a un enemigo!

57 »Si los ladrones toman a esos ídolos de madera, y les roban el oro, la plata o la ropa con que están cubiertos, ellos no se pueden defender.

58 Por eso, es de más valor un rey valiente, o una herramienta que sirve de algo en la casa, o una puerta que protege a los que viven en ella, o una columna que adorna un palacio, que uno de esos dioses falsos.

59 »Si Dios les da la orden, el sol, la luna y las estrellas alumbran en el cielo,

60 el relámpago alumbra todo el horizonte, el viento sopla por todas partes,

61 las nubes se van al lugar señalado, y el rayo quema bosques y montañas.

62 En cambio, esos dioses falsos no se pueden comparar a nada de esto, ni en belleza ni en poder.

63-64 Y si no pueden hacer justicia ni hacerle bien a la gente, es ridículo creer que son dioses. Por lo tanto, no los adoren.

65 »Esos ídolos no pueden bendecir ni maldecir a los reyes;

66 no pueden dar ninguna señal en el cielo, ni alumbrar como el sol ni brillar como la luna.

67 Un animal de la selva, que se puede defender y esconder, vale más que esos ídolos.

68 Por lo tanto, no les tengan miedo, pues queda comprobado que no son dioses.

69 »Esos ídolos de madera, recubiertos de oro y plata, no sirven para nada; ¡se parecen a un inútil espantapájaros en un campo de melones!

70 También se parecen a los espinos en un jardín, donde se posan los pájaros; se parecen a un muerto abandonado en la oscuridad.

71 Cuando ustedes vean cómo a esos ídolos se les pudren sus finos vestidos, podrán darse cuenta de que no son dioses. Finalmente, a ellos mismos se los comerá la polilla, y la gente que los adora quedará avergonzada.

72 »La persona justa que no cree en dioses falsos es muy valiosa. A esa persona, Dios lo librará de todo castigo».

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Susana 13

La historia de Susana

1-4 En Babilonia vivía un hombre muy rico llamado Joaquín. Tenía un gran jardín junto a su casa, y como era muy respetado, todos los judíos iban con frecuencia a visitarlo.

Joaquín se había casado con Susana, una mujer muy hermosa que era hija de un hombre llamado Hilquías. Tanto Hilquías como su esposa eran personas muy honestas, y habían educado a Susana de acuerdo con las enseñanzas que Dios le había dado a Moisés, por eso ella obedecía a Dios en todo.

5 Aquel año, el pueblo había elegido a dos ancianos para que fueran jueces. Pero los dos eran de esas personas que Dios había descrito con estas palabras: «En Babilonia los jueces dicen ser los guías del pueblo, pero ellos mismos son el origen de la maldad».

6 Esos dos jueces estaban todo el tiempo en casa de Joaquín, y la gente que tenía problemas legales, iba a ellos para resolverlos.

Los dos jueces malvados

7-11 Al mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana acostumbraba salir con su esposo a pasear por el jardín. Los dos jueces la observaban con mucha atención, pues habían dejado de seguir los mandamientos de Dios, y se habían llenado de malos pensamientos. Ambos hombres querían tener relaciones sexuales con Susana, pero no lo decían por vergüenza, así que ninguno de los dos sabía lo que el otro estaba pensando.

12 Cada día, los dos jueces esperaban con ansias el momento de verla.

13 Un día, se dijeron: «Ya es hora de ir a comer». Y cada uno se fue por su lado.

14 Sin embargo, los dos regresaron al mismo lugar, y tuvieron que admitir que ambos deseaban tener relaciones con Susana. Entonces se pusieron de acuerdo para sorprenderla sola en algún momento.

15 Cierto día se les presentó la oportunidad. Susana salió como de costumbre al jardín, pero esta vez, acompañada de dos sirvientas. Como hacía mucho calor, quiso bañarse,

16-18 y les dijo a sus sirvientas: «Tráiganme cremas y perfumes, porque voy a bañarme, y cierren bien las puertas del jardín».

Las sirvientas cerraron las puertas y fueron a buscar lo que Susana les había pedido, pero no vieron a los dos jueces. Ellos estaban escondidos, espiando a Susana.

19 En cuanto las sirvientas se fueron, los dos jueces salieron corriendo a donde estaba Susana,

20 y le dijeron:

—Deseamos tener relaciones sexuales contigo. Ven, acuéstate con nosotros. Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve.

21 Si no aceptas, diremos que estabas teniendo relaciones con un joven, y que por eso mandaste fuera a tus sirvientas.

22 Susana se angustió mucho, y dijo:

—¡No tengo escapatoria! Si hago lo que ustedes me piden, el pueblo me condenará a muerte; y si no lo hago, ustedes me acusarán.

23 Pero antes que ofender a Dios, prefiero que ustedes me acusen.

24 Susana empezó a gritar con fuerzas, y también los dos jueces gritaron.

25 Uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Cuando la gente de la casa escuchó los gritos, entró por la puerta lateral del jardín para ver qué pasaba.

27 Entonces los jueces empezaron a contar su versión de lo sucedido, y todos los sirvientes de la casa se sintieron muy avergonzados, pues nunca se había dicho algo así de Susana.

Los jueces acusan a Susana

28 Al día siguiente, todo el pueblo se reunió en la casa de Joaquín, el esposo de Susana. También llegaron los dos jueces, con el deseo de que condenaran a Susana a muerte,

29 y ordenaron que la trajeran.

30 Ella llegó acompañada de todos sus familiares.

31-32 Como ella iba cubierta con un velo, los malvados jueces le ordenaron que se lo quitara, para poder disfrutar de su belleza, pues ella era muy delicada y hermosa.

33 Pero al verla, todos sus familiares y los que estaban allí se pusieron a llorar.

34 Los dos jueces se pusieron de pie, y en medio de toda la gente, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana.

35 Como ella confiaba en Dios, aunque estaba llorando, miraba hacia el cielo.

36 Entonces los dos jueces la acusaron de esta manera:

«Nosotros dos estábamos solos, paseando por el jardín, cuando vimos a esta mujer llegar con dos sirvientas. Les ordenó que cerraran las puertas del jardín y que se fueran.

37 Luego salió un joven, que estaba escondido, y ella tuvo relaciones sexuales con él.

38 »Nosotros estábamos en una orilla del jardín, y al ver lo que hacían, corrimos hacia donde estaban.

39 Los sorprendimos abrazados, pero no pudimos atrapar al joven porque era más fuerte que nosotros, y se pudo escapar.

40 Pero a esta sí la agarramos, y aunque le preguntamos quién era ese joven,

41 no quiso decirlo. Nosotros somos testigos de todo esto».

Y como ellos eran líderes del pueblo y además jueces, toda la gente les creyó, y condenaron a Susana a muerte.

Daniel salva a Susana

42 Entonces Susana gritó con todas sus fuerzas:

«¡Dios mío, tú vives para siempre;

tú conoces todos los secretos,

y sabes todo lo que va a suceder!

43 ¡Tú sabes que estos hombres

me han acusado con mentiras!

¡Ayúdame, pues voy a morir!

Estos malvados me acusan falsamente.

¡Yo soy inocente!»

44 Y Dios escuchó su oración.

45 Mientras la llevaban al lugar donde la iban a matar, Dios hizo que su espíritu santo actuara en un joven llamado Daniel,

46 el cual gritó con mucha fuerza:

—¡Yo no me hago responsable de la muerte de esta mujer!

47 Toda la gente se volteó a verlo, y le preguntaron:

—¿Qué quieres decir?

48 Entonces Daniel, se puso en medio de todos, y les dijo:

—¡Israelitas! ¿Están locos? ¿Cómo es posible que condenen a una mujer de nuestro pueblo sin investigar bien lo que pasó?

49 ¡Regresen a la sala del juicio, porque a esta mujer la han acusado falsamente!

50 Entonces todo el pueblo regresó al tribunal, y los otros jueces le dijeron a Daniel:

—Dios mismo te ha nombrado juez, así que ven, siéntate entre nosotros y dinos qué sucede.

51 Daniel les pidió que separaran a los dos jueces malvados, para hacerle una pregunta a uno sin que el otro escuchara la respuesta.

52 Y así lo hicieron. Entonces Daniel le preguntó a uno de ellos:

—Lo que tienes de viejo lo tienes de malvado, pero ahora vas a pagar todas tus maldades.

53 Dios ha ordenado que no se debe matar al justo ni al inocente, pero tú has condenado a muerte a mucha gente inocente.

54 »Ahora pues, ya que dices que tú viste pecar a Susana, dinos, ¿debajo de qué árbol estaban abrazados?

Y el juez malvado contestó:

—Debajo de un árbol de castañas.

55 Daniel le dijo:

—Por mentiroso vas a ser castigado; el ángel de Dios te partirá en dos.

56 Luego Daniel dio la orden de que se llevaran a ese juez y trajeran al otro. Al llegar le dijo:

—¡Tú ni siquiera eres judío, eres un cananeo! La belleza de las mujeres te tendió una trampa, y tus malos deseos te llenaron de malos pensamientos.

57 »Ustedes dos siempre han hecho lo mismo con las mujeres judías; las amenazan, y ellas, por miedo, han tenido relaciones sexuales con ustedes. Pero esta mujer judía no aceptó participar de su maldad.

58 »Ahora dime, ¿debajo de qué árbol encontraron abrazados a Susana y al joven?

—Debajo de un árbol de encina, —respondió el juez.

59 Y Daniel le dijo:

—Por mentiroso vas a ser castigado; el ángel de Dios dejará caer su espada encima de ti, y te partirá por la mitad. Así morirán ustedes dos.

60 Todos los presentes se pusieron a dar fuertes gritos, y bendijeron a Dios, pues él salva a quienes confían en él.

61 Y como Daniel había logrado que ambos jueces se condenaran a sí mismos por sus propias palabras, la gente se puso en contra de ellos, y les impusieron el mismo castigo que ellos habían preparado para Susana.

62 De acuerdo con la ley de Moisés, los condenaron a muerte.

Ese día, se salvó de la muerte a una mujer inocente.

63 Susana no había hecho nada vergonzoso, y todos sus parientes le dieron gracias a Dios.

64 A partir de ese día, Daniel fue muy respetado por todo el pueblo.

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Bel 14

Daniel y el dios Bel

1 Cuando murió el rey Astiages, fue sepultado junto a la tumba de sus antepasados. Ciro, rey de Persia, ocupó su lugar.

2 Daniel era una de las personas a quien el rey Ciro más apreciaba y en quien más confiaba.

3 Los babilonios adoraban a unídolollamado Bel, y todos los días le presentaban una ofrenda. Le llevaban seiscientos kilos de harina fina, cuarenta ovejas y ciento treinta litros de vino.

4 El rey iba todos los días a adorar a Bel; pero Daniel adoraba a su Dios.

5 Por eso, un día el rey le preguntó a Daniel:

—¿Por qué no adoras a Bel?

Daniel le respondió:

—Yo no adoro ídolos hechos por la gente. Yo solo adoro al Dios vivo, que ha hecho el cielo y la tierra, y es el dueño de toda la humanidad.

6 —¿Así que no crees que Bel sea un dios verdadero? —preguntó el rey—. ¿No has visto lo que come y bebe todos los días?

7 Entonces Daniel se empezó a reír, y le dijo al rey:

—Su Majestad, no se engañe a usted mismo. Ese ídolo está hecho de barro por dentro, y cubierto de bronce por fuera. ¡Nunca ha comido nada!

8 El rey se enojó tanto que mandó llamar a los sacerdotes de Bel y les advirtió:

—Si ustedes me convencen de que Bel se come las ofrendas que traemos, Daniel morirá por hablar mal contra nuestro dios. Pero si Bel no se las come, deben decirme quién lo hace. De lo contrario, morirán.

9 Daniel estuvo de acuerdo, y dijo:

—Muy bien; hagamos lo que el rey dice.

Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar a sus mujeres y a sus niños.

10 Entonces el rey y Daniel fueron al templo de Bel,

11 y allí los sacerdotes le dijeron al rey:

—Nosotros saldremos del templo. Su Majestad pondrá la comida y el vino delante de Bel, cerrará con llave la puerta, y luego pondrá en ella el sello de su anillo. Si mañana usted regresa y Bel no se ha comido nada, nosotros moriremos. Pero si se comió todo, Daniel morirá por habernos acusado con mentiras.

12 Los sacerdotes no estaban preocupados, pues debajo de la mesa donde se ponía la comida para Bel, habían hecho un túnel secreto, y por allí entraban a comerse la comida del ídolo.

13 En cuanto salieron los sacerdotes, el rey colocó la comida delante de Bel. Por su parte,

14 Daniel les ordenó a sus sirvientes que regaran ceniza en todo el piso del templo. Solo el rey se dio cuenta de eso. Luego, salieron, cerraron la puerta con llave y la sellaron con el anillo del rey, y se fueron.

15 Esa noche, como lo hacían siempre, llegaron los sacerdotes, con sus mujeres y sus hijos, y se comieron los alimentos.

16 Al día siguiente, el rey y Daniel se levantaron muy temprano y fueron al templo.

17 Entonces el rey le preguntó a Daniel:

—¿Alguien ha roto los sellos y entrado por la puerta?

—No Majestad, —respondió Daniel—. Nadie lo hizo.

18 En cuanto abrieron la puerta, el rey vio la mesa vacía, y gritó:

—¡Bel, qué grande eres! ¡Tú no engañas a nadie!

19 Daniel se empezó a reír y, sin dejar que el rey entrara, le dijo:

—¡Mire usted, Majestad! ¿De quién son esas huellas?

20 El rey respondió:

—Parecen huellas de hombres, mujeres y niños.

21 Entonces el rey se puso furioso, y ordenó que apresaran a los sacerdotes junto con sus familias. Ellos le enseñaron al rey el túnel secreto, por donde entraban para comer los alimentos presentados al ídolo.

22 El rey mandó que los mataran, y entregó el ídolo a Daniel, quien lo destruyó con todo y templo.

Daniel y el dragón

23 En Babilonia había un gran dragón al que adoraban todos los habitantes de la ciudad.

24 Entonces el rey le dijo a Daniel:

—No me vas a decir que este es un dios de bronce. Este sí está vivo, pues come y bebe. Así que debes adorarlo.

25 Pero Daniel le respondió:

—Yo solo adoro al Dios de Israel, porque es mi Dios y vive para siempre. Si Su Majestad me da permiso, yo mataré a ese dragón sin hacer uso de arma alguna.

26 El rey le dijo:

—Está bien; te doy permiso.

27 Entonces Daniel tomó un poco de brea, grasa y pelos, y los cocinó. Con eso hizo una masa y se la dio a comer al dragón. El dragón se la comió y reventó. Entonces Daniel dijo:

—¡Eso es lo que ustedes adoraban!

28 Cuando los babilonios se enteraron de lo que había pasado con el dragón, se enojaron muchísimo, se rebelaron contra el rey, y gritaron:

—¡El rey se hizo judío! ¡Hizo pedazos a nuestro dios Bel, mató al dragón y a los sacerdotes!

29 Luego fueron a donde estaba el rey y le ordenaron:

—¡Entréganos a Daniel! De lo contrario te mataremos a ti y a tu familia.

30 Cuando el rey vio que hablaban en serio, les entregó a Daniel.

31-39 La gente tomó a Daniel y lo echó a una cueva en donde había siete leones. Todos los días alimentaban a esos leones con dos personas y dos ovejas, pero ese día no les dieron de comer, para que devoraran a Daniel.

En ese mismo día, el profeta Habacuc, que vivía en Judea, estaba preparando comida. Él puso unos panes en una canasta para llevárselos a los hombres que estaban en el campo recogiendo la cosecha de trigo. Fue entonces cuando se le apareció un ángel de Dios y le ordenó:

—Llévale esa comida a Daniel, que está en Babilonia, en la cueva de los leones.

Pero Habacuc le respondió:

—Señor, si no conozco dónde está Babilonia, ¿cómo voy a encontrar esa cueva?

El ángel de Dios lo agarró de los cabellos, y se lo llevó a Babilonia, justo a donde estaba la cueva.

Entonces Habacuc gritó:

—¡Daniel, Daniel! Dios te envía esta comida; tómala.

Daniel respondió:

—¡Dios mío, te acordaste de mí y no me abandonaste, pues yo te amo!

Luego se levantó y comió. Mientras tanto, el ángel de Dios tomó al profeta y lo llevó de regreso a Judea.

Pasaron seis días,

40 y al séptimo día, el rey fue a la cueva a llorar por Daniel. Y cuando se acercó, vio que allí estaba Daniel sentado.

41 Entonces gritó:

—¡Qué grande eres, Dios de Daniel! ¡Tú eres el Dios verdadero!

42 El rey ordenó que sacaran a Daniel de la cueva, y echaran allí a los que querían matarlo. Los leones se los comieron de inmediato, en la misma presencia del rey.

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1 Macabeos

1 Macabeos 1

El imperio de Alejandro

1 Darío era el rey de los países de Media y de Persia. Fue en ese tiempo cuando Alejandro, el hijo de Filipo de Macedonia, salió de su país para pelear contra Darío y lo derrotó. Fue así como se convirtió en rey de Grecia.

2 Después de eso, Alejandro peleó contra muchas naciones vecinas, se apoderó de muchas ciudades rodeadas de murallas y mató a varios reyes de esa región.

3-4 Fue tan poderoso que logró extender su imperio hasta lugares muy lejanos. Obligó a todas las naciones derrotadas a que le pagaran impuestos, y pudo hacerlo porque tenía un ejército muy poderoso. Se quedó con grandes riquezas, gobernó a muchas naciones, y durante un tiempo no salió más a la guerra. Por todo lo que hizo, Alejandro se sentía muy importante y orgulloso.

5 Un día, Alejandro se enfermó gravemente y sintió que iba a morir.

6 Entonces reunió a los generales más importantes de su ejército, los que habían sido sus amigos desde joven, y les repartió su reino.

7 Alejandro murió después de haber reinado durante doce años.

8-9 Después, cada uno de esos generales reinó sobre la parte del imperio que Alejandro le había dado. Cuando ellos murieron, sus hijos reinaron en su lugar. Mientras todos esos reyes gobernaron, la gente sufrió mucho.

El reinado de Antíoco Epífanes

10 Los griegos habían establecido su reinado en Siria desde hacía ya ciento treinta y siete años. Pasado ese tiempo surgió de entre ellos un rey muy malo, llamado Antíoco Epífanes. Era hijo del rey Antíoco, y había estado preso en Roma.

11 En ese tiempo aparecieron también unos israelitas, los cuales querían que el pueblo desobedeciera la ley de Moisés. Estos israelitas traidores animaban a sus compatriotas para que se unieran a las naciones vecinas. Para convencerlos, decían que sus problemas comenzaron al separarse de esas naciones.

12-13 Los israelitas que querían unirse a las naciones vecinas fueron a hablar con el rey, para que les permitiera vivir y actuar según las costumbres de esos pueblos, que no creían en Dios. El rey les dio permiso de hacerlo.

14 Por eso, construyeron en Jerusalén un centro deportivo, donde además se enseñaban la lengua y la cultura griegas.

15 Los varones israelitas se hicieron operar para que no se les notara que estabancircuncidados. De esa manera, estos hombres rechazaron la alianza que Dios había hecho con el pueblo de Israel. Vivían y actuaban como los que no creen en Dios, y se dedicaban a hacer toda clase de maldades.

Antíoco conquista Egipto

16 Cuando Antíoco Epífanes vio que su reino estaba seguro, decidió conquistar Egipto para agrandar su imperio.

17 Para lograrlo, salió a invadir Egipto con su poderoso ejército, sus carros, elefantes y caballos, y muchos barcos.

18 Atacó a Tolomeo, rey de Egipto, y lo hizo huir. Con su ejército mató a muchas personas, y las dejó tiradas por el campo.

19 Entonces Antíoco conquistó las principales ciudades de Egipto y se apoderó de las riquezas del país.

Antíoco roba las riquezas del templo de Jerusalén

20 Después de vencer a Egipto, Antíoco marchó hacia Israel y lo atacó con su poderoso ejército. Esto sucedió en el año ciento cuarenta y tres.

Al llegar a Jerusalén,

21 se creía tan importante que entró al templo y se llevó el altar de oro, y también el candelabro con todos sus utensilios.

22-23 También se robó la mesa donde se ponían los panes dedicados a Dios, las copas, y todos los demás muebles y utensilios de oro que se usaban para el culto.

Se apoderó de las cortinas y de todo el oro que cubría la fachada del templo. También se robó el oro, la plata y los utensilios más valiosos. ¡Hasta encontró los tesoros que estaban escondidos, y se los llevó!

24 Después de matar a mucha gente y de hablar con orgullo de lo que había hecho, regresó a su tierra llevándose lo que se había robado.

Canto de tristeza por Israel

25 En todo el país de Israel

la gente sufría mucho.

26 Los gobernadores

y los jefes del pueblo

lloraban a gritos.

Las muchachas y los jóvenes

andaban muy tristes,

y las mujeres hermosas

se quitaron sus adornos.

27 Los recién casados

entonaban canciones tristes.

Las novias no salían de sus cuartos;

parecían estar de luto.

28 Los israelitas sufrían mucho

y se sentían muy humillados.

Jerusalén es atacada otra vez

29 Después de dos años, el rey Antíoco envió a uno de sus ministros a cobrar los impuestos a las ciudades de Judea. Ese ministro llegó a Jerusalén acompañado de un ejército muy grande.

30 Al entrar en Jerusalén, este ministro quiso ganarse la confianza de los que vivían en la ciudad; por eso les habló con mucha amabilidad. Pero, cuando los israelitas menos lo esperaban, ese ministro y su ejército atacaron la ciudad y mataron a muchos de sus habitantes.

31 Luego destruyeron las casas, derribaron y quemaron la muralla que rodeaba la ciudad, y se llevaron todas las riquezas que allí había.

32 Además, los soldados se robaron todo el ganado, y se llevaron presos a las mujeres y a los niños.

33 Después, los soldados del ejército enemigo reconstruyeron la ciudad de Jerusalén, y la convirtieron en una fortaleza griega; le pusieron una muralla alta alrededor y torres fuertes.

34-35 Allí guardaron todo lo que se habían robado de Jerusalén, y también las armas y los alimentos; como vigilantes pusieron a gente malvada de otro país, y a algunos israelitas traidores.

Otro canto de tristeza por Jerusalén

36 El ejército enemigo

fue un peligro para el templo

y una amenaza constante para Israel.

37 Le faltó el respeto al templo,

pues allí mató a gente inocente.

38 Por miedo al enemigo,

los habitantes de Jerusalén

huyeron espantados,

y se fueron de la ciudad

porque se llenó de extranjeros.

39 El templo quedó en ruinas

y en completo abandono.

Sus fiestas parecían funerales

y el culto del sábado daba pena.

La gran ciudad quedó humillada.

40 Su humillación fue tan grande

como una vez lo fue su grandeza.

¡Su alegría se convirtió en tristeza!

Antíoco impone su propia religión

41 El rey Antíoco envió un mensaje a todos los pueblos que estaban bajo su poder. En él se ordenaba que todos debían tener las mismas costumbres. Así ningún pueblo sería diferente de los demás.

42 Por eso, cada pueblo debía abandonar sus propias leyes y costumbres.

Las naciones que no creían en Dios aceptaron la decisión del rey.

43 Incluso algunos israelitas comenzaron a practicar la religión del rey, y dejaron de celebrar el día sábado, el cual debían dedicar al descanso y a la adoración a Dios. Además, ofrecían sacrificios a los dioses de otras naciones.

44 Para que los israelitas conocieran la decisión del rey, este envió mensajeros a Jerusalén y a las demás ciudades de Judea. En el mensaje el rey ordenaba que abandonaran sus costumbres y se comportaran como los que no creen en Dios.

45-46 También les prohibía que ofrecieran sacrificios y ofrendas en el templo de Jerusalén. Todo esto, para que los israelitas no respetaran lo que era sagrado para ellos: el sábado, sus fiestas religiosas y su templo.

47 El rey les ordenaba además que construyeran templos y capillas para los dioses de otras naciones. Les exigía que adoraran a esos dioses, y que les presentaran ofrendas de animalesimpuros, como el cerdo.

48 También les prohibía quecircuncidarana los niños. Con todo esto el rey pretendía que los israelitas imitaran todo lo malo y espantoso que hacía la gente que no creía en Dios.

49 Su propósito era hacer que los israelitas rechazaran la ley y los mandamientos de Dios.

50 Todo aquel que no obedeciera las órdenes del rey sería condenado a muerte.

51 Este mensaje fue enviado a todos los pueblos que pertenecían al imperio.

Además, el rey colocó inspectores en todas las ciudades de la región de Judea para asegurarse de que los israelitas obedecieran todas sus órdenes y adoraran a los dioses de las otras naciones.

52 Como se dijo antes, muchos israelitas traidores cumplieron las órdenes del rey.

53 Por eso, los que se mantuvieron fieles a Dios tuvieron que buscar dónde esconderse.

Antíoco persigue a los israelitas

54 El día quince del mes de Quislev, cuando los reyes griegos cumplieron ciento cuarenta y cinco años en el poder, el rey Antíoco construyó un altar en honor del dios Zeus. Mandó construirlo justo encima del altar de las ofrendas quemadas del templo de Jerusalén, y lo mismo hizo en las demás ciudades de Judea.

55 En honor a los dioses de otras naciones muchos israelitas traidores quemaban incienso en las puertas de las casas y en las calles.

56 Además, cuando los inspectores encontraban una copia de la ley de Dios la rompían y la quemaban.

57 Si un israelita era sorprendido con algún libro de la ley de Dios, o si este la obedecía, se le condenaba a muerte, pues así lo había ordenado el rey.

58 Los extranjeros que no creían en Dios, aprovechándose de su poder, perseguían constantemente a los israelitas.

59 El día veinticinco de cada mes se presentaban ofrendas en el altar dedicado al dios Zeus, que se había construido sobre el altar de las ofrendas quemadas en el templo de Jerusalén.

60-61 A las madres que hacíancircuncidara sus hijos, les colgaban sus hijos al cuello y las mataban. También mataban a sus familiares y a los que habían circuncidado a los niños.

62 A pesar de toda la persecución, hubo israelitas valientes que se negaron a comer alimentosimpuros.

63 Estos israelitas estaban dispuestos a morir, antes que comer esos alimentos y desobedecer la ley de Dios. Fueron muchos los que murieron.

64 Aquella fue una época de mucha desgracia para Israel.

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1 Macabeos

1 Macabeos 2

Canto de tristeza de Matatías

1 En aquellos días apareció un tal Matatías hijo de Juan y nieto de Simón. Era un sacerdote descendiente de Joiarib. Aunque había nacido en Jerusalén, vivía en Modín.

2 Matatías tenía cinco hijos:

Juan, de sobrenombre Gadí,

3 Simón, al que llamaban Tasí,

4 Judas, al que le decían Macabeo,

5 Eleazar, llamado Avarán,

y Jonatán, de sobrenombre Afús.

6 Cuando Matatías vio que en Judea y en Jerusalén se burlaban de todo lo que para los israelitas era sagrado,

7 dijo con dolor:

«¡Qué tristeza siento

al ver el sufrimiento de mi pueblo

que vive en Jerusalén,

la ciudad de Dios!

Los extranjeros se apoderaron

de la ciudad y del templo,

y no hay nada que yo pueda hacer.

8 »Le han faltado el respeto al templo.

9 Han robado los utensilios sagrados,

que eran su orgullo.

En las calles de la ciudad

asesinaron a los niños

y con la espada mataron a los jóvenes.

10 »Todas las naciones

se burlaron de mi país

y le robaron sus riquezas.

11 A Jerusalén le quitaron su belleza,

y sus habitantes perdieron la libertad.

12 »¡Miren cómo arruinaron

nuestro hermoso templo!

¡Lo han tratado con desprecio!

Era nuestro orgullo,

y ahora está en ruinas.

13 ¡No soporto verlo así!»

14 Matatías y sus hijos rompieron sus ropas en señal de tristeza, se pusieron ropas ásperas y lloraron desconsolados.

Matatías se enoja

15 Cierta vez llegaron al pueblo de Modín los representantes del rey Antíoco. Ellos traían la orden de obligar al pueblo de Israel a adorar a dioses de otras naciones, para que así abandonaran su religión.

16 Muchos israelitas obedecieron la orden del rey, pero Matatías y sus hijos no lo hicieron.

17 Entonces los representantes del rey le dijeron a Matatías:

—Tú eres una persona muy importante, toda la gente del pueblo te respeta, y tus hijos y familiares te apoyan en todo lo que haces.

18 Tú debes ser el primero en obedecer las órdenes del rey. Es lo que se ha hecho en todas las naciones, en Judea y en Jerusalén. Si tú y tus hijos lo hacen, serán considerados amigos del rey, y recibirán oro, plata y muchos otros regalos.

19 Pero Matatías les gritó:

—Aunque todas las naciones que viven bajo este imperio de Antíoco, lo obedezcan y dejen de adorar a sus dioses,

20 yo, mis hijos y todos mis familiares seremos fieles al pacto que Dios hizo con nuestros antepasados.

21 ¡Que Dios nos ayude a seguir obedeciendo su ley!

22 Por eso, no obedeceremos al rey, ni dejaremos de adorar a nuestro Dios.

23 Apenas Matatías dejó de hablar, un judío se acercó al altar para presentar delante de todos una ofrenda a un dios falso, tal como lo había ordenado el rey.

24 Al ver esto, Matatías se enojó hasta temblar de rabia. Y lleno de enojo, corrió y mató a aquel hombre sobre el mismo altar.

25 También mató al representante del rey que obligaba a la gente a presentar ofrendas a otros dioses, y luego destruyó el altar.

26 A Matatías le pasó lo mismo que a Finees, el que mató a Zimrí hijo de Salú, porque Dios era lo más importante en su vida.

27 Luego, Matatías recorrió todo el pueblo gritando: «¡Los que quieran ser fieles al pacto de Dios, síganme! No permitamos que se burlen de la ley de nuestro Dios».

28 Y dejando todo lo que tenía, Matatías y sus hijos se fueron a esconder en las montañas.

29-30 En ese tiempo la situación se había vuelto más difícil para los israelitas. Por eso, muchos hombres que querían obedecer la ley de Dios, tomaron a sus mujeres, hijos y ganados, y fueron a esconderse en el desierto.

Muerte de los rebeldes israelitas

31 Los representantes del rey vieron lo que estaba pasando. Por eso enviaron a los soldados que estaban de guardia en Jerusalén,

32 para que persiguieran a los que habían huido. Cuando los alcanzaron, los rodearon y se prepararon para atacarlos. Esto sucedió un día sábado.

33 Pero antes de atacarlos, les dijeron:

—¡Si se rinden y obedecen las órdenes del rey, los dejaremos con vida!

34 —¡La ley nos ordena descansar el sábado, y no vamos a desobedecer la ley! —contestaron ellos—. ¡De aquí no nos moveremos, ni obedeceremos las órdenes del rey!

35 Entonces los soldados comenzaron a atacarlos.

36 Pero los israelitas ni se defendieron ni se escondieron en las cuevas. ¡Ni siquiera les arrojaron una sola piedra!

37 Tan solo dijeron:

—¡El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos asesinan sin razón! ¡Nosotros moriremos tranquilos!

38 Ese sábado, los soldados mataron a hombres, a mujeres y a niños. Eran como mil personas. También mataron a los animales que estaban allí.

39 Cuando Matatías y sus hijos recibieron las terribles noticias, lloraron mucho,

40 y después comentaron: «Si hacemos lo mismo que hicieron nuestros hermanos, y no luchamos por la ley de Dios ni nos defendemos de los enemigos de Dios, nos van a matar a todos».

41 Ese mismo día tomaron esta decisión: «Si nuestros enemigos nos atacan en sábado, nos defenderemos y pelearemos. No dejaremos que nos maten, como mataron a nuestros hermanos en las cuevas».

42-43 Entonces se les unió un grupo de israelitas valientes, a quienes se les conocía como «los fieles», pues eran obedientes a la ley de Dios. También se unieron a Matatías y a sus hijos todos los que querían escapar de aquella terrible situación.

44 Así formaron un ejército y empezaron a atacar a sus enemigos y a los israelitas que habían dejado de adorar a Dios. Pero muchos de esos israelitas traidores lograron escapar, y se fueron a vivir a otros países.

45 Matatías y sus seguidores recorrieron todo el país. Derribaron los altares de los otros dioses,

46 y obligaron acircuncidara todos los niños que no lo estaban.

47 Además, persiguieron a sus orgullosos enemigos, y les fue bien en todo lo que hicieron.

48 Fue así como defendieron la ley de Dios ante el poder de los enemigos y sus reyes, y no se rindieron ante el enemigo.

Muerte de Matatías

49 A la hora de su muerte, Matatías les dijo a sus hijos:

«Los que ahora tienen el poder

son gente orgullosa y violenta.

Por culpa de ellos

sufrimos mucha violencia.

50 »Ustedes, hijos míos,

defiendan con valentía

la ley de nuestro Dios.

Él hizo una alianza

con nuestros antepasados;

no tengan miedo de defenderla

ni de morir por ella.

51 Recuerden lo que antes hicieron

nuestros antepasados,

y serán famosos para siempre.

52 »No olviden que Abraham

se mantuvo fiel a Dios

hasta en los momentos más difíciles;

por eso Dios lo llamó su amigo.

53 »José obedeció a Dios

en medio del sufrimiento;

por eso llegó a gobernar Egipto.

54 »Finees, nuestro antepasado,

se comprometió a servir solo a Dios;

por eso Dios le prometió

que sus descendientes

serían sacerdotes para siempre.

55 »Josué obedeció las órdenes de Dios;

por eso llegó a ser jefe de Israel.

56 Caleb dijo siempre la verdad;

por eso recibió su parte

de la tierra prometida.

57 »David fue un hombre compasivo;

por eso Dios le prometió

que sus descendientes

reinarían para siempre.

58 Elías defendió con valentía

las enseñanzas de Dios;

por eso Dios se lo llevó al cielo.

59 »Ananías, Azarías y Misael

confiaron siempre en Dios;

por eso Dios los salvó del fuego.

60 Daniel fue un hombre

que practicó la justicia;

por eso Dios lo libró de los leones.

61 »Si ustedes repasan nuestra historia,

verán que nunca les faltan fuerzas

a los que confían en Dios.

62 »Por eso, no les tengan miedo

a las amenazas de ese rey pecador,

porque toda su grandeza

se convertirá en basura,

en comida para los gusanos.

63 Hoy ese rey se cree importante,

pero mañana dejará de existir.

Morirá y se volverá polvo,

y sus planes morirán con él.

64 »¡Sean valientes, hijos míos,

y obedezcan siempre la ley de Dios;

por ella lograrán grandes cosas!

65 »Obedezcan a Simón,

el hermano de ustedes;

él será el nuevo jefe

porque es un hombre inteligente.

66 Por su parte, Judas Macabeo,

su otro hermano,

será el jefe del ejército

y peleará contra el enemigo,

porque desde niño ha sido valiente.

67 Reúnan a todos

los que son fieles a la ley de Dios,

y defiendan a su pueblo.

68 Obedezcan siempre la ley de Dios,

y con los pueblos que no creen en él

hagan lo que ellos hicieron con ustedes».

69-70 Matatías murió en el año ciento cuarenta y seis, después de bendecir a sus hijos. Lo sepultaron en el pueblo de Modín, donde estaban enterrados sus antepasados. Todos los israelitas lloraron su muerte.

Judas Macabeo libera a su pueblo

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1 Macabeos 3

1 Después de la muerte de Matatías, quedó como jefe su hijo Judas Macabeo.

2 Sus hermanos y todos los que habían apoyado a su padre se pusieron bajo sus órdenes. Todos decidieron seguir luchando por el pueblo de Israel.

3 «Judas hizo famoso a su pueblo.

Como todo buen guerrero,

se puso la armadura de hierro

y se preparó para la batalla.

¡Con valentía dirigió a su ejército!

4 »Cuando atacaba a sus enemigos

era como un león tras la presa;

5 los perseguía hasta el último rincón,

y quemaba a los enemigos

del pueblo de Israel.

6 »Judas Macabeo

dio libertad a su pueblo,

y llenó de miedo y confusión

a los judíos traidores

que hicieron pecar a los demás.

7 »Muchos reyes temblaron ante él,

pero su pueblo se alegró con sus victorias.

Por todo lo que hizo

será recordado para siempre.

8 »Para evitar que Dios castigara a Israel,

Judas recorrió las ciudades de Judea

y mató a los que no adoraban a Dios.

9 »Judas llegó a ser muy famoso

en toda la tierra,

porque pudo reunir a un pueblo

que estaba a punto de ser destruido».

Judas vence a Apolonio

10 Un hombre llamado Apolonio reunió un gran ejército formado por soldados de Samaria y de otras naciones, para pelear contra Israel.

11 Cuando Judas se enteró, fue a pelear contra Apolonio, lo venció y lo mató. Muchos soldados enemigos murieron en esa batalla, pero algunos lograron escapar.

12 Los israelitas se apoderaban de las armas y demás utensilios que habían dejado los enemigos. Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces esa fue su arma preferida.

Judas vence a Serón

13 El jefe del ejército de Siria, llamado Serón, supo que Judas tenía un ejército de judíos fieles, listos para pelear.

14 Entonces pensó: «Esta es la oportunidad de mi vida para hacerme famoso y ser el hombre más importante del reino. Voy a pelear contra Judas y su ejército, porque se han puesto en contra de mi rey».

15 Muchos israelitas traidores se unieron a Serón, pues querían vengarse de Judas y su ejército.

16 Cuando Serón llegó a la cuesta de Bet-horón, Judas salió a pelear contra él con muy pocos soldados.

17 Pero cuando estos vieron que el ejército de Serón era muy grande, le dijeron a Judas:

—Nosotros somos muy pocos. ¿Cómo podremos pelear contra un ejército tan fuerte y tan grande? Para colmo, estamos sin fuerzas, pues no hemos comido nada desde ayer.

18 Judas les respondió:

—Dios puede hacer que un ejército pequeño derrote a un gran ejército. Para derrotar a los enemigos, a Dios le da lo mismo usar un ejército grande o uno pequeño.

19 Lo importante no es tener muchos soldados, sino contar con la ayuda poderosa de Dios.

20 Nuestros enemigos son tan crueles y orgullosos que por eso pelean contra nosotros. Vienen decididos a matarnos y a robar todo lo que tenemos. Quieren matar también a nuestras mujeres y a nuestros hijos.

21 Pero nosotros peleamos por salvar nuestras vidas y por defender las leyes que Dios nos dio.

22 Así que no tengan miedo, pues pronto verán cómo Dios destruirá a nuestros enemigos.

23 Apenas terminó de decir estas palabras, Judas se lanzó al ataque, y derrotó a Serón y a su ejército.

24 Los israelitas los persiguieron por toda la cuesta de Bet-horón hasta llegar al valle. Ese día mataron a ochocientos soldados enemigos, y los que huyeron fueron a refugiarse en el país de los filisteos.

25 A causa de esta victoria, todos los habitantes de las naciones vecinas sintieron mucho miedo de Judas y de sus hermanos.

26 Judas se hizo muy famoso, pues en las otras naciones no se hablaba de otra cosa más que de sus victorias. ¡Hasta el rey Antíoco se enteró de sus triunfos!

El rey Antíoco declara la guerra

27 El rey Antíoco se enojó muchísimo por los triunfos de Judas Macabeo. Como Antíoco tenía un ejército muy grande y poderoso, ordenó que se reunieran todas las fuerzas militares de su imperio.

28 Sacó de sus tesoros el dinero para pagarles a los soldados el salario de todo un año, y les ordenó que estuvieran listos para salir a pelear en cualquier momento.

29 Pero entonces vio que ya no le quedaba más dinero, y que habían disminuido los impuestos que le pagaban las provincias. Esto había sucedido a causa de las peleas y miseria que el mismo rey había provocado, pues había obligado a la gente a abandonar sus costumbres y leyes antiguas.

30 Antíoco acostumbraba gastar mucho y dar regalos costosos; por eso le dio miedo quedarse sin dinero, como ya le había pasado antes.

31 Para resolver este problema, decidió ir a Persia a cobrar los impuestos de esos lugares, y reunir una gran cantidad de dinero.

32 Antes de partir, el rey dejó a un hombre de la familia real a cargo de todos los asuntos del reino, el cual se extendía desde el río Éufrates hasta Egipto. Ese hombre se llamaba Lisias, y era muy importante.

33 El rey le pidió que cuidara a su hijo, que también se llamaba Antíoco,

34-35 y le dejó la mitad de su ejército y los elefantes. Además, le dio instrucciones sobre todo lo que debía hacer, especialmente con Judea y Jerusalén. Le ordenó que enviara un ejército a Jerusalén, para matar a todos los israelitas rebeldes y acabar con lo que aún quedara de la ciudad. La orden era matarlos a todos, de modo que no quedara ni siquiera su recuerdo.

36 Una vez logrado esto, debía poblar con extranjeros la tierra de Israel.

37 Cuando los griegos cumplieron ciento cuarenta y siete años de gobernar desde Siria, el rey Antíoco tomó la otra mitad del ejército y salió de la ciudad de Antioquía, que era la capital de su imperio. Cruzó el río Éufrates y recorrió los países del norte.

La invasión de Judea

38 Para cumplir la orden del rey, Lisias escogió a Tolomeo hijo de Dorimeno, y también a Nicanor y a Gorgias. Estos eran hombres muy importantes, pues formaban parte del grupo de los amigos del rey.

39 Con ellos, Lisias mandó un ejército de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil de caballería. Les ordenó que fueran a la provincia de Judea y la destruyeran.

40 Y ellos fueron con el ejército hasta la llanura que está cerca del pueblo de Emaús, y acamparon allí.

41 A este ejército se le unieron tropas sirias y filisteas. Además, cuando los traficantes de esclavos de aquella región se enteraron de la llegada de ese ejército, tomaron cadenas y mucho dinero, y fueron al campamento para comprar como esclavos a los posibles prisioneros israelitas.

42 Judas y sus hermanos se dieron cuenta del peligro en que se encontraban, pues ya el ejército enemigo había colocado su campamento dentro del país. También supieron que el rey había mandado destruir por completo a la nación.

43 A pesar de todo, se animaron unos a otros con estas palabras: «¡Vamos a luchar por nuestro país y por el templo! ¡Libremos a nuestro pueblo de sus sufrimientos!»

44 Entonces todo el pueblo se preparó para salir a pelear, y le pidieron a Dios que tuviera misericordia y compasión de ellos, y decían:

45 «No hay gente en Jerusalén,

la ciudad parece un desierto;

nadie entra ni sale por sus portones.

Le han faltado el respeto al templo;

solo extranjeros viven en la ciudad.

Ahora Jerusalén está habitada

por gente que no cree en Dios.

Israel ha perdido su alegría

y ya no hay música en sus calles».

Judas pide ayuda a Dios

46 Los israelitas se reunieron para orar en el pueblo de Mispá, que está cerca de la ciudad de Jerusalén. Mucho tiempo antes, Mispá había sido un lugar de oración para los israelitas.

47 Ese día no comieron nada, y para mostrar su tristeza rompieron sus ropas, se echaron ceniza sobre la cabeza y se pusieron ropas ásperas.

48 Los de otras naciones acostumbran pedir a sus ídolos que los guíen, pero los israelitas leyeron el libro de la ley, para que Dios les enseñara lo que debían hacer.

49 También trajeron la ropa de los sacerdotes, los primeros frutos de la cosecha y la décima parte de sus ganancias, y llamaron a los nazireos que ya habían cumplido los días de suconsagracióna Dios.

50 Luego dijeron a Dios en oración:

«Dios nuestro,

¿qué vamos a hacer con esta gente?

¿A dónde los llevaremos

para que presenten sus ofrendas?

51 ¡Tus enemigos no han respetado tu templo,

y hasta lo han pisoteado!

¡Tus sacerdotes están tristes

y han sido humillados!

52 ¡Tú sabes que nuestros enemigos

quieren quitarnos la vida!

53 ¡Sin tu ayuda no podremos enfrentarlos!»

54 Al terminar esta oración, tocaron las trompetas y todos gritaron con mucha fuerza.

55 Después, Judas Macabeo eligió de entre el pueblo a los que serían jefes del ejército.

56 Y cumpliendo lo que manda la ley de Dios, envió de regreso a sus hogares a los que estaban construyendo sus casas, a los recién casados y a los que estaban sembrando sus campos. También mandó de vuelta a los que tenían miedo de combatir.

57 Luego, Judas y su ejército comenzaron a marchar y acamparon al sur de Emaús.

58 Allí, Judas animó a sus soldados con estas palabras:

«¡Sean valientes, no se asusten y prepárense para pelear! Los enemigos de Dios quieren destruir nuestro santuario y matarnos a todos, pero mañana muy temprano saldremos a luchar contra ellos.

59 Es mejor morir en batalla que ver el sufrimiento de nuestro pueblo y la destrucción de nuestro templo.

60 ¡Que Dios haga con nosotros lo que mejor le parezca!»