Sabiduría 12

1-2 Dios nuestro,

tu soplo mantiene la vida,

y está presente en todos los seres vivos.

Por eso vas corrigiendo a los que pecan

hasta hacerlos reconocer sus pecados,

para que se aparten del mal y crean en ti.

Castigo con compasión

3 A los antiguos habitantes

del país que elegiste para tu pueblo,

4 los castigaste por practicar la magia,

por sus maldades y por sus crímenes.

5 Esa gente mataba a sus niños

en honor de sus dioses,

comía carne humana y bebía su sangre.

Además, tenían otras costumbres horribles.

6 Dios nuestro,

tú decidiste que nuestros antepasados

destruyeran a esos malvados padres

que mataban a sus niños indefensos.

7 Todo esto lo hiciste

para que este país,

que es tu preferido,

fuera habitado por tus hijos.

8 Dios nuestro,

tú fuiste bondadoso con los cananeos,

los que antes habitaron la tierra prometida;

bien sabías que eran simples seres humanos.

Antes de enviar a tu ejército,

dejaste que los atacaran avispas;

así los castigaste poco a poco.

9 Dios de Israel,

tú habrías podido derrotar

a esos pueblos malvados

en una sola batalla

del ejército de Israel,

tu pueblo bueno.

También pudiste haberlos destruido

con terribles animales,

o con una sola palabra tuya.

10 Pero los castigaste poco a poco,

para ver si se arrepentían.

Tú, Dios nuestro,

bien sabías que eran muy malos

y que no cambiarían de manera de pensar.

11 Ellos no podían cambiar,

pues eran malvados desde un principio.

Si no los castigaste por sus pecados,

no fue porque les tuvieras miedo.

12 En realidad, nadie puede regañarte

por nada de lo que tú haces.

Nadie puede condenarte

por destruir a las naciones

que tú mismo creaste.

Nadie puede enfrentarse a ti

para defender al culpable.

13 Dios nuestro,

aparte de ti no hay otro dios

que cuide de todos los pueblos.

A ningún dios tienes que probarle

que has hecho lo correcto.

14 Tampoco hay rey o gobernante

que pueda ponerse en tu contra

y defender a los que has castigado.

Dios es justo

15 Dios nuestro,

tú eres justo:

tú gobiernas el mundo con justicia

y jamás castigas a una persona inocente.

16 Siempre actúas con justicia,

porque tienes el poder para hacerlo,

y tienes compasión de todos

porque toda la creación te pertenece.

17 Si alguien duda de tu poder,

le haces ver lo poderoso que eres.

Tú confundes a los orgullosos,

que saben de tu poder

pero no te tienen miedo.

18 Tú nos juzgas con bondad

y nos gobiernas con gran amor;

porque sabes usar tu poder,

y lo aplicas cuando quieres.

Dios enseña a su pueblo a ser compasivo

19 Al actuar de esa manera,

enseñaste a tu pueblo

a ser bondadoso con todos;

y llenaste de esperanza a tu pueblo

al darles la oportunidad

de arrepentirse de sus pecados.

20 A los cananeos,

enemigos de tu pueblo Israel,

los castigaste, pero con mucho amor,

y les diste la oportunidad de arrepentirse.

21 Por eso, cuando castigaste a Israel,

lo hiciste con mayor bondad.

Así lo hiciste,

por la alianza que firmaste

con sus antepasados,

y por las grandes promesas a su favor.

22 A nuestros enemigos

no les envías castigos tan duros.

Así nos enseñas a ser bondadosos

con aquellos a quienes tenemos que juzgar.

Quieres que seamos misericordiosos

como tú lo eres con nosotros.

El castigo severo después de la corrección

23-24 Por eso, a los egipcios,

que vivieron haciendo el mal,

tú los castigaste

con los mismos animales

horribles y repugnantes

que ellos adoraban.

Tan grande fue su error

que se dejaron engañar

como niños sin inteligencia.

25 Como se comportaban

igual que los niños pequeñitos,

primero les diste un castigo muy suave;

¡parecía más juego que castigo!

26 Con ese castigo,

los egipcios no se corrigieron.

Así que les diste

el castigo que se merecían.

27 Y al verse castigados

con los mismos animales

que adoraban como dioses,

te reconocieron como el Dios verdadero,

como el Dios que no querían adorar.

¡Fue así como recibieron

el castigo que se merecían!

Sabiduría 13

Contra la idolatría

1 ¡Qué tontos son aquellos

que no toman en cuenta a Dios!

Son tan tontos que no ven

todo lo que Dios ha hecho,

ni lo reconocen como el Dios creador.

2 En cambio, reconocieron como dioses

al fuego, al viento y a la suave brisa;

a los mares, a los ríos

y a las estrellas del cielo.

3 Tan bellas les parecieron esas cosas

que las consideraron dioses.

Debieron haber sabido

que más bello y hermoso

es nuestro Dios,

quien hizo todo lo que ellos adoran.

¡Dios es el creador

de todo lo que es bello y hermoso!

4 Si la energía y el poder de todo eso

les causó tanta admiración,

debieron darse cuenta

que mucho más poderoso

es el Dios de Israel quien los creó.

5 Cuando vemos la grandeza

y la belleza de todo lo creado,

tenemos que reconocer

el poder de nuestro Creador.

6 Sin embargo,

no hay que ser tan severos

al juzgar a esas personas;

quizás se perdieron

tratando de encontrar al Dios verdadero.

7 Al ver lo que Dios hizo,

lo encontraron tan hermoso

que esa belleza los engañó;

por eso adoraron todo aquello.

8 Sin embargo, no son inocentes,

9 porque si fueron capaces

de investigar el universo

y de aprender tanto de él,

¿cómo es que no descubrieron

al Creador de todo lo que existe?

El carpintero que fabrica un ídolo

10 ¡Qué lástima me dan

los que consideran dioses

a objetos que hicieron ellos mismos!

¡Qué lástima me dan

los que tienen por dioses

a objetos de plata y oro,

a figuras de animales

y a piedras talladas

que no tienen nada de valor!

11 Pongamos como ejemplo al carpintero:

Corta un árbol, le quita la corteza,

trabaja con cuidado la madera

y fabrica una mesa

que presta buen servicio.

12 Si le sobra madera,

la usa como leña para cocinar.

13 Y si le sobra un palo torcido

que está tan lleno de nudos

que no sirve para nada,

en sus ratos libres

se dedica a darle forma,

hasta que hace la figura de un hombre

14 o de un animal asqueroso.

Después rellena los huequitos con masilla

y pinta esa figura de rojo.

15 Luego prepara un lugar en la pared

y allí coloca la figura.

16 El carpintero sabe muy bien

que necesita tener mucho cuidado

para que ese ídolo no se caiga,

pues no puede sostenerse solo

y necesita la ayuda de alguien.

17 Sin embargo,

ese mismo carpintero

no siente la menor vergüenza

de hablarle al ídolo,

y de pedirle por su esposa,

por sus hijos y por su casa.

Es tan tonto

que cuando está enfermo,

le pide ayuda a una figura sin vida.

18 Le pide a un palo muerto

que le conserve la vida.

Le pide protección

a quien tiene que ser protegido,

y espera que un pedazo de madera,

que necesita ser transportado,

sea quien lo acompañe en un viaje.

19 ¡A un ídolo de madera,

que no puede usar las manos,

le pide ayuda en sus negocios y trabajos!

Sabiduría 14

El marinero que navega por el mar

1 Los marineros se preparan

para cruzar el mar enfurecido,

y antes de hacerlo,

le piden protección

a un trozo de madera

que es más frágil y pequeño

que el barco en el que viajan.

2 Ese barco lo hizo un artesano

que por su habilidad

estaba seguro de ganar buen dinero.

3 Pero eres tú,

Dios y Padre nuestro,

el que guías ese barco;

¡eres tú quien le marca el rumbo

sobre las olas del mar!

4 Así demuestras

que tú eres el único que salva del peligro.

Para guiar un barco

no hace falta mucha experiencia,

pues eres tú quien lo guía.

5 En todo has puesto

las huellas de tu sabiduría:

por eso la gente se atreve a viajar

en un frágil barco de madera

y cruza el mar sana y salva.

6 Así sucedió en tiempos de Noé,

cuando el diluvio mató a los gigantes.

La gente buena,

que era la esperanza del mundo,

se salvó en una frágil barca.

Con los que se salvaron

comenzó una nueva humanidad.

7 ¡Alabado sea Dios

por la madera que se usa para el bien!

8 Pero maldito sea el ídolo

hecho por manos humanas.

Que les vaya mal

al ídolo y a quien lo hizo:

al ídolo por ser adorado como un dios,

a pesar de que se pudre,

y al hombre por haberlo fabricado.

9 Dios odia el mal

y también al que lo hace.

10 Por eso Dios castigará

al malvado y a sus obras de maldad.

11 Dios destruirá los ídolos

de los pueblos que no lo conocen.

En esas naciones,

la gente adora las cosas que Dios creó;

por eso Dios los desprecia.

Esa gente aleja a otros de Dios

y desvía a los tontos del buen camino.

Origen de la adoración a los ídolos

12 La fabricación de ídolos

hizo que la gente

dejara de adorar a Dios.

Por eso Dios los castigó

matándolos con el diluvio.

13 Los ídolos no tienen vida,

y nunca la tendrán.

14 Como son obra de hombres y mujeres,

pronto Dios los hará desaparecer.

15 Pongamos otro ejemplo:

Un padre,

afligido por la muerte de su joven hijo,

manda a hacer una imagen del hijo muerto.

Después adora a esa imagen

y pide a la familia que también la adore.

De esta manera,

lo que antes era un cadáver,

se convierte en un dios.

16 Después de mucho tiempo,

esa mala costumbre se hace ley,

y todos tienen que cumplirla.

17 Las estatuas de los gobernantes

también son adoradas,

porque ellos mismos hacen

que la gente las adore.

Además, los que viven lejos

hacen una imagen parecida al rey

porque no pueden adorarlo personalmente.

De esa manera adoran a la imagen

como si el rey estuviera presente.

18 El artista,

movido por su ambición,

hace que los que no conocen al rey,

también lo adoren.

19 Por su deseo de agradar al rey,

el artista se esmera en hacerle una imagen

más hermosa de lo que el rey es.

20 Así la gente termina por considerar dioses

a los que antes solo tenía por hombres.

21 Esto se convirtió en trampa para muchos,

porque les dieron a la madera y a la piedra

la adoración que solo merece el Dios verdadero.

22 No contentos con su error

de adorar a dioses falsos,

su ignorancia los lleva

a participar en violentas guerras

en nombre de la paz.

23 Además,

ofrecen en sacrificio a los niños,

y practican cultos extraños

con mucho sexo y borrachera.

24 La vida tiene poco precio

y no se respeta el matrimonio;

se matan a traición unos a otros,

y son infieles a sus esposas.

25 Todo es confusión, muerte y asesinato,

infidelidad, engaño y mentira.

26 Nadie sabe qué es bueno y qué es malo;

nadie agradece los favores,

ni se preocupan por los demás.

Son inmorales y perversos sexuales,

y así destruyen sus propias familias.

27 El culto a esos ídolos horribles

es el origen, la causa y el fin de todo mal.

28 Los que adoran a los ídolos

celebran fiestas alocadas,

anuncian noticias falsas,

practican la injusticia

y hacen juramentos falsos.

29 Como confían en ídolos muertos,

piensan que jurar en falso

no les traerá ningún mal.

30 Pero serán condenados,

por no reconocer al Dios verdadero,

y por despreciar lo más sagrado

con sus falsos juramentos.

31 Los ídolos no castigan;

¡no tienen poder para hacerlo!

Pero Dios no dejará sin castigo

a los que practican la maldad.

Sabiduría 15

Los israelitas no adoran a dioses falsos

1 Dios nuestro,

tú eres bueno y fiel,

no te enojas fácilmente

y gobiernas todo con bondad.

2 Aunque pequemos, somos tuyos;

reconocemos que eres poderoso.

Tú eres nuestro dueño,

por eso no queremos pecar contra ti.

3 Obtenemos la salvación completa

cuando llegamos a conocerte.

El principio de la vida eterna

consiste en reconocer tu poder.

4 A nosotros no nos engañan

esos ídolos inventados

por artistas chambones

que los pintan de todos colores.

5 Solo los tontos se sienten atraídos

por esos ídolos sin vida.

6 Tanto los que hacen esos ídolos,

como los que los adoran,

son gente que ama la maldad.

¡Por eso, solo merecen la desgracia!

El ejemplo del alfarero

7 El alfarero amasa el barro

para hacer las vasijas que usamos.

Con el mismo barro puede hacer

vasijas para usarlas

en algo bueno o en algo malo.

El mismo alfarero decide

cómo usar cada una de sus vasijas.

8 Ese alfarero pierde tiempo y esfuerzo,

haciendo ídolos con el polvo de la tierra.

No se da cuenta que poco antes

él mismo fue formado de ese polvo

y que muy pronto, cuando se le acabe la vida,

volverá a ser polvo de la tierra.

9 En vez de pensar que su vida es corta

y que tiene que morir,

compite con los que trabajan

el oro, la plata y el bronce.

Su gran meta y orgullo en la vida

consiste en fabricar ídolos.

10 Su corazón es como la ceniza,

su esperanza es más sucia que la tierra

y su vida vale menos que el barro.

11 No conoce al Dios que lo creó

y le dio el aliento de vida.

12 Ese alfarero piensa que la vida es un juego

y un negocio para conseguir dinero.

Por eso dice:

«Hay que valerse hasta del mal

para conseguir mucho dinero».

13 Ese hombre, con el mismo barro,

fabrica ídolos y vasijas que se rompen,

aunque bien sabe que hace lo malo.

El error de los egipcios

14 Pero los menos inteligentes de todos

fueron los que esclavizaron a tu pueblo,

15 porque adoraron como dioses

a todos los ídolos de las otras naciones.

Esos ídolos tienen ojos, pero no ven,

tienen nariz, pero no respiran;

tienen oídos, pero no oyen,

tienen dedos, pero no pueden tocar,

y tienen pies, pero no pueden caminar.

16 Son ídolos hechos por mortales

que tienen la vida prestada.

Ningún ser humano es capaz

de hacer un dios igual a él mismo.

17 Los fabricantes de ídolos son seres mortales,

y por eso sus imágenes son cosas muertas.

El que adora ídolos

vale más que los objetos que adora,

porque él tiene vida,

y los ídolos son cosas muertas.

18-19 Además, los egipcios adoran

a los animales más feos y estúpidos,

a los cuales Dios maldijo

como lo hizo con la serpiente en el Edén.

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Sabiduría 16

El trato de Dios a su pueblo y a Egipto

Las codornices

1 Dios nuestro,

tú usaste a esos animales

y a gran cantidad de insectos

para darles a los egipcios

el castigo que se merecían.

2 En cambio a tu pueblo Israel,

en vez de castigarlo,

lo trataste con bondad.

Para calmar su hambre,

les diste a comer codornices,

aves que ellos no conocían.

3 Los egipcios,

aunque tenían hambre,

perdieron las ganas de comer,

por el asco que sentían

al ver esos horribles animales

que enviaste contra ellos.

Tu pueblo, en cambio,

después de sufrir hambre,

pudo darse el gusto de comer

la comida más deliciosa.

4 Los egipcios merecían sufrir mucha hambre

porque esclavizaron a tu pueblo;

así tu pueblo pudo ver

cómo hiciste sufrir a sus enemigos.

Las langostas y la serpiente de bronce

5 Dios nuestro,

tu pueblo sufrió

el ataque de fieras terribles.

Muchos murieron por la mordedura

de serpientes venenosas.

Sin embargo,

tu enojo duró muy poco.

6 Tú asustaste un poco a tu pueblo,

para que aprendiera la lección,

pero luego le diste una señal

para que se salvara

y recordara tus enseñanzas.

7 La señal era una serpiente de bronce,

y los que la miraron quedaron sanos.

Pero no se sanaron por mirar a la serpiente,

sino porque tú mismo los curabas,

pues eres el salvador de todos.

8 Así les mostraste a nuestros enemigos

que solo tú libras de todo mal.

9 Ellos murieron

picados por saltamontes y mosquitos,

y no hubo remedio que pudiera curarlos,

porque se merecían la muerte.

10 Tus hijos no fueron vencidos

por las serpientes venenosas,

porque tu bondad los protegió y los salvó.

11 Si eran mordidos, se sanaban enseguida,

para que se acordaran de tus palabras

y no se olvidaran de tus beneficios.

12 No los salvó una hierba

ni ningún otro remedio;

los salvó el poder de tu palabra.

13 Dios nuestro,

tú tienes poder sobre la vida y la muerte,

y puedes quitarla y devolverla.

14 Es verdad que hay hombres malvados

que pueden matar a otros;

pero ellos no tienen poder

para revivir a los muertos.

El maná

15 Nadie puede escapar de tu mano.

16 Los malvados,

que no quisieron reconocerte,

fueron golpeados por tu brazo poderoso.

Fueron perseguidos por terribles tormentas

y por un granizo destructor;

el fuego los carbonizó a todos.

17 El agua debió apagar el fuego,

pero más bien le dio fuerza.

¡La naturaleza peleó

a favor de los buenos!

18 A veces el fuego disminuía,

para no destruir a los animales

que enviaste contra los malos.

Eso les sirvió de lección a los malvados

para que se dieran cuenta

que la justicia de Dios los perseguía.

19 Otras veces,

aun en medio del agua

las llamas ardían con fuerza,

para destruir las cosechas

de aquella nación malvada.

20 En cambio, a tu pueblo

le enviaste desde el cielo

un pan listo para comer,

que a todos les encantó.

¡Fue un manjar digno de ángeles!

21 Por medio de ese alimento

les mostraste tu ternura,

pues al comerlo, cada uno sentía

el sabor de su comida preferida.

22-23 Aunque esa comida

parecía nieve o hielo,

no se derretía con el fuego.

Así, el fuego perdía su fuerza

para que los buenos pudieran comer.

Pero ese fuego, al mismo tiempo,

ardía en forma de rayos y relámpagos,

para que el furor de la tempestad

destruyera las cosechas de los enemigos.

24 Los elementos de la creación

se someten a ti,

pues tú eres su creador.

Estos mismos elementos

se enfurecen contra los malvados,

pero se calman para favorecer

a los que confían en ti.

25 Por eso la naturaleza

se transformó por completo

y se puso al servicio de tu bondad.

Así ayudó en todo a tu pueblo.

26 Dios nuestro,

tú permitiste que todo eso pasara

para que aprendieran tus amados hijos

que no son las cosechas sino tu palabra

la que alimenta a los que en ti confían.

27 El fuego no destruía al maná,

pero este se derretía al primer rayo del sol;

28 así tu pueblo aprendió

que debía levantarse antes del amanecer,

para darte gracias y encontrarse contigo.

29 Pero la esperanza del malagradecido

se derrite como la nieve

y se derrama como el agua.

Sabiduría 17

Oscuridad para los malos y luz para los buenos

1 Dios nuestro,

tus pensamientos son muy profundos

y difíciles de comprender.

Los malvados no los comprenden,

y por eso se equivocan.

2 Cuando los malvados planearon

esclavizar a tu pueblo,

quedaron envueltos en una terrible oscuridad,

más larga que una noche en la cárcel.

Quedaron encerrados en sus casas

y lejos de tu ayuda.

3 Pensaban mantener sus pecados

ocultos y escondidos,

pero tuvieron que huir de aquí para allá,

asustados por terribles fantasmas.

4 Aunque se escondían en sus casas,

seguían muertos de miedo;

escuchaban ruidos espantosos,

y veían figuras horribles.

5 El fuego no tenía fuerza para darles luz,

ni el brillo de las estrellas

podía iluminar aquella horrible noche.

6 Solo podían ver la luz de una hoguera

que se prendía sola, y que los asustaba.

Cuando la hoguera se apagaba,

la visión les parecía más macabra,

y el miedo se apoderaba de ellos.

7 Los magos egipcios

hacían trucos inútiles,

su ciencia no les servía de nada.

8 Los sabios y magos

que estaban seguros de ayudar

a los que estaban muertos de miedo,

se orinaban de terror.

9 Las pisadas de los animales

y el silbido de las serpientes,

por más suaves que eran,

los ponían a temblar de miedo.

¡Hasta el viento los asustaba!

10 Bien sabe el malvado

que la maldad provoca miedo,

y que el pecado es muy cobarde.

¡El que no tiene la conciencia tranquila

siempre se imagina lo peor!

11 El miedo no es otra cosa

que negarse a razonar.

12 Cuando menos seguros nos sentimos,

más terrible nos parece la causa del tormento.

13-14 Cuando los egipcios dormían,

soñaban que eran perseguidos

por horribles fantasmas,

o el terror los dejaba sin fuerzas

y les impedía moverse.

Esa oscuridad que los envolvía

no tenía ningún poder,

pues venía del reino impotente de la muerte.

15-16 Cuando el terror invadía a los egipcios,

todos ellos, incluyendo a los campesinos

y a los pastores de ovejas,

quedaban como encerrados

en una cárcel sin rejas,

dondequiera que estuvieran.

La oscuridad los tenía prisioneros

y no podían escapar.

17 Se llenaban de terror apenas oían un ruido;

los asustaba el soplo del viento,

el canto de los pájaros,

el rumor del agua de un río caudaloso,

18 la caída de una piedra,

la carrera de los animales,

el rugido de las fieras

o el eco de las cavernas en los cerros.

19 El resto del mundo estaba iluminado

por la brillante luz del sol,

y se dedicaba a sus trabajos.

20 En cambio, sobre los egipcios

había caído una noche muy oscura.

Y aunque eran terribles las tinieblas,

más terrible era para ellos

soportarse unos a otros.

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Sabiduría 18

1 En cambio, para tu pueblo,

brillaba una intensa luz.

Y aunque los egipcios

no podían ver a tu pueblo,

lo escuchaban y lo felicitaban,

y envidiaban su felicidad.

2 Los egipcios agradecían a tu pueblo

por no aprovecharse de esa oscuridad

para vengarse de los malos tratos recibidos,

y también le pedían perdón

por haberlo tratado con tanta maldad.

3 A tu pueblo, en vez de las tinieblas,

le diste una columna de fuego,

que fue como un sol que los guió

durante su marcha victoriosa

sin causarles ningún daño.

4 Los egipcios se quedaron sin luz,

porque esclavizaron a tus hijos,

que son los encargados de llevar al mundo

el mensaje maravilloso de tu ley.

El castigo de los egipcios

5 Los egipcios decidieron matar

a los niños de tu pueblo santo,

y solo se salvó Moisés,

que fue abandonado en el río Nilo.

Como castigo por tal crimen,

tú les quitaste muchos hijos;

hiciste que todo su ejército

se ahogara en el Mar de los Juncos.

6 Pero a nuestros antepasados

les habías dicho de antemano

lo que iba a pasar aquella noche,

para que se alegraran

al comprobar que tú cumples tus promesas.

7 Tu pueblo esperaba que salvaras a los buenos

y acabaras con sus enemigos.

8 Con el castigo que les diste a los egipcios,

nos salvaste a nosotros,

y nos guiaste a ti.

9 Dios nuestro,

tu pueblo liberado

te ofreció sacrificios a escondidas,

y se comprometió a cumplir tus mandamientos.

Tus hijos prometieron permanecer juntos,

en los tiempos buenos y en los malos.

Y mientras tu pueblo cantaba los himnos antiguos,

10 se oían los gritos y lamentos de sus enemigos,

que lloraban la muerte de sus hijos.

11 Todos sufrieron el mismo castigo:

amos y esclavos, pobres y ricos.

12 Fueron tantos los que murieron esa noche,

que no pudieron ser enterrados.

En todas las familias de Egipto hubo muertos.

¡Lo más valioso de esa nación

se acabó en un instante!

13 Los egipcios no habían creído

en las advertencias de Dios,

porque confiaron más en sus hechicerías.

Pero al ver morir a sus hijos mayores,

reconocieron que Israel era el pueblo de Dios.

14 En el silencio de la medianoche,

cuando todo estaba en paz,

15 tu palabra poderosa salió del cielo,

donde tienes tu trono real,

para atacar a aquella tierra.

Tu palabra traía en la mano

algo parecido a una espada muy afilada.

16 Tocaba el cielo con su cabeza,

y sus pies pisaban la tierra,

mientras llenaba de muertos

al país de Egipto.

17 Los egipcios tuvieron sueños terribles

y se llenaron de terror.

18 Y cuando caían en tierra, medio muertos,

confesaban la causa de su castigo.

19 Pues tú ya les habías advertido

por medio de esos sueños,

que no iban a morir

sin saber la razón de su castigo.

El pueblo de Dios en el desierto

20 Dios nuestro,

también es verdad

que tú castigaste a tu pueblo.

Por eso, muchos murieron en el desierto,

pero tu enojo pronto se calmó.

21 Llamaste entonces a un hombre bueno,

al sacerdote Aarón.

Él salió en defensa de tu pueblo,

quemó incienso, hizo oración

y te pidió que perdonaras a todos.

De esa manera calmó tu enojo

y demostró ser un auténtico sacerdote.

22 Logró calmar tu enojo, no con las armas

ni con su fuerza física,

sino por medio de la oración.

Aarón te recordó las promesas

que habías hecho a nuestros antepasados,

cuando hiciste pacto con ellos.

23 Cuando ya había muerto mucha gente,

Aarón detuvo tu enojo,

para que no murieran todos los demás.

24 Sus vestiduras sacerdotales

tenían cuatro filas de piedras preciosas

con los nombres de nuestros antepasados,

y eran un símbolo del mundo entero.

El turbante que llevaba en su cabeza

representaba tu majestad.

25 Al ver esto, el ángel de la muerte

retrocedió lleno de miedo,

pues una sola prueba de tu ira fue suficiente.

Sabiduría 19

El paso por el Mar de los Juncos

1 Dios nuestro,

los malos recibieron

un castigo muy fuerte,

porque lo que ellos hicieron

tú ya lo sabías de antemano.

2 Ya sabías que,

después de dejar salir a tu pueblo,

los egipcios cambiarían de idea

y saldrían a perseguirlo.

3 Y así sucedió.

Cuando todavía lloraban

por la muerte de sus hijos,

se les ocurrió la locura

de perseguir a tu pueblo.

4 Se les olvidó el castigo

que acababan de recibir,

y salieron corriendo

tras la peor de sus desgracias.

Así se completó el castigo

que habías preparado para ellos.

5 Mientras tu pueblo hacía un viaje maravilloso,

ellos morían lejos de su patria.

6 Para que tus hijos no sufrieran ningún daño,

tú hiciste que los elementos naturales

no actuaran como siempre lo hacen.

7 Una nube cubrió el campamento,

y donde antes había agua

apareció la tierra seca.

En medio del Mar de los Juncos

se abrió un camino seco,

y se formó una verde pradera entre las olas.

8 Por allí pasó todo tu pueblo,

protegido por tu mano,

y contemplando ese maravilloso milagro.

9 Todos saltaban de alegría como corderitos,

y te alababan a ti, Dios nuestro.

¡Tú los habías librado de sus enemigos!

10 Tu pueblo recordaba

lo que había pasado

en el país donde había sido esclavo.

Recordaba también

cómo la tierra se cubrió de mosquitos

y el río se llenó de ranas.

11 Más tarde, cuando tuvieron hambre,

quisieron probar una comida bien sabrosa.

12 Entonces les mandaste

unas codornices que salieron del mar.

El pecado de Egipto

13 Fuertes truenos anunciaron los castigos

que iban a caer sobre la nación malvada.

Los egipcios merecían el castigo que recibieron,

porque odiaban a los extranjeros,

y eran crueles con ellos.

14 Los habitantes de Sodoma no recibieron

a unos visitantes desconocidos.

Pero los egipcios convirtieron en esclavos

a los israelitas que tanto les servían.

15 Los de Sodoma fueron castigados

porque trataron como enemigos a los extranjeros.

16 Los egipcios, al contrario,

recibieron muy bien a los israelitas,

pero cuando estos gozaban de iguales derechos,

los sometieron a trabajos forzados.

17 Por eso Dios los dejó ciegos,

como había hecho con los de Sodoma.

A ellos les mandó una profunda oscuridad,

y, aunque estaban frente a la casa de Lot,

no pudieron encontrar la puerta.

La transformación de la naturaleza

18 Los elementos de la naturaleza

cambiaron sus propiedades,

como en una guitarra se puede variar el ritmo,

sin necesidad de cambiar la melodía.

Eso lo sabemos por lo que sucedió:

19 Los animales de la tierra

se convirtieron en animales del agua,

y los que vivían en el agua salieron a la tierra.

20 El fuego se hacía más fuerte al recibir el agua,

y el agua perdió su fuerza para acabar con el fuego.

21 El fuego no quemaba a los débiles animales

que pasaban por en medio de las llamas,

ni derretía el maná que caía del cielo,

aunque era suave como la nieve

y fácilmente se derretía.

22 ¡Dios nuestro,

tú has hecho grande y victorioso a tu pueblo!

¡Siempre lo acompañaste a todas partes!

Eclesiástico 1

La sabiduría es un regalo de Dios

1-2 Solo Dios puede darnos sabiduría,

porque solo él la tiene.

Solo Dios puede contar

la arena del mar,

las gotas de lluvia

y la eternidad del tiempo.

3 Solo Dios puede medir

la altura del cielo,

la anchura de la tierra

y la profundidad del mar.

4 Antes de crear todas las cosas,

Dios creó la sabiduría.

5 Las enseñanzas de Dios

son la fuente de la sabiduría,

y ella nos enseña a obedecer

sus mandamientos eternos.

6 Solo Dios es capaz de comprender

todos los secretos de la sabiduría.

7 Nadie más puede dar a conocer

todo el conocimiento que ella tiene.

8 Solo Dios es sabio;

solo él merece el mayor respeto,

pues es nuestro gran rey.

9 Fue Dios quien creó la sabiduría.

Con mucho cuidado la midió

y llenó con ella todas sus obras.

10 Dios ha dado sabiduría

a todos los seres humanos,

pero los que lo aman

reciben aún más sabiduría.

Qué significa ser sabio

11-12 Los que obedecen a Dios

serán también respetados.

Vivirán una larga vida

llena de alegría y satisfacción.

13 Los que obedecen a Dios

tendrán una muerte tranquila,

y serán alabados por todos.

14 Todo el que quiera ser sabio

debe empezar por obedecer a Dios.

La sabiduría acompaña

a los que son fieles a Dios,

desde el momento en que nacen.

15 Desde el principio ha estado

con todos los seres humanos,

y nunca dejará abandonados

a los que nazcan después.

16-17 La verdadera sabiduría

consiste en obedecer a Dios.

Los que la buscan fielmente

la reciben en abundancia.

Ella misma les da muchas riquezas

y llena sus graneros con trigo.

18 Todos los que obedecen a Dios

reciben de la sabiduría

una corona de paz y bienestar.

19 Dios vio y midió a la sabiduría,

y la dejó caer sobre nosotros

como lluvia sobre la tierra.

Fue así como recompensó

a todos los que querían ser sabios.

20 La sabiduría se parece a un árbol:

sus raíces son la obediencia a Dios

y sus ramas son largos años de vida.

21 La obediencia a Dios

aleja el pecado y evita su enojo.

El que es sabio es paciente

22 No es posible disculpar

a quien se enoja sin razón;

el mucho enojo lleva al desastre.

23-24 El que es sabio es paciente;

sabe controlar su enojo

y habla cuando conviene hacerlo;

la gente alaba su inteligencia

y su premio es la alegría.

El que es sabio es obediente

25 Los que realmente son sabios

piensan antes de hablar,

pero a la gente pecadora

no le gusta obedecer a Dios.

26 Si ustedes quieren ser sabios,

deben obedecer a Dios,

y él les dará mucha sabiduría.

27 El que es sabio y educado

lo demuestra obedeciendo a Dios;

lo que más le agrada

es la gente fiel y humilde.

Ser sabio es ser sincero

28 Adoren a Dios de todo corazón;

no sean hipócritas ni mentirosos.

29 Tengan cuidado con lo que dicen;

no digan una cosa y hagan otra.

30 No se crean más que los otros,

porque pueden fracasar

y quedar en vergüenza.

Dios sacará a la luz lo que son,

y los humillará delante de todos.

Eclesiástico 2

Plena confianza en Dios

1 Queridos jovencitos,

si quieren servir a Dios,

prepárense a enfrentar dificultades.

2 Ármense de mucho valor,

y no se asusten de las desgracias.

3 Nunca se aparten de Dios,

y él los hará prosperar.

4 Suceda lo que suceda,

aguanten con paciencia el sufrimiento.

5 El oro se purifica con fuego,

y nosotros, con el sufrimiento.

6 Si corrigen su conducta

y ponen su confianza en Dios,

él les brindará su ayuda.

7 Si obedecen a Dios,

deben también confiar en su amor

y hacer siempre lo bueno;

de lo contrario, fracasarán.

8-9 Si obedecen a Dios,

pueden estar bien seguros

de que él les dará su recompensa:

los llenará de beneficios,

los tratará siempre con bondad

y los llenará de alegría.

10 Si repasamos nuestra historia,

veremos que Dios nunca nos falló

cuando confiamos en él.

Dios siempre nos responde

cuando le pedimos ayuda.

11 Nuestro Dios es tierno y bondadoso,

perdona nuestros pecados

y nos salva de la aflicción.

12-13 Pero si somos cobardes,

perezosos y pecadores,

y no confiamos en él,

tampoco él nos dará su protección.

14 Si no resistimos las dificultades,

nos irá mal cuando Dios nos pida cuentas.

15-16 Amar y honrar a Dios

es obedecer sus mandamientos

y hacer lo que a él le agrada.

17 Amar y honrar a Dios

es estar siempre dispuestos

a servirlo con humildad.

18 Vale más la ayuda de Dios

que la ayuda de los hombres.

¡Grande es nuestro Dios,

y grande su amor por nosotros!