¡Dios mío, tus años no tienen fin!
(1) Oración de un afligido que se desahoga en la presencia de Dios.
1-2 1-2 (2-3)Dios mío,
escucha mi oración;
atiende a mis ruegos.
No tardes en responderme
cuando te llame;
no me des la espalda
cuando me encuentre angustiado.
3 3 (4)La vida es como el humo
y se me escapa.
Los huesos me arden de dolor;
parecen carbones encendidos.
4 4 (5)Me siento muy afligido;
hasta parezco hierba marchita.
¡Ni ganas de comer tengo,
y hasta los huesos se me ven!
5 5 (6)¡Es muy grande mi angustia!
6-7 6-7 (7-8)Estoy tan triste y solitario
como un buitre en el desierto,
como un búho entre las ruinas,
como un gorrión sobre el tejado.
¡Hasta he perdido el sueño!
8 8 (9)No pasa un solo día
sin que mis enemigos me ofendan;
¡hasta me echan maldiciones!
9 9 (10)Mi comida y mi bebida
son mi propio llanto.
10 10 (11)¡Te enojaste,
te llenaste de furia!
¡Me levantaste,
para derribarme después!
11 11 (12)Mi vida va pasando
como las sombras en la noche;
¡me estoy marchitando como la hierba!
12 12 (13)Pero tú, mi Dios,
eres el rey eterno
y vives para siempre.
13-14 13-14 (14-15)Un día te levantarás
y tendrás compasión de tu pueblo.
¡Ese día ha llegado!
¡Ya es tiempo de que lo perdones!
Nosotros estamos a tu servicio
y amamos a la ciudad de Jerusalén;
¡verla en ruinas y entre escombros
nos causa mucho dolor!
15 15 (16)Dios mío,
todas las naciones teadorarán;
todos los reyes de la tierra
reconocerán tu grandeza.
16 16 (17)Tú reconstruirás a Jerusalén
y así demostrarás tu poder.
17 17 (18)Prestarás toda tu atención
a los ruegos de los desamparados,
y no dejarás de atenderlos.
18 18 (19)Que esto quede por escrito
para los que aún no han nacido;
para que alabe a Dios
el pueblo que está por nacer.
19 19 (20)Mientras Dios miraba
desde su palacio celestial,
se fijó en la tierra;
20 20 (21)al escuchar los lamentos
de los presos condenados a muerte,
los puso en libertad.
21 21 (22)Por eso en Jerusalén
se alaba su nombre;
por eso en Jerusalén
se le cantan alabanzas.
22 22 (23)Todos los pueblos y reinos
se juntan para adorarlo.
23 23 (24)En el transcurso de mi vida,
Dios usó su poder para humillarme
y para acortar mi existencia.
24 24 (25)Entonces le rogué:
«Para ti, Dios mío,
los años no tienen fin;
¡no me lleves en plena juventud!
25 25 (26)En el principio
tú afirmaste la tierra;
tú mismo hiciste los cielos,
26 26 (27)pero se irán gastando,
como la ropa,
y un día, los destruirás.
Pero tú te mantendrás firme;
27 27 (28)siempre serás el mismo,
y tus años no tendrán fin.
28 28 (29)Nuestros hijos y nuestros nietos
estarán a tu servicio,
como lo estamos nosotros,
y vivirán contigo para siempre».